Hace tres años que venía pasando los inviernos de Argentina trabajando en Europa; tres años extrañando eso único que tiene la nieve y montaña, esa pureza en el aire que te despeja los ojos, los pulmones, las venas.
Este año que me quedé para terminar mi disco, sabía que sería mi revancha y me organicé este viajecito a la Patagonia en el momento más difícil del país para también huir de la negatividad de la ciudad y entrar en contacto con personas que viviendo en contacto con la naturaleza, ven la pobreza y la abundancia de muy diferente manera. Llegué a Bariloche y lo primero que hice fue visitar a mi hermano el músico, que eligió el sur como nuevo hogar desde diciembre del año pasado. Dormí como un bebé en su cabañita sin wifi pero con hogar a leña, bicicleta y vista a las montañas. Salimos a pasear bajo la lluvia, nos llenamos la panza en el restaurant de la cervecería Kunstmann y vimos salir el sol frente al lago. Cuando él se fue a trabajar, yo me fui a una clase de yoga de Corina, una señora que muchos me habían recomendado que ofrece retiros en su casa donde la alimentación consciente y el yoga depuran toda la toxina y ceguera que uno trae de la ciudad. A la noche cené con chicos de distintas provincias que también eligieron la Patagonia como su nueva tierra. Viven con muy poco, trabajan y comparten mucho, están muy contentos. 50 pesos cada uno y se armó un tremendo pollo con verduras y arroz entre copas y muy buena música.
Al día siguiente seguía lloviendo y como no íbamos a poder subir al Cerro Catedral, nos fuimos de paseo a Villa la Angostura donde me habían invitado a conocer una hostería llamada ¨La Posada¨. La ruta justo había sido abierta tras el derrumbe así que llegamos en tan sólo una hora a este pueblo encantado pero, por las noticias del derrumbe, desértico. Otro día para comer rico, leer, mirar pelis y quedarse en esa hermosa posada cuyas habitaciones parecían pertenecer a un barco por la vista sobra el lago Nahuel Huapi. Despedimos el día con una guitarreada cantando en el hogar del living. Al día siguiente abrí las cortinas de mi habitación y estaba todo blanco mientras seguía nevando intensamente. Claramente estos primeros días me obligaron a la pausa que tanto necesitaba para observar mi camino desde otro lugar y a juntar muchas ganas para subirme a la tabla y surfear esa nieve acolchonada. Pero también para ser feliz con todo lo que si se podía hacer… salir a correr por bosques, caminatas bajo la nieve, sacar fotos, charlar con los locales, reencontrarse con viejos amigos, comer chocolate con vino.
Mi hermano regresa a Bariloche y yo me quedo en la Villa, siento señales y muchas ganas de quedarme ahí aunque sin saber que haría. Y todo se fue dando solo… mi gran amigo la Tota apareció para acompañarme al cerro y me contó que había conseguido algunos lugares para que yo pusiera música y cantara. Mi agenda se empezó a llenar de mis mayores pasiones. Volví a conectar con la tabla de Snow después de un accidente que me había hecho cambiarme al esquí por 4 años. Lo bueno se espera y así fue como delante de mis ojos se abrieron todos los medios para llegar a esos fuera de pista colmados de nieve virgen. Anduve sola, me gusta andar sola… y conocer gente nueva en cada medio de elevación y charlar. De paso conseguía público para mi show! El patrullero de montaña, de noche es dueño de un bar en el centro y a la tarde alquila canoas en el lago. Tres trabajos para poder sostener a su familia a la que casi no ve pero agradece porque ama lo que hace y la energía del lugar.
Cerré el día merendando en Bahía Manzano y recibí otro gran Presente cuando se dibujó un arco iris completo en mi ventana. Cada día del viaje fue así, fluyendo sin planes y recibiendo presentes, porque eso sucede cuando uno está en el aquí y el ahora que la agenda de la ciudad suele tapar con preocupaciones, apuro y especulaciones.
De noche los planes también fueron variadísimos… desde cenar en 5 pasos en ¨Tinto¨, el restaurant más Gourmet de la zona, hasta pedir una tarta en una rotisería y comerla en el auto con la ventana del techo abierta al cielo y la música de Hernan Cattaneo al máximo volumen, o visitar amigos y enseñarles a pasar música en sus paradores. Porque el dueño del restaurant debe ser también Dj, obrero, fotógrafo, guía de excursiones, decorador, PR, bachero…
Se acercaban los últimos días y aparecieron propuestas para ir a tocar a San Martin donde la nieve también rebalsaba y los amigos que hice de tanto viajar sola, me esperaban. Pero no podía volver a cambiar mi pasaje y me despedí de Villa La Angostura con un día soleado de riding seguido por un Dj set en la base del cerro y, como si no fuera suficiente, otro a la noche en una pintoresca cervecería en El Mercado, Ataliva. Invite a los Dj que conocí en Bariloche comiendo pollo con verduras y se armó un tremendo Line up de funk con vinilos, Deep House, NU Disco y mínimal techno para cerrar. Ellos felices ya que en Bariloche había veda electoral. De haberse planificado no habría salido.
No podía saberse cuando vendría la tormenta a llenar de nieve, cuando se abriría el paso de Bariloche a Villa La Angostura, cuando habilitarían los medios de elevación en Cerro Bayo, cuando se armaría el after en la base, cuando saldría el arco iris. Había que simplemente viajar y estar para recibirlo todo.
Así que amigos… si están esperando certezas o seguridades antes de decidir un viaje, sepan que lo único que necesitan es tener las ganas, animarse a estar a solas con uno mismo y confiar en lo que aparece en el camino. Cada viaje de estos genera muchos más, es como contagioso. Planear un poco, dejar el resto en manos de la Sincronicidad.
¡Hasta el próximo, abrazo!
V.