“Afortunada soy por haber recibido de regalo estas alas enormes, afortunada soy…por habitar un sitio sin espacio ni tiempo llamado ARTE. Afortunada soy… porque a veces tengo el privilegio de subirme a un escenario y llenarme de emoción….Afortunada soy por los ensayos íntimos donde los corazones se desafinan para ponerse en sintonía. Afortunada soy…porque un puñado de canciones me regaló un mar de gente, de buena gente. Afortunada soy”, declaró alguna vez la artista Cuni Massa a sus seguidores.
Sin embargo, este agradecimiento explícito a la vida se manifiesta de forma contundente en sus canciones, en su manera de interpretarlas en vivo y de contagiar la gratitud como base fundacional de cualquier movimiento que se emprende. Desde el primer gesto al despertar -al alba o a la luna- hasta cada acción rutinaria. Regirse por el agradecimiento es quizás el principio y la esencia de todo, una manifestación de convicciones que encuentra en Cuni Massa a otra digna exponente. “Claro que soy agradecida, no todas las personas saben qué es lo que las moviliza desde lo más profundo de su ser. Yo sí lo sé. Me apasiona hacer canciones y de vez en cuando subirme a un escenario y tocar. Y tengo la posibilidad de hacerlo ¿cómo no voy a estar agradecida?”, se pregunta en una entrevista donde le consulto sobre la clave de su vida.
Cuni ha construido del eclecticismo una de sus mayores virtudes. Sus discos se disfrutan a partir de la escucha de sus letras y la calidez de sus melodías, una “hacedora de canciones” (como ella se define) que propone dejar que los sentimientos se instalen a flor de piel. Son pocos los artistas que logran, al mismo tiempo, deslumbrar con las melodías y provocar la escucha de las letras con versos que resultan contundentes. “Creo que los años que llevo haciendo canciones hacen que hoy pueda ser más clara y precisa a la hora de comunicar ideas. Al principio, quizás, daba muchas vueltas y no llegaba a un punto claro. Fue un ejercicio –inconsciente- realizado a través del tiempo. Es como si abrís una canilla y el agua sale turbia, entonces dejás correr toooooooda (exagera) esa agua hasta que comienza a aclararse. Tuve que dejar salir muchas canciones para que comiencen a aclararse los mensajes”, admite la artista oriunda de Marcos Juárez (Córdoba) pero que porta una larga residencia en Rosario (Santa Fe) y algunos años en Europa.
– ¿Cuál fue y en qué momento sentiste que una canción te había salido redondita?
No sé si lo que para mí es redondita, lo será para otro. Cuando terminé de escribir “El robo de los besos” sentí que era una canción redondita, quizás porque me llevó a penas unos minutos hacerla y todo se dio tan natural que el original no tiene tachones. Ahora la escucho y es rara porque no respeta el tradicional formato de “estrofa-estrofa-estribillo-estrofa-estrofa- estribillo”. Qué sé yo, muchas veces tengo la sensación de haber escrito una canción redondita pero después el tiempo y el público te pone en tu lugar y te dicen: “ey, nena, bajá el copete, la canción redondita todavía no la escribiste”.
– Si bien se manifiestan tus influencias, lograste construir tu estilo en base a determinados silencios y una manera particular de cantar. ¿Qué le fueron aportando las diversas escuelas por las que pasaste? Se percibe una mixtura entre tus momentos en Marcos Juárez y la impronta de una década rosarina…
Imposible pasar por Rosario y que no se te pegue la manera de decir de Fito Páez, si no se te pegó, entonces no pasaste por ahí (risas). Después vas tratando de buscar tu propia manera, todo lo que escuchás te ayuda a construir tu forma. Tengo algo del tango incorporado en mi decir y sobre todo unos silencios que dicen más que todas las palabras juntas.
– Hablabas de influencias musicales, pero en el verso o en la prosa, ¿Cuáles son tus referentes? Tenés incluso una canción inspirada en Juan Salvador Gaviota que era de lectura obligatoria…
No soy tan lectora, leo, aunque no mucho. Como ser ahora, no estoy leyendo nada. Me gustan Mario Benedetti y Gabriel García Márquez. Hace unos cuantos años compuse una canción dedicada al Gabo. Se llama Gabriel. El año pasado con motivo de su fallecimiento la incorporé en el repertorio y siempre tuve diferentes invitados que en el medio de la canción leían el comienzo de “Cien años de soledad”, un pequeño homenaje para un genio de la literatura.
– Por haber nacido en una familia de músicos, tu vocación era casi inevitable, empezaste a tocar muy precozmente. ¿Qué nos podés contar de tu vínculo en la infancia con la música?
En mi casa siempre se hizo música y hubo instrumentos musicales al alcance de la mano. Piano, guitarra, bombo, flauta dulce, melódica, con eso jugué yo desde chiquita, juego va, juego viene y comencé a tocar de oído algunas melodías en el piano. ¡Era muy chiquita! Dos o tres años me cuenta mi mamá. Las personas claves han sido mis padres, los profes con los que tomé clases y sin dudas la gente con la que fui y voy compartiendo ensayos y escenarios.
