Don Francisco Álvarez de La Braña, salió de la Coruña en el año 1799 con destino a Montevideo en la fragata llamada La Concordia, y naufragó en las costas del Brasil salvando solo la suma de 9.667 pesos 4 reales. En 1804 obtuvo licencia del gobierno de Buenos Aires para ir al Brasil y retornando a la capital del virreinato naufragó otra vez en 1805 en Punta de Piedras.
Estos y otros pormenores constan en un pedimento que hizo Álvarez de La Braña al virrey Sobremonte en marzo de 1806 que le negó retornar a Brasil a traer en mercaderías los 9.669 pesos con 4 reales que tenía allá. Dicho marqués en octubre de ese mismo año y luego de los acontecimientos de la Reconquista lo nombró Teniente de la III Compañía del cuerpo de Patricios de la Unión de Buenos Aires, agregado al real cuerpo de Artillería para la defensa de aquella capital y sus costas. El rey Carlos IV tiempo después en Aranjuez a 16 de febrero de 1808 le mandó el título de Capitán de Milicias Urbanas en reconocimiento a sus méritos y servicios que había hecho en la defensa de Buenos Aires contra los ingleses. Dicho título le puso al cumplase el virrey Santiago Liniers el 9 de septiembre de 1809. Con la firma del virrey y tras su larga ristra de títulos y cargos decía:
“Por quanto se halla vacante el Empleo de Capitán de la Tercera Compañía del cuerpo de Patriotas, de la Unión agregado al Real de Artillería por fallecimiento del que lo obtenía”.
Las cosas no le iban tan mal a Don Francisco pues contaba con su buena entrada como Jefe del Batallón de artillería volante tal como lo muestra un largo documento referido a las cuentas de dicho batallón desde enero de 1809 hasta julio de 1810 pero esta aparente tranquilidad de un jefe militar en tiempo de crisis y revolución tuvo un abrupto final el 4 de octubre de ese mismo año, pues el 5 de diciembre fue confinado a Córdoba al igual que otros muchos españoles o criollos contra revolucionarios por la junta de Buenos Aires. En Córdoba el 27 de junio de 1811 Francisco Álvarez dirige una breve nota al Presidente y Vocales de la Junta Provincial en la que decía:
“Don Francisco Álvarez confinado a este Gobierno el 5 de diciembre del año p.p, dice que no pudiendo subsistir en esta Ciudad, solicita de V. S. la gracia de que se le conceda licencia para poder pasar a La Rioja y Famatina en compañía de don Juan Antonio de la Puebla favor que con justicia espera de la piedad de V. S.”
En respuesta la Junta cordobesa le concede lo solicitado. Y así fue como con muy buen criterio este militar español pasó a Famatina alejándose del epicentro revolucionario. Hizo exactamente lo opuesto de lo que por esos días realizó Don Francisco de Telechea también confinado en La Rioja que no tuvo mejor idea que regresar a Buenos Aires, seguir complotando y terminar fusilado por orden de Juan Martín de Pueyrredón. Tampoco sufrió lo que a cientos de españoles les tocó que no tomaron suficiente conciencia de la gravedad de los sucesos vertiginosos de esos días y terminaron confinados en el campo de concentración de “Las Bruscas” ubicado en el sur de la provincia de Buenos Aires y en las proximidades del llamado Rincón de López (Dolores). Quien contó de estas dramáticas escenas fue un militar español Faustino de Ansai natural de Zaragoza que luego de mayo de 1810 estuvo preso en Mendoza, Buenos Aires, Carmen de Patagones y Las Bruscas. Más de diez años en los sórdidos calabozos criollos. Don Francisco Álvarez de La Braña fue mucho más astuto que la mayoría de sus compatriotas y así marchó a trabajar en las ricas minas de Famatina y de otras partes a partir de su asentamiento en la Villa de Famatina por aquel entonces y hasta fines del siglo XIX la población más importante de La Rioja.
LA MINERIA SEGUN LO QUE CUENTA UN GEOLOGO INGLES
En 1888 la Argentina preparaba su concurrencia a la exposición que se llevaría a cabo en París en 1889 con motivo de la inauguración de la Torre Eiffel erigida al cumplirse los cien años de la Revolución Francesa. Nuestro país instaló casi pegada a la susodicha torre uno de los más rimbombantes y amplios edificios y allí exhibió los miles de productos de su, ya por entonces, dinámica y diversificada producción. De allí que el geólogo ingles H. D. Holskold a cargo de los estudios geológicos de la Nación elaborara una “Memoria general y especial” para la mencionada exposición, exponiendo todo lo que se conocía hasta entonces sobre nuestra minería.
