En la antigüedad, los chinos calentaban los caparazones de las tortugas y en ellas aparecían líneas, símbolos, que utilizaban como mensajes divinos, y consultaban para saber por su trabajo, por la siembra, por la cosecha, por las guerras, por sus familias, etc.
Así empezó este lenguaje mágico del I-Ching, y puede compararse todo esto a una operación alquímica donde se producen cambios, transformaciones vitales, que el ser humano debe tener en cuenta para mejorar el presente y prevenir errores futuros.
Originalmente el “Libro de las Mutaciones” era de uso exclusivo de los gobernantes pero hoy todos podemos disfrutar de su sabiduría y consultar cualquier tema en donde verdaderamente necesitemos un rumbo. Es un libro de predicción, meditación, autoconocimiento y de unión con Dios y la energía universal. Cuando uno consulta al I Ching como oráculo, hace una pregunta acerca de una situación y el libro indica la dirección de menor resistencia, es decir nos dirige, nos orienta como un gran maestro. Así como usaban la brújula para orientarse en el espacio, los chinos usaban el I Ching para orientarse en la vida. Contiene 64 hexagramas que son utilizados como oráculo y sobre todo como guía especialmente a la hora de tomar decisiones. Los hexagramas son gráficos que surgen de las 6 tiradas de 3 monedas de bronce. Confucio lo estudió y lo propagó hasta su muerte en el año 479 antes de Cristo agregando al libro sus explicaciones personales. La forma de usarlo debe ser sumamente respetuosa, y al formular nuestra pregunta debemos ser muy claros y no abusar de las mismas. Es decir, recurrir al I Ching cuando realmente lo necesitamos. Para hacer nuestra consulta sí o sí necesitamos usar tres monedas idénticas o bien tres monedas chinas dedicadas para este fin. La persona que consulta el I-Ching sostendrá las tres monedas entre las manos a la altura de la frente, concentrándose en su pregunta, las agitará y después las dejará caer de las manos sobre una superficie plana. Esto se repetirá un total de seis veces, hasta formar un hexagrama que es el símbolo que marcará el resultado de nuestra consulta. Todo depende de las monedas. Si al caer lo hacen de cara o cruz determinarán un número par o impar. Dependiendo de este número, nuestro hexagrama, al graficarlo, tendrá líneas continuas o discontinuas. Lo cierto es que cada consulta, da por resultado uno de los 64 hexagramasque componen el I Ching, el cual nos dará una visión sabia de nuestra consulta. En un principio este libro ofrecía dos respuestas posibles, un SI o un NO, (yin o yang) pero con el tiempo a partir de éstos se crearon combinaciones que acabaron transformando el simple sistema binario en uno más complejo, formando así los 64 hexagramas que componen el I-Ching actualmente. A los ojos de los chinos del antiguo Imperio del Centro, era el principio de toda sabiduría. Y todos los conocimientos humanos, naturales, ontológicos, psicológicos, morales y políticos estaban incluidos en él, condensados en sesenta y cuatro ideogramas de presentación hexagramática.
SU MENSAJE
El I-Ching está escrito en parábolas y metáforas, como hablaba Jesucristo, con fábulas poéticas y profundas. Por ejemplo, nos dice que “quien sabe ver en el árbol semilla, descubrirá también el fruto próximo”. Y en todo momento hace referencia a la naturaleza. Exige a quien lo interprete, una máxima potencia mental, una disciplina de vida y una conducta y evolución espiritual.
El I-Ching es un Oráculo, y según el diccionario, “Oráculo es la respuesta que da Dios de por sí o a través de sus ministros, sacerdotes o pitonisas”.
Algo muy importante es saber qué puede hacer el I-Ching por nosotros: nos hace comprobar cómo nada es terminal, salvo la muerte física, que depende de Dios, ya que el espíritu sigue viviendo. Si una parte se cierra, la vida nos abre una ventana, a veces no vemos por llorar y tener nublada la visión de nuestra mente. Si algo anda mal en nuestra vida, trabajos, negocios, problemas familiares, sentimentales, etc., nos aconseja cómo revertir esa situación, cómo cambiar nuestra forma de ser o sentir que a veces es equivocada. Muchas veces el problema está dentro de nosotros mismos, porque quizás no estamos realizando lo correcto.
El I-Ching tiene como norma este dicho: “En cada fin comienza un principio”. Nos enseña que ni la angustia, la depresión, la soledad, ni el cansancio, deben hacernos perder la fe, sobre todo en nosotros mismos. Todas son etapas, a veces más cortas o más largas, que Dios nos pone de pruebas y que la mayoría de las veces es consecuencia de nuestro karma, deudas de vidas anteriores que debemos pagar para evolucionar.