Viajes | La escena Glasgow

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Hace unos días fui al concierto de Belle and sebastian en Sydney y fue inevitable que vuelva a la memoria mi viaje a Glasgow. Me pasa también cada vez que la reproducción aleatoria me tira un tema de Franz Ferdinand, muy 2000 todo.

Para ser totalmente honesto, la idea inicial era ir a Edimburgo, pero una amiga que vive en Glasgow nos dijo que nos quedáramos en su casa, Edimburgo queda a una hora en tren de Glasgow. Y siempre gana el espíritu ahorrador, eufemismo de tacaño.

Por lo tanto, sin nada de expectativas ni habiendo tenido en mente visitarla, llegamos a Glasgow. Nunca había sentido tanto frío en vida, el invierno maquilla de blanco el enero escocés. Y era madrugada, claro, con estos vuelos super baratos a treinta euros de las compañías low cost. Bocanadas.

Fuimos a dejar las cosas a la casa de mi amiga, en los suburbios. Eso también me gusta mucho de viajar a lugares dónde tenés amigos, casi siempre viven en zonas alejadas dónde se puede sentir el verdadero espíritu de la vida local: el supermercado del barrio, los buses que hay que tomarse hasta el centro, la plaza dónde juegan con nieve unos niños a los cuales es imposible entenderles: el inglés de escocía es el más cerrado del planeta, casi vikingo.

Nuestra amiga se fue a trabajar y guantes, gorro y bufanda en mano, nos fuimos a pasear. En el trayecto hasta el centro, Glasgow se nos fue presentando como si ya lo hubiéramos conocido. Construcciones bajas, ladrillos vistos, techos inclinados, bruma y ese Reino Unido post revolución industrial, vapor y carbón: Glasgow fue el centro de producción de navíos más importante durante la revolución, por su ubicación estratégica a orillas del rio Clyde. Gracias wikipedia por confirmar la sensación que tuve.

Nuestra primera parada fue Kelvingrove Museum. Si tuviera que responder a la pregunta qué atesora este museo, tardaría bastante. El edificio, imponente. Un antiguo castillo que alberga cosas de lo más variadas: desde obras de arte (de Dalí a Remembrat), hasta aviones, máquinas, robots y animales embalsamados. Costó un ratito, pero finalmente descubrimos el hilo conductor: la historia de Glasgow contada a través de su cultura y tecnología. Fue una muy buena azarosa primera parada para conocer más acerca de la historia de Escocia.

De ahí fuimos al centro de la ciudad, nos sorprendió muchísimo toda la puesta en escena para recibir a los juegos olímpicos de la comunidad europea, toda la ciudad empapelada con casi un año de anticipación, una locura.

Después de caminar un poco por el centro de la ciudad, nos tomamos el metro para ir al segundo hito que quiero destacar: The Glasgow School of Art. No quiero dejar de hablar del metro de Glasgow, es de forma cilíndrica y de color anaranjado, super setentoso. Caminando por las estaciones pensábamos nos aparecería Alex DeLarge y sus amigotes de La Naranja Mecánica. Hubiera estado buenísimo.

Es así que llegamos a la escuela de arte de glasgow, un edificio antiguo con un patio central en el que funciona un lunch y allí estaba: la muestra del semillero de los artistas mas prometedores de Reino Unido.

De ahí fuimos a ver una banda cuyo nombre no me acuerdo a un lugar cuyo nombre tampoco me acuerdo, y terminamos el día agotadísimos, pero super felices y gratamente sorprendidos. La escena de Glasgow es muy difícil de tocar, es ese intangible de una ciudad en la que están cocinando cosas. Cosas hermosas.

+info: http://www.gsa.ac.uk

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