Sobre la minería de La Rioja en especial y de Córdoba escribiría:
“No hay nada que indique que la minería progresase ni que ocupase siquiera la atención, durante el intervalo que pasó entre la expulsión de los jesuitas (1767) y la llegada de los aragoneses o jesuitas legos, es decir, Juan Leita y Juan Echavarria”. Estos, según se dice, llegaron a Sud America más o menos en el año 1777, diez años después de la expulsión, pero la opinión general asigna la fecha de 1803.
Es seguro, sin embargo, que Juan Leita poseía noticias obtenidas de alguno de los jesuitas expulsados, y que él con su compañero descubrieron de nuevo varias ricas minas de las cuales sacaron considerable cantidad de oro y plata; pero tomando en consideración el total de los trabajos que estos celebres aventureros españoles hicieron según se cuenta, en la provincia de La Rioja y en la de Catamarca, la fecha de su arribo a la América del Sur debe haber sido anterior a 1803.
Las minas que Juan Leita redescubrió incluyeron las de “Santo Domingo”, “Santa Rosa” y “La Viuda”, en el Cerro Negro.
MINERO EN TIEMPOS DE VIOLENCIA
En Famatina Álvarez se asociará con un conocido vecino don Joseph de San Román tal como lo señala una larga y pormenorizada carta del 11 de agosto de 1822 en la que le informa de las actividades mineras que estaba realizando en la mina Santo Domingo pero la relación no siguió en buenos términos en parte, suponemos, porque San Román no mostró según Álvarez la suficiente honradez a la hora de repartir ganancias y responsabilidades queriendo hacerse dueño de la explotación de marras. Pero además suponemos porque a Don Francisco, una hija de Don Joseph, le dio de calabazas y desairó al gallego solterón. Y ello se desprende de una más larga misiva que tiempo después y medio rota dirigiera a su socio:
“Señor Don Joseph San Román.
Yo tenía pensado no bolber á incomodar á usted más con mis molestosas cartas porque conozco le son sumamente desagradables pero los indicados motivos me han obligado a interrumpir el silencio, con cuya ocasión y para que en ningún tiempo se diga, que quien calla otorga, voy a satisfacer á su última que no pensava diciéndole: que a pesar del grande empeño que usted hace en ella para hacerme ver la verdadera Amistad que siempre me ha profesado, nunca podré estimarla como tal, quando los hechos de desatención que tengo experimentados así de usted como de su familia acreditan todo lo contrario, y para una prueva nada equivoca de esta verdad me detendré un poco en referirle algunos de ellos por lo que toca a usted solamente omitiendo los de su familia por no ser necesario”.
En su antepenúltima se leen estas formales palabras: “aunque sepa incurrir con el público en la fea nota de sinvergüenza, un día de estos pasaré a hablarlo a su cuarto” y en vista de semejante insulto, suponiéndome el hombre de más vajas y viles qualidades que puede haber en todo el Mundo teniendo a deshonor que le vean a hablar conmigo, ¿podré creer que usted me profesa la menor amistad que tanto decanta en su citada última? No por cierto.
En mi penúltima le expuse quanto ocurría en las habilitaciones de Ruiz y Corugedo y a esta insinuación tubo a menos contestarme, y en vez de la respuesta que era tan consiguiente se contrajo en andar publicando que usted era dueño absoluto de las 3 cuartas partes de la citada Beta de Santo Domingo por sesión que le hiso Alagón de las dos que eran del finado Puebla. Si esto es como usted dice que (lo dificulto por los antecedentes que no ignoro) yo lo celebro infinito, pero siento al mismo tiempo su desatención en impartir a otros primero que a mi dicha noticia máxime quando yo nada le ocultaba de cuanto se practicaba y pensaba practicar con respecto a igual trabajo que según colijo de sus tácitas averiguaciones se ha figurado que yo trataba de adjudicarme el derecho que me corresponde lo que nunca he pensado ni se me á puesto en la imaginación, y por lo mismo y en defensa propia séame licito decirle: que no soy tan avaro como usted me supone que su citada última dándome a entender que si en algo le he servido lo hice por el vil interés de la paga: verdaderamente que este es otro agravio con que de nuevo me insulta”.
