El Papa del tercer mundo, el renovador, “Colui che viene da lontano”. Jorge Mario Bergoglio, ahora llamado Francisco de la Iglesia Católica, es sin dudas una figura sorprendente y de una envergadura mediática formidable.
A casi dos años de su elección heterodoxa, muchos aún se debaten si debe ser considerado como el Papa de los gestos y una cara amable, o es un reformador sutil aunque firme que meterá a la Iglesia Romana en el Siglo XXI.
Ahora sucedió algo, presten atención: Se presenta un documento episcopal discutido durante un mes por obispos y cardenales, el mismo es sumamente progresista en su lenguaje y muestra un cambio radical en el trato a, por ejemplo, los homosexuales. El documento tiene, según se dice, la firma y el apoyo de Francisco. Un lunes se filtra un borrador… al siguiente es revisado por los miembros más conservadores del clero y se elimina una buena porción de su contenido reformador.
Si al menos se entiende que la figura de Bergoglio esta desafectada y lejana del burdo medievalismo romano, no se debe dejar pasar que la Curia vaticana es la misma secta de viejos y millonarios sacerdotes, adictos a las bacanales del césar, pero de estricta moral proyectada al exterior. Muchos Cardenales aún proceden de países donde la homosexualidad está ilegalizada y todos estos hombres maduros recuerdan aún la tiránica postura de Juan Pablo II sobre esta y otras cuestiones que hoy se debaten.
Mucho se necesita cambiar en una institución que es el epítome del conservadurismo en el mundo. ¿Demasiado trabajo para un solo hombre al borde de su generación? Se necesita un lenguaje nuevo, el valor de los sacerdotes sin vos de exigir ese cambio que los suntuosos niegan. El documento no versaba sobre el magisterio de la Iglesia, era un gesto más, pero uno más audaz y concreto. Fracasó, pero quedan las palabras previas de Francisco como -tal vez- una promesa de que seguirá intentándolo: “Dios no le teme a las cosas nuevas”.