Luis Ortega, El Ángel

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Foto: Nora Lezano

La primera entrevista que le hice fue en el Festival de cine de La Habana en la presentación de su primera película “Dromómanos” y ahí ya sorprendía por su estilo para dirigir. Luis Ortega no siente el peso de su apellido. Su cine está plagado de personajes rupturistas, marginales y polémicos como en “El Ángel”, su última película basada en la vida de Carlos Robledo Puch y que fue aclamada en la última edición del festival de Cannes. También dirigió los éxitos televisivos: “El marginal” donde pudimos ver otra forma de narrar un mundo tan oscuro como el de la cárcel o “Historias de un clan”, donde se permitió una licencia creativa para mostrar un personaje siniestro como Arquímedes Puccio. Tiene en claro su forma de hacer cine y está convencido de que una persona normal no amerita ser filmada.

-Una particularidad en tu última película es el aspecto de la dirección y el desarrollo de los personajes. ¿Qué querías contar?

-No quería recorrer el camino conocido del género sino que quería descubrir que esa aventura del descubrimiento en sí mismo, de cómo se mueve algunos hilos invisibles que hacen al accionar de las personas y que son un misterio. Y lo que más me interesaba era no vulnerar el misterio metiendo psicología o trucos de género, como la vida es sagrada, mientras no se la explica y se la reduzca como la de una persona psicópata, un bipolar, o un tipo esquizofrénico. A veces es más complejo y ya no me importaba Carlitos Puch, es una excusa, buscaba simplemente al personaje.

-Leí que intentaste hablar con Robledo Puch pero no pudiste, ¿eso te ayudó a la hora de escribir el guión?

-De alguna manera lo más lógico era ir a las fuentes del protagonista, lo intenté pero no fue posible, en cierta manera fue mejor, lo que yo tenía en mente no era con lo que me iba encontrar. Y no es bueno que la realidad contamine algo que debe mantenerse puro como el lenguaje cinematográfico.

-Una de las cosas que se destacan en “El Ángel” es el protagonista principal y los secundarios. ¿Cómo lo fuiste desarrollando a medida que ibas escribiendo el guión?

-Uno siempre que escribe le adjudica personalidades de gente que uno conoce o conoció a los personajes, esta película en particular transcurre en mi adolescencia, muchas anécdotas, situaciones son de aquella época. Por ejemplo, el personaje de Mercedes Morán era la madre de un amigo mío que era muy sensual con nosotros, era cosa muy curiosa, esa persona tuvo un impacto fuerte en mi vida. Nos llevaba a robar cuando teníamos diez años, era una madre loca, para nosotros eran travesuras, pero viéndolo en retrospectiva lo veo como una aventura. Entonces fui construyendo poco a poco, en la casa de Carlitos es más parecida con la mía, una madre que se preocupa, que es pudorosa, que está presente y que se preocupa que desayunos, almuerzos, que tomes la merienda y cenes, pero bueno eso no garantiza nada (risas).

-¿Qué te atrae de escribir y dirigir películas del hampa o de delincuentes?

-Para mi es una historia de una persona con arma que hace cosas que no esperarías que una persona normal haga. No veo porque tengo que hacer una película de una persona normal, no amerita hacer una película de una de una persona normal, al menos no en un lenguaje realista. No lo veo exclusivamente como una fascinación por personajes criminales, sino que narrativamente para alguien que escribe es mucho mejor disponer de personajes que se atreven hacer cualquier cosa y que te van a sorprender a vos mismo. Ahí cerrás los ojos y tu inconsciente hace que los personajes se muevan dentro de tu cabeza en un espacio imaginario y determinadamente vos escribís lo que pasa en tu cabeza, entonces te volvés un dispositivo o parte que no funciona sólo con vos.

“Uno siempre que escribe le adjudica personalidades de gente que uno conoce o conoció a los personajes, esta película en particular transcurre en mi adolescencia, muchas anécdotas, situaciones son de aquella época.”

Foto: Marcos Ludevic

-En el año 2012 te hice una entrevista en el Festival del nuevo cine Latinoamericano, en La Habana, cuando presentaste “Dromómanos”, una película con un estilo diferente, tal vez rupturista y experimental en cuanto a lo narrativo. ¿Qué cambió en vos como director ya que ahora estás dentro de un cine más industrial?