Y así entremezclados negocios, honras menoscabadas e ironías a granel podemos suponer que la explotación con San Román de la rica mina de Santo Domingo, se terminó.
INCANSABLE BUSCADOR DE MINERALES
Al poco tiempo Francisco Álvarez casaría con Delfina Recalde Aldasor, con la que tendría tres hijos: Francisco, Carlos María y Emilio. Varias notas y cartas muestran la inquieta personalidad de este incansable y trashumante minero que viviendo como vivía en los tiempos más álgidos y violentos de esos años y ocurriendo en La Rioja enfrentamientos entre unitarios y federales que tenían justamente a Facundo Quiroga, como uno de los principales protagonistas, el español seguía empeñado en pasar por alto estas dramáticas circunstancias y continuar en su obsesión por trabajar y explotar minas con ricos minerales. Así fechada en Chilecito el 21 de abril de 1828 dirige al Gobernador delegado una breve esquela:
“Don Francisco Álvarez individuo de ese gremio y actual juez consular en este Departamento de Famatina ante V. E. como mejor preveo digo que teniendo que ausentarme de este destino por largo tiempo a la Jurisdicción de Córdoba a diligencias propias, en cuya virtud se ha de dignar V. E. admitirme la renuncia que hago a esta Comisión”.
Recibiendo el mismo día la respuesta:
“Chilecito abril 21 de 1828
Se admite la renuncia que hace el Juez Consular Don Francisco Álvarez en atención a los justos motivos en que las funda, debiendo él gobernador delegado manifestarle como lo hace la satisfacción de la autoridad que el celo y pureza con que ha desempeñado esta Comisión y el servicio que a ello a prestado a la provincia. Lavalle”
Pero el hecho de tener que dejar sus trabajos en la mina Santo Domingo no le quitó las ganas de seguir peleando por trabajar otras minas en este caso fuera de La Rioja y así es que fechada en Yerba Buena en la provincia de Tucumán, localidad pegada al Aconquija y existiendo en la zona varias explotaciones mineras, el le escribe a su mujer el 17 de enero de 1829 una carta donde cuenta aspectos de su actividad:
“Mi amadísima y dulce Delfina
Nuestro trabajo de minas hasta aquí sigue mui bueno pero las muchas lluvias que han principiado de este mediados del mes pasado apenas nos permiten alguno u otro día continuarlo. Las tormentas son tan copiosas de agua, truenos, rayos y piedra que nos tienen aturdidos y llenos de terror y sobre salto; y por lo que nos dicen los de aquí, estas suelen durar hasta todo marzo y siendo así larga va la fiesta. En estos lugares no se logra una planta de hortaliza a causa de la mucha piedra y de la hormiga por lo que carecemos de todo a excepción de carne y leche que es nuestro único alimento porque nos hallamos sin pan que hace algún tiempo que se nos acabó la harina que hemos traído; pero todas estas faltas son soportables siempre que la mina siga como hasta aquí.
La demora de García en su vuelta de Buenos Aires me obliga a salir mañana para Córdoba a traer varias cosas que nos faltan y de allí te escribiré por el correo. Aquí se dice que la comunicación de Córdoba con Buenos Aires está cortada enteramente u siendo esto así, es verosímil que García no buelba tan luego de aquel destino y su detención nos es sumamente gravosa, pero es preciso armarse de paciencia hasta que Dios Quiera Tranquilizar las desavenencias políticas. Todos estos acaecimientos son causa que mi viaje a esa se prolongue mas de lo que yo pensava pues solo aguardaba el regreso de dicho García para verificarlo junto con él”. Francisco Álvarez
Podemos ver que los problemas de Francisco Álvarez no están supeditados exclusivamente a sus labores de minero sino que los violentos tiempos en los que vivía y más en las zonas más calientes de las guerras civiles lo expresa repetidamente por las dificultades de tipo bélico y político que lo perturban tanto más que las cuestiones mineras. Es lógico suponer que las dificultades de todo tipo en Tucumán lo llevaron al norte de Córdoba en las proximidades de Ojo de Agua a la mina Cacapiche. Según el geólogo ingles que comentamos:
“En el año 1834 algunos extranjeros edificaron un pequeño establecimiento, en un punto llamado Ojo de Agua: pero no entendían la naturaleza de los minerales, ni los métodos para la extracción del metal, del cual perdieron la mitad, resultando en otro fracaso.