– “Me resulta más sencillo expresarme mediante una canción que hablando… por eso las hago, para comunicarme” tenés como máxima. Confieso que la simpatía que lográs transmitir arriba de un escenario parece de una persona extrovertida…
Soy introvertida. No tengo facilidad para conversar pero me encanta escuchar a las personas que me cuentan sus cosas. En el fondo siempre creo que estar conmigo es un embole (risas). Puedo estar horas y horas en silencio contemplando el espacio que me rodea y mi mundo interior. Viajar es mi situación de inspiración preferida, quizás porque me muevo físicamente y eso hace que dentro mío también todo se mueva. No tengo un método de composición ni mucho menos un trabajo diario.
– ¿Qué destacás de tus primeros dos discos?
Destaco el despojo de estructuras, el no preocuparme porque una canción dure 8 minutos o tenga demasiadas partes instrumentales, lo cual no sé si habla de una mayor libertad o de una imposibilidad mía para expresar las cosas de manera más sintética.
Después de sus primeros trabajos se radicó en Barcelona donde, si se puede decir de esta manera (incluso podría ser un título de una canción) parió un discazo –Todo gira- bajo tierra. Es decir, formó su banda con músicos extraordinarios que formaban parte de un colectivo que tocaba en el Metro (subterráneo). “Cuando conocí a los chicos ya tenía todo el disco en la cabeza. Ellos me ayudaron a encontrar el sonido y a vestir las canciones. Grandes músicos y hermosas personas”, expresa.
” Viajar es mi situación de inspiración preferida, quizás porque me muevo físicamente y eso hace que dentro mío también todo se mueva. No tengo un método de composición ni mucho menos un trabajo diario. “
– ¿Cómo fue esa experiencia con el público casual de los subterráneos?
Yo sabía que la cosa estaba muy organizada. Me presenté a una audición para poder incorporarme al colectivo. Tocar en el Metro fue para mí una experiencia muy enriquecedora. Por un lado conocí a los músicos con que luego salí a tocar por los escenarios. Por otro lado, tocar en el metro me puso en la situación de observadora de la gente que va y viene a lo loco, atados –aparentemente- a una rutina aplastante. Y me reafirmó, una vez más, qué es lo que “no quiero” para mi vida.
– Como has tenido gran repercusión en Europa, ¿Qué balance hacés de tu temporada en el viejo continente?
La idea es poder regresar siempre. Tengo muchos afectos del otro lado del mar y un público amoroso y respetuoso con el que disfruto enormemente en cada concierto.
– “Si total, no vamos a vivir de las canciones, tendremos que cantar las que nos brotan desde los corazones”, cantás. ¿Es toda una manifestación de convicciones?
Es lo que hago, y no lo sé hacer de otra manera.
– Esa canción (“Jinetes del viento) también les da una palito a muchos de los que entorpecen el trabajo de cualquier creativo o artista: los que critican. Además por todo lo que dice sobre el mundo, ¿es una suerte de versión de Cambalache?
(Risas) es medio “cambalachera”. Esa canción es una invitación a comprometernos con lo que hacemos, sea lo que sea, no me refiero sólo a los artistas. Habla de “desatar la belleza” que para mí no es ni más ni menos que poner el corazón en lo que hacemos. Cuando eso ocurre estamos felizmente condenados a hacer de nuestra vida una obra de arte.
– En mi humilde opinión, “De todos modos” es una canción que le quedaría muy bien a Joaquín Sabina. “Hay quienes tienen un barco y jamás han zarpado a ningún lugar”. Toda una declaración de convicciones…
Es muy Sabinera, siempre me la imaginé cantada por él. Esta canción es también un poco como la otra, digamos que yo canto lo que vivo y vivo así….apasionadamente. Muchas de mis canciones hablan de eso, de correr riesgos, de no atarnos a los mandatos sociales. De hacer nuestro propio camino, de poner el alma en lo que hacemos. Por aquí todos estamos de paso, entonces pasemos che. Y que se note. ¡Que no nos trague la masa!
– Bien dicho. Ahora, ¿Cómo sigue el camino de Cunni Massa?
Poder grabar, de una vez por todas, el cuarto disco en estudio y salir a tocarlo.
– ¿En qué quedó el proyecto de Disco Casero? Has dicho que ibas encontrando forma a las canciones. Aparte sos muy generosa con tus seguidores en pensar constantemente en los regalitos…
Tengo muchas cositas grabadas, sólo que suenan “demasiaaaaaado” caseras. Voy a tratar de regrabar todo para obtener un mejor sonido. Es un mini-disco. Serán cinco o seis canciones. Algunas duran menos de un minuto. Ya lo voy a terminar y a colgar por ahí para que la gente lo descargue gratis. Con respecto a los regalitos, me encantaría poder regalar todo lo que hago. No siempre se puede. Los discos se hacen con canciones y billetes. Lo de las canciones es sencillo, lo de los billetes se me complica siempre.