Mariano Ludueña: El vocero del rock

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El periodista, músico y productor audiovisual presentó su nueva novela que continúa buceando en la mágica escena rockera. Con un estilo que atrapa al lector desde la primera frase, el autor hace gala de su talento para narrar historias suburbanas. En esta entrevista donde sus respuestas son declaraciones de principios, nos cuenta las claves de sus creaciones y sus futuros proyectos.

Mariano sabe cómo contarlo, quizás la cualidad intransferible y escasa en los autores. Y encima se mete en una zona riquísima de matices que ha sido poco o muy mal abordada: el ambiente del rock. Tal como lo describen, “Ludueña escribe sin anestesia y con honestidad. Sabe de lo que habla. Provoca, conmueve, irrita, encandila, y desbarranca desde la brutalidad de sus personajes y el gesto descarnado de su escritura, a esta altura un sello personal, pero también nutre a sus protagonistas de ternura, humor e hidalguía barrial. Un autor que, en silencio, crece y que está creando un nuevo subgénero, la ficción rockera. Ya con su quinto libro en mano “TRIPLAND”, sigue buscando llegar a los ojos de quienes quieran disfrutar historias completamente disruptivas y fuera de lo común”.

Ludueña es autor de dos libros de cuentos entrañables: “De todo lo que vi, recuerdo la mitad” (2012); “La Mitad que no recuerdo” (2015) y de la novela “Rockeros” (2017) –que el año próximo saldrá en formato serie- que antecede a Tripland: ambas siguen los pesares de una banda llamada “Supercampeones”, que si bien es ficción, apunta a mostrar realidades del ámbito. Este libro revela detalles que no solemos ver de la vida por detrás de escena de las aristas. No toca de oído sobre el ambiente, lleva más de dos décadas como músico de rock, actualmente en la banda Buenísimo. “Tripland es la continuación natural de Rockeros, el cierre de la historia. Un relato sobre la amistad entre Tommy y Santi y de la banda que formaron juntos, Supercampeones. Rockeros muestra mosaicos de una historia. Tripland es una novela, en sí, pero encaja perfectamente para develar los interrogantes que habían quedado planteados en Rockeros. Porque Rockeros fue concebido como un libro triple, pero al final fueron dos, con Tripland, queda todo saldado”, nos cuenta en este interrogatorio donde varias de sus respuestas son para ponerlas en un marquito.

¿Al escribir Rockeros imaginaste que podía ser parte de una versión audiovisual? ¿Cómo se dio esa posibilidad?

Desde mi primer libro, De Todo lo que vi, recuerdo la mitad, recibí varias ofertas de cineastas conocidos, para llevar mis historias a la pantalla. Dicen ellos, que mi manera de narrar es cinematográfica. Es un piropo que me gusta, porque varios lectores me han dicho que, al leerme, se veían involucrados en las historias, abducidos, transportados. Mis textos dan taquicardia, risa, miedo. Provocan carcajadas, horror, ternura, violencia, empatía, paranoia, rechazo. Son textos escritos con las tripas.

Rockeros era una historia perfecta para versionar y llevar a la pantalla, porque cuenta el lado B del éxito. Es una historia de gloria, amistad, amor, negocios, egos, traiciones y finales desesperados, contada desde los aviones, hoteles, baños y camarines. ¿Por qué un tipo que tiene el mejor trabajo del mundo, que es ser el cantante de la banda más grande del continente, no puede disfrutar de nada de lo que le pasa? Es la pregunta que se plantea Rockeros, que consta de tres temporadas. Además, hay un trailer filmado que se puede ver en plataformas.

Sobre el rock hay innumerables abordajes dado lo que significa para la Cultura pero curiosamente muy pocos desde la literatura, ¿Cuándo sentiste que había una veta ahí donde podías tirar de la cuerda?

Leyendo libros de rock que me parecían una mierda. Libros en donde las anécdotas se insinuaban. Nadie hablaba de lo que pasaba en los camarines, hoteles, baños o en las noches libres de los músicos en gira. Yo quería saber eso, y nadie lo contaba. Se escondía la parte sucia, le ponían brillantina a la mugre y la aggiornaban hasta conseguir un producto apto para todo público. Hasta que vino Enrique Symns, todo era mojigato y se hablaba en secreto, doble sentido y metáfora. José Sbarra, fue el precursor, el primer cochino. Symms lo mejoró con reviente, noche y rocanrol.

Yo me nutro de lo imperfecto, lo sucio, lo prohibido, para contar historias de amor y lealtad entre chicos que hacían lindas canciones, y que se convirtieron en monstruos insaciables a los que nada los satisfizo.