Un establecimiento de fundición existía en 1834 en un paraje llamado Cacapiche, cuyos dueños eran gente que por primera vez entraban en empresas mineras. Pero, aunque los métodos adoptados para extraer la plata del mineral, galena, eran muy imperfectos, y los gastos generales excesivos, no obstante se sacó una ganancia mayor que la que se había obtenido anteriormente por el procedimiento ordinario”.
Y es que en ese lugar Francisco Álvarez está más de dos años trabajando como lo señalan cuatro cartas, siendo la primera fechada en Cacapiche el 5 de agosto de 1831:
“Amada y dulce Delfina
Aprovecho la oportunidad que se me presenta para abisarte que a pesar de los contratiempos que hemos sufrido en todos sentidos a causa de la borrasca política, quedamos por acá disfrutando de completa salud gracias a la Divina Providencia y lo único que en la actualidad me aflige y me tiene con incesante cuidado es el ignorar de tu existencia y demás de casa quienes presumo habrán experimentado iguales vicisitudes y sin sabores que nosotros, pero todo es soportable cuando la salud no falta que es lo único que por ahora les deseo.
Luego que asomaron por este destino las montoneras de Salteadores traté de retirarme a Córdoba en donde permanecí cinco meses hasta que triunfó la federación, con cuyo motivo han vuelto a ponerse en quietud y tranquilidad el desorden que inundó toda esta Campaña y hoy hacen diez días que llegué a este destino con el fin de agilizar las fundiciones y espero que en toda la semana entrante daremos principio a ellas. Si el resultado corresponde a nuestros deseos podremos concluir dentro de cuatro meses y entre tanto mi amado bien es indispensable que tanto tu como yo suframos con resignación la dura y dilatada ausencia que nos separa”.
A fines de ese año el 20 de diciembre desde ese mismo lugar le escribe a su mujer: “Mi dulce bien y amadísima Delfina
Mucho siento tus padecimientos y este sentimiento se aumenta cada vez que considero que por ahora no encuentro medio como poder alibiarte de ellos; y mientras que no se efectúe la fundición de los Metales que tenemos sacados para este fin, es preciso que sufras con paciencia.
En la actualidad nos hallamos contraídos en esto únicamente y hasta esta fecha, solo llebamos fundidos dos Caxones, aunque con el desconsuelo que el resultado no ha sido correspondido en la ley, ni á la mitad de lo que esperábamos; de modo que si en los otros que faltan sucede lo mismo á duras penas sacaremos para cubrir los gastos que tenemos hechos; pero salga lo que saliere en el acto que se concluya dicha fundición que supongo será en todo el mes de Mayo próximo, te prometo sin mas dilación ponerme en camino para esa que si tu lo deseas así, yo lo apetezco mucho más y entonces te contestaré berbalmente a otros particulares de tu carta que ahora reservo por ser injustos los cargos que en ella me haces.
Si acaso no has buelto a hacer nuevo propósito de no escribirme cuando tengas proporción no te olvides de abisarme si continua el trabajo de las minas en ese Mineral y que tal les esta yendo a los mineros, porque yo pienso si aquí no mejora la suerte, bolber a continuar allí con antes el mismo ejercicio. También me avisaras si la moneda de la Rioxa está o no corriente para poder llebar a cambiar allá las pastas que tal vez haga más cuenta que a Córdoba, que solo hay un individuo que las compra y no las abona a más de $7 pesos metálicos.
Francisco Álvarez
Verso que se cantaba en Córdoba luego de que triunfó la federación:
Muera la Cinta Celeste
Viva la Cinta Punzón,
Mueran los Unitarios,
Viva la Federación”.