-Bueno, lo de experimental de alguna manera uno sigue experimentando, en “El Ángel”, el lenguaje visual es más clásico pero fui experimentando planos y contra planos, silencios y gestos, entre otras cosas. En “Dromómanos” decidí que el lenguaje visual sea totalmente retorcido, aprovechando el no presupuesto para generar un estilo con la impronta del momento. Cambió que escribo mejor que antes porque practiqué mucho en el medio. ”Historia de un clan” me dio mucho entrenamiento de cómo escribir escenas y dialogarlas rápido, porque la televisión te da ese ejercicio, y fundamentalmente cambió la estructura dramática de una narrativa lineal muy sencilla. Pero el contenido no cambió. A cualquier espectador normal, “Dromómanos” le hubiera dado rechazo porque es otro mundo estético, un mundo de fantasía, experimental pero que está muy en la línea de “Carlitos” (Protagonista de El Ángel), ya que los personajes de ambas películas tienen esa especie de quebrar con lo establecido.

-Tus experiencias en tu infancia fueron fundamentales hoy como director de cine. ¿Las llevás de alguna manera a tus películas?

-Es probable que ese interés provenga de mi experiencia personal durante la niñez y la adolescencia. Viví en Buenos Aires hasta los cuatro años y después mi familia se mudó a Miami. Incorporé el idioma al toque, pero por ser latino hacía una vida bastante solitaria, no tenía muchos amigos. Vivíamos en una casa grande y yo veía todo el tiempo un canal de películas. Veía tres veces la misma película en un día, muchas veces. Mi vida menos ilusoria y más concreta empezó en Tucumán, a los 11, cuando empecé a interactuar con gente. Siento que ahí aterricé, que encontré una conexión más fuerte con la realidad. En Estados Unidos no existía ese contacto con la gente común o con un tipo de personajes de cuentos medio “fellinescos”. Volvía de la escuela subiendo el cerro y me encontraba con el” Viejo Batata”, un tipo que andaba siempre con una bolsa. El tipo iba subiendo la montaña y solía parar en mi casa porque con mis amigos le pagábamos un vino para que nos mostrara un huevo que le llegaba a la rodilla por una hernia (Risas). Había una mujer muy mayor borracha que siempre estaba en la puerta de casa puteando. Toda esa gente medio que los “adopté”, los guardé y luego de alguna manera u otra aparecen en mis historias.

-Luego empezaste a estudiar Filosofía y Letras y dejaste. Después cursaste unos meses en la Universidad del Cine, abandonaste al cuarto mes, pero ahí decidiste agarrar la cámara y hacer “Caja negra”…

-Empecé a estudiar cine y a los meses dejé porque sentía la necesidad de filmar y me largué. Me acuerdo que fue en la plaza de Paseo Colón y Estados Unidos, en San Telmo, después de escaparme de una clase de la Universidad, que conocí a Eduardo Couget y junto a Dolores Fonzi armamos” Caja negra”. No nos fue mal, la película recorrió varios festivales incluso ganamos plata (risas).

“Siempre fui un fan de la música, escuché mucha música desde que era adolescente, me hice amigo del cantante de una banda que se llamaba “Exilio universal”, un grupo de San Telmo que seguía mucho.”

Foto: Marcos Ludevic

-¿Ana María Pichio fue casi la “culpable” de haberte metido en el mundo del cine?

-Ella es muy amiga de mi mamá de toda la vida, me llevó al cine Cosmos a ver a Kurosawa. Ahí me cambió todo. Fue un cimbronazo. El cine que había visto de chico que no era ese, era cine americano de los ’80 era muy bueno. Pero con Kurosawa, Cassavetes, Herzog fue todo perfecto, casi guionado. “Primero esto, luego esto”. Fue como entrar a otro mundo donde yo puedo jugar con mis historias.

-Y en el 2011 largaste con la música…

-Siempre fui un fan de la música, escuché mucha música desde que era adolescente, me hice amigo del cantante de una banda que se llamaba “Exilio universal”, un grupo de San Telmo que seguía mucho. Se vino a vivir conmigo, le insistí que me enseñara a tocar la guitarra porque quería hacer algo nuevo. Y así grabamos un disco pero, la verdad, no tenía la ambición de ser músico. Me interesaba la narrativa en la canción. Necesito la carga emocional de la música para ir en busca de la imaginación y de otros mundos.

-Finalmente, con lo que me contaste, dentro de tu familia: ¿Sos ángel o demonio?

-Depende, hoy en mi rol de director de esta película me considero un “Ángel”. (Sonríe)

Foto: Marcos Ludevic

Agradecimientos: Fox Entertainment Group y Carlos Ferrando

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