CAE de maduro, CAE por su propio peso y otras tantas variantes obvias podrían titular al presente de Carlos Alberto Elías tras una extensa charla donde repasamos desde sus inicios en plena adolescencia hasta la consumación de hits. En plena gira de “Rocklover”, su nuevo espectáculo que -entre otras ciudades- lo trae a Córdoba el 2 de junio en Quality Teatro, el cantante y compositor ha sabido reinvertarse tras los picos de explosión y exposición de los 90, expresa que:
Si digo Carlos es igual a barrio eso siempre conlleva códigos y simpleza, por supuesto hay excepciones, pero este artista no solo tiene la apariencia de “buen pibe” –por lo canchero, simpático y entrador-sino que lo respalda con gestos, agradecimientos y memoria, tanto para declarar con honestidad como sobrevivir a éxitos y fracasos. “Mantenerte en movimiento cuando se te dan las oportunidades es fácil, mantenerte en movimiento cuando a veces se te bajan algunas persianas es un verdadero mérito. Después de grandes éxitos me han tocado algunos fracasos personales, escribir discos que no le gustaron a la gente, algunos que están buenísimos y que no son un éxito comercial, de esos que cuando te hacen una colonoscopia te los encuentran ahí. Ahí están los discos (risas).
¿La clave fue tu vibra, tu energía o el carisma (como dicen todos)?
Puede ser, está bueno que pese a no tener el tema del momento la gente venga a verte, pague una entrada ―en este caso al Quality―para conectar con vos más allá de los temas. Está muy bueno. En el último tiempo he actuado en más de una ficción, haber estado en cine con Diego Torres, Diego Peretti, Santiago Segura en Casi Leyendas―que en mi vida jamás imaginé conocer― y actuar en una película producida por él es increíble. Yo lo veía como Torrente o En el Nombre de la Bestia y decía que monstro y pasé a mandarme un whats app con él. Ahora viene otro proyecto cinematográfico muy lindo que está por verse y ese tipo de cosas que te llegan por la carrera. Además, estamos ensayando para estrenar el 5 de septiembre “Rock of Eyes” que es una reposición argentina de una obra de Broadway con producción de Lino Patalano y un elencazo. Encima un papel protagónico es muy gratificante que te lleguen esas cosas. Debe ser porque ese pibe que no podía encontrar la financiación en 8040 cuotas de una guitarra Aria Pro 2 ―que eran las pocas importadas que ingresaban al país― y miraba en la vidriera esa guitarra firmada por Gustavo Cerati. Y cuando el tipo del negocio me abrió la puerta del lugar y me dijo: “vení, llevate esta guitarra y me la vas pagando como podés”. Quizás todo eso y ese sacrificio hacen que hoy cuando te van a tirar todos estos centros -por mantenerte en movimiento- los sabés cabecear.
Elías habla de la influencia del rock nacional en sus letras, de sus comienzos con Apósitos, Arena y Séptimo Túnel, de los primeros ensayos y paso por el under en lugares míticos como “La Esquina del Sol y Jams”, de los traslados junto a Los Auténticos Decadentes o los viajes en tren con Luca Prodan. “Técnicamente nunca fui un tipo que tuviera mucho estudio, después estudié un poco más, pero fue de caradura y tener huevos. La idea era tocar con los amigos y ganar minas. Nos dábamos cuenta que el reflector ejerce una cosa importante, cuando te parabas en un escenario y así hubiera cuatro, la piba te prestaba más atención. Después uno se fue formando más, vinieron bandas más en serio hasta que llegamos al embrión de lo que fue Bravo”.
¿Cómo fueron esos momentos?
Explotó pero tuvimos dos o tres años de mucho carreteo llamándonos Rocket, hicimos mucho under y grabamos un par de demos, nos dimos cuenta que la manera de entrar era grabar el disco producido por nosotros y llevárselo a alguien que lo edite. Hasta el día de hoy algo que siguen haciendo muchos grupos que es autogestionarse. No había grupos de soft metal como Bravo, lo más cercano era La Torre, después de mucho buscar conseguimos el teléfono del estudio de grabación en Valentín Alsina y ahí empezamos a grabar y ahí nos descubre un productor que era Bernardo Bergeret de la Z95 (radio) y la historia cambió. Arrancamos con el compilado de la radio y luego vino el primer disco previo o post paso por Ritmo de la Noche con (Marcelo) Tinelli y ahí fue un bombazo. Fue pasar de tocar en pubs a estadios muy grosos. Al ser muy pibes no siempre estás preparado para eso, te puede pegar de diferentes formas.
Deduzco que no te mareaste…
No creas, me maree un poco, todo conspira para que vos te marees. Pasás de ser un pibe que luchó para tener su primera guitarra, a que venga un productor y te diga: podemos comprar una importada. ¿Cuál querés? Una Fender, bueno dale.
Con las chicas pasaba lo mismo, nosotros de sexo, droga y rocanrol nos quedamos mucho con la primera parte y algo de la última. La más viva porque hubo un montón de b… que quedaron en la del medio rebotando…Estuvo bueno haber elegido la primera y la última de la frase porque fueron tres o cuatro años muy divertidos, de mucho aprendizaje pero llegó un momento que hubo que poner el pie en el freno y decir si esta carrera va en serio la asumimos, ahí fue cuando nos lanzamos como solista.
¿El 93 fue el año clave?
Después de das cuenta, cuando leés tu biografía y decís está bien marcado, pasó esto y aquello. Cuando te está pasando no te das cuenta que hoy estamos escribiendo la historia de mañana. El 93 fue muy importante porque fue un año de explosión total. Llegamos al doble platino, “Te recuerdo” se transforma en tema ícono de toda la vida, en mi lápida creo que va a decir: “Él que cantó Te recuerdo”… (Risas)
¿Fue una carga tamaño hit?
Depende como lo tomes. Es medio karma pero lo tenés que resignificar, potenciar y convertirlo en un capital y no en algo que te moleste. Hoy estoy sentado acá porque el 2 de junio hay montón de gente que va a ir al Quality a escuchar “Te Recuerdo”. Además tuve cinco número uno: Desierto sin Amor, Ángel, Una larga historia de amor…Todas baladas porque mis grandes éxitos fueron casi saliendo de la adolescencia, cuatro acordes, rimas simples pero la manera de transmitirlo, de contarlo, el gancho con la gente hizo que las canciones la gente las haga suya. Hoy las re-significa. Hoy puedo decir que “te recuerdo en mis sueños, te recuerdo en mi piel” no es la mejor rima que hice en vida, pero es la que más recuerda la gente y eso no está mal. Está bueno.