Y el 24 de febrero del 32 desde Cacapiche y en respuesta a una carta de su mujer le dice:
“Mi querida y amada Delfina
Por mano del conductor de esta tube el grandísimo placer de recibir la tuya de 5 de enero último por la que veo logras de buena salud, á la par de los demás individuos de esa casa que es lo que sobre todo regocija más mi corazón. Igualmente quedo impuesto de los demás pormenores que en ella me comunicas tocante al actual estado de ese Mineral, valor de las pastas de oro y plata, y de hallarse corriente el Cuño como de la tranquilidad que se goza en la actualidad en ese destino, cuya noticia me hace desear más y más que llegue cuanto antes el día de mi partida para esa, pero mi adversa suerte se opone á que lo verifique para el tiempo que calculaba estar expedito para ponerme en camino, a causa de haberse fugado los peones que teníamos para continuar las fundiciones, siendo uno de ellos Felipe Casas el que me avisas se halla en esa, el primero que se puso en fuga y con su ejemplo otros más y en el día tan solamente teníamos a Joaquín y otro por cuya falta nada hemos podido adelantar en la fundición y lo peor es que todos se fueron debiendo bastante. Si acaso el dicho Felipe se ha conchavado en esa, que lo dudo, puedes si te parece denunciarlo ante Juez competente por 25 pesos que fue debiéndome pues no es acreedor a ninguna consideración en vista de su procedimiento.
Por lo que respecta a tu hermano, mis miras siempre han sido y son de que tome algún giro y en tanto que no tengo fondos para ello no hallo en que ocuparlo aquí, pero luego que funda algunos metales lo abilitare con algún principalito para ver que tal se maneja, destinándolo a esos lugares”.
Pasará casi un año y medio y tenemos todavía en Cacapiche el 10 de julio del 33 la última carta de Francisco Álvarez: “Amada Delfina. Satisfago á un mismo tiempo á tus dos apreciables últimas de 13 de mayo y 15 de junio próximos pasados. Recibí las dos cargas de harina, las dos de vino, un barrilito de aguardiente y demás encomiendas de golosina que te has servido mandarme, como igualmente la ropita de Francisquito y los cuatro pares de calzoncillo para mi uso. El dicho Francisquito ha llegado aquí vivo por un milagro del Altísimo. Pues en el camino ha sufrido dos caídas del caballo y solo en una rodilla ha recibido una lebe contusión de la que sanó completamente a los pocos días de estar aquí, y en la actualidad queda mui contento y alegre a pesar de la continua tarea de leer en que lo tengo y por lo que demuestra espero que en breve estará apto para ponerlo a escribir; pero esto no será hasta que pasen los fríos y las nevadas que desde que llegó Aniceto casi no se cortaron en ningún día hasta hoy.
Por la de 15 veo las diligencias y pasos que diste juntamente con Padre sobre la compra de esa hacienda y a fin de sacarles del apuro en que se ven hice un exprofeso a Córdoba suplicando a varios amigos me supliesen el dinero que me indicas en la tuya, pero ni un solo peso he conseguido en numerario y si tres libranzas que te incluyo adjuntas”.
En el mineral de Córdoba se enfermó y murió.
CONCLUSIÓN
El geólogo ingles dice que en 1834 la mina ya estaba abandonada y teniendo en cuenta la última carta de mediados del 33 podemos suponer que poco tiempo después de escrita Francisco Álvarez falleciera. Quizá la consecuencia de la acción de bandas de ladrones que era muy común atacaran a los mineros, no solamente en Córdoba sino en Famatina y otras partes. Fue una vida de este minero bastante trabajada, hizo a diferencia de los cientos de españoles encarcelados muchos de ellos por el simple hecho de ser españoles algo muy distinto, en vez de tomar cuando quedó libre el camino del puerto tomó la ruta exactamente contraria y así trabajó minas en Famatina, en Tucumán y en Córdoba con su mujer tuvo tres hijos. El mayor Francisco y Carlos María fueron llevados en 1847 a estudiar a Buenos Aires por el primer obispo riojano monseñor Nicolás Aldasor hermano de Delfina Recalde Aldasor y tío de los hijos de Francisco Álvarez. De Emilio, el otro hijo poco sabemos pero de Francisco y Carlos María bastante. El primero estudió varios años medicina y vuelto a La Rioja ocuparía cargos en la provincia de tipo jurídico, cívico, etc. en 1854 diputado por la capital fue elegido en la Primera Legislatura Constitucional presidente de la misma, sería luego varias veces diputado, juez practicando sin tener sus estudios completos como médico pues los tiempos lo permitían y así pasó a la historia como “el médico de la montonera”. Su hermano Carlos María que estudió la carrera militar llegaría como teniente coronel a ser jefe del Estado Mayor de Felipe Varela participando en la batalla de Pozo de Vargas siendo cruelmente sacrificado luego de la derrota en el “Cepo colombiano”.
Francisco Álvarez de La Braña fue el padre fundador de una numerosa y larga familia riojana.