Además, tal como dijiste en alguna parte “hay que tener autoridad para hablar”. Me imagino que a la hora de darle forma a las novelas o a los cuentos un sinfín de anécdotas te han sobrevolado, no? Sin necesidad que sea autobiográfico, ¿Lo empírico fue tu musa de la inspiración?

Anécdotas tengo para hacer mermelada, pero partamos de que es ficción, y la palabra misma lo dice. La ficción es mentira. Puede haber algo de autoficción, o de cierto realismo mágico, pero no deja de ser ficción. Hay, eso sí, hay mucha data que parece real, porque me gusta contextualizar mis historias con lugares y situaciones reales. Las descripciones que hago de un barrio, las calles, los comercios, los baldíos, las vías del tren, los colegios, todo eso es real, pero la historia no. Eso le da un marco que hace que los textos parezcan reales. Hace poco leí que si el lector cree que lo que leyó sucedió, o que es verdad, es habilidad del escritor. Viví mucho, y mis relatos tienen mucho de autobiográfico, pero tampoco tanto.

En tus relatos es inmediata la identificación con tus personajes ya que les pasa como a tantos argentos: salir de abajo, coquetear con el éxito y desbarrancarse. ¿Creés que en parte también es una representación de este ser nacional donde todo es efímero?

Más que la representación del ser nacional, es la representación de la vida misma. La vida es efímera. Lo que le pasa a mis personajes no les pasa por ser argentinos, les pasa por no saber lidiar con sus emociones, problemas, sus egos o las sustancias. El cúmulo de malas decisiones es por no estar preparados para estar en el lugar al que llagaron, no por ser argentinos. Creo que ser argentino es un plus que nos dio la vida. Nosotros sin un mango, siendo una fantochada de país, lo digo por su clase dirigente más que nada, hacemos genialidades y generamos y exportamos cultura. Imaginate si fuéramos un país serio. Arrasaríamos.

Por estos días también tenés en proyecto el documental de Gamexane Villafañe, ¿Cómo va ese proceso y por qué decidiste encararlo?

Decidí encararlo porque Horacio fue un músico fundamental del rock latinoamericano. Junto a Todos Tus muertos encabezó en los 90, el movimiento Alterlatino, compuesto por Los Fabulosos Cadillacs, Mano Negra, Control Machete, TTM, Maldita Vecindad, Aterciopelados, Animal. Fue un guitarrista virtuoso y un punk corrosivo e insobornable. Murió en su ley, subiendo a un escenario. Merecía este homenaje.

Estoy trabajando junto al escritor Esteban Cavanna y el director Federico Benoit, en una biopic de Horacio Gamexane Villafañe, músico, compositor y guitarrista de Todos Tus Muertos, entre otras bandas, con la curaduría musical y asesoramiento general de Sergio Rotman.

Tus relatos tienen banda de sonido y también son muy audiovisuales, de algún modo multiplaforma, ¿Cómo fuiste encontrando este estilo original y cuáles fueron tus referentes?

Mis referentes literarios son Horacio Quiroga, sus cuentos son extraordinarios y estructuralmente perfectos. A todos los que escribimos nos gusta Borges ¿O no? El libro que me hizo querer ser escritor fue El Amor en los tiempos del Cólera, de Gabriel García Márquez. Me parece una historia de amor desgarrada, imperfecta, desgraciada, deforme, pero formidable. Inclaudicable e inexorable. La magia del mensaje de ese libro reside en que para el amor, solo se necesita amar. Lo demás, no importa. El brasileño Jorge amado me rompió la cabeza con Capitanes de la Arena, que habla sobre una banda de pibitos de la calle que comete fechorías. Está escrito en 1937, pero tiene una problemática que es muy actual. La de los meninos da rua, o chicos de la calle. Me gusta mucho y me identifico con el humor, las historias trasnochadas y la forma de narrar del chileno Pedro Lemebel. Ingresé a su mundo literario con el libro de relatos llamado De Perlas y Cicatrices. Tuve el placer de conocerlo en una Feria del libro en Guadalajara, México. Me parece un gran cronista de la noche, el arte y el bataclan que se camuflaba y acompañaba al under chileno de los ochenta. No debe haber sido fácil ser gay, y gritarlo a los 4 vientos, en medio de la dictadura más feroz de Sudamérica. Me gusta el escritor bonzo, tipo Hunter Thomson, que se involucra en sus escritos al punto de inmolarse para escribirlos. Me gustan los que escriben desde las tinieblas. Bukoski, Symns, Artaud, Fogwill, Pablo Ramos, Mariana Enriquez. Me gusta la poesía de Neruda, los versos desgarrados de la Pizarnik o la pequeña pero inmensa obra de la poeta mexicana Xel-Ha López, de la cual estoy, literariamente, enamorado.

Pienso en Soriano y esa magia para retratar los antihéroes o la simpleza de los detalles, como en tu caso, ¿Por qué te atrajo captar la belleza de lo imperfecto (hermoso concepto que has declarado)?

Porque la perfección no existe en las vidas reales. Todo tiene su opuesto. La vida puede ser muy linda, pero sabe golpear, el tema es que hace uno para sortear las dificultades que nos plantea vivir. Vivir es lindo y todo lo que quieras, pero genera angustia, y no todo el mundo está preparado para lidiar con esa angustia. Así es la estructura psíquica de mis personajes. Seres imperfectos, que trabajan 12 horas al día de algo que detestan, o que viven en la marginalidad de los submundos. Chicas ricas infelices y maleantes y embusteros de todo tipo. Hoy hay demasiada información. Tanta, que la gente ya no sabe que es verdad y que mentira, quienes son los buenos y quienes los malos. Hay una confusión general sobre los valores humanos y el respeto por el medioambiente que nos está llevando al final. El modelo neo liberal, con el que el humano se enriqueció, está terminando con el planeta. Y los que se oponen a él, son tratados como locos. Soriano es, tal vez con Fontanarrosa o Dolina, uno de los escritores que mejor representan al ser argentino.

¿Qué le aporta cada una de tus disciplinas: el músico, el escritor y el periodista, a la integridad de artista que construiste?

El periodismo me dio la capacidad para recopilar información y procesarla. A hacer el cuadro sinóptico en la cabeza. Además de ser lector, consumo publicaciones de actualidad, ya sea deporte, ciencia, artes, entretenimiento, música, gastronomía, metafísica, filosofía, temas espaciales. Me interesa casi todo, no me gusta estudiar, pero me encanta aprender. Estoy al tanto de lo que pasa en el mundo y en nuestro país. Proceso la información de una manera personal, porque el mensaje, a veces, viene entre líneas. La tele, por rating, miente, Los políticos mienten. Los grandes imperios económicos mienten. La información que recibe la ciudadanía está manipulada, tergiversada y editada, según el bando que la proporciona. Los medios distorsionan la realidad e imponen temas en la agenda, para distraer. Consejo: no creas nada de lo que leas. Investigá por tu cuenta.

La escritura me dio disciplina. Me enseñó a desarrollar una idea desde una simple palabra, o un título. Escribo metódicamente. Cada vez que puedo, a diario, por supuesto. La escritura es silencio e ideas fluyendo. La escritura sos vos frente al espejo. Solo, subiendo una montaña. Además es un trabajo de 24 horas al día. “Uno es escritor hasta cuando sueña”, decía Borges. La literatura también me dio la meticulosidad y el cuidado en la utilización de cada palabra.

El rock me dio noche, mundo, escenario, carretera y trabajo en equipo. Aprendí mucho en la ruta. El trabajo en equipo supera al individuo. La meta final, es más importante que los miembros del grupo. Ahí, recorriendo el país en camionetas de la muerte, uno se hace hombre, o termina en una banquina.

Imaginando que estemos en un epílogo de la parte dura de la pandemia y regresen algunos eventos, ¿Cuáles sus tus próximos objetivos que imagino será llevar el libro por algunas ferias y regresar a los escenarios con la banda, no (entre tantos otros)?

La pandemia no va a pasar a corto plazo, Hay reglas que se quedarán. Todos recalculamos. Mis prioridades cambiaron. Mi objetivo es quedarme en casa escribiendo. Ver como mi hijo se hace hombre. Viajar a alguna playa cercana. Escribir. Comer asados con familia y amigos, tomar vino. A futuro, si esto realmente algún día se soluciona, me gustaría volver a viajar por el mundo. Mi misión de vida es no trabajar para nadie, seguir viviendo de mis ideas.

No necesito el escenario en este momento. Quiero silencio. Ruido a mar. Correr a la mañana por la playa. No más bocinas, ni inseguridad, ni sirenas de ambulancias, ni vecinos que llaman a la policía. El humano me cansó. Como especie, estamos destinados a destruirnos y a destruir el planeta. Yo no quiero participar de ese final. Me quiero elevar, evolucionar, crecer. Aspiro al ostracismo, a tener una vida solitaria y ermitaña, con mis plantas y mis árboles frutales. No más fotos, ni noche, ni egos, ni drogas en los baños, ni mamadas a cualquier hora. Quiero escribir cada día mejor. Envejecer escribiendo, o sino, morirme durmiendo. Estoy con el bolsito hecho.

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