Los Tekis son desde hace años, una de las bandas folklóricas más potentes del norte argentino. Nominados a Los Grammy y con fans en todos los rincones del continente sudamericano, prometen una temporada veraniega a puro ritmo con su nuevo disco “Pachakuti”. Su líder Sebastián López, cuenta los motivos de su éxito.
Hace tiempo que el folklore argentino dejó de ser formal, adulto y regional, para convertirse en un espectáculo plural, familiar, festivo y nacional. Con La Sole y Los Nocheros como precursores, fueron Los Tekis quienes años después subieron la apuesta y a sus canciones le agregaron shows estéticamente rockeros y pop. Nueve artistas en escena, liderados por Sebastián López (39 años), que además de tocar todos los instrumentos con la potencia del norte argentino, conquistaron todo el continente americano hasta llegar a ser nominados a los Premios Grammy. Con su nuevo disco “Pachakuti”, vuelve a rodar por Argentina, prometiendo un verano a pleno charango, quena y bombo.
Antes elegíamos determinamos festivales para hacer nuestros imponentes shows, pero entendimos que todos los públicos se merecían lo mismo. En el Festival de Cosquín llegamos a meter cien personas en el escenario. Hicimos un Carnaval ahí mismo. Fue una noche inolvidable. Porque una vez fuimos a una presentación y la gente de la organización nos preguntó dónde estaba lo nuestro que habían visto en un video. Y ahí nos cambió la cabeza.
Pero no todos los lugares tienen las condiciones para hacer un show espectacular…
-No, en absoluto. Si el escenario no tiene pantalla gigante, la alquilamos nosotros. Si es chiquito, no las arreglamos para acondicionarlo. Pero donde toquen Los Tekis, te aseguro que habrá fiesta y la gente se quedará con la boca abierta. Tenemos un lineamiento que va de la mano del disco y hacemos siempre lo mismo porque sentimos que todos merecen recibir y oír lo mejor.
¿Imagino que habrán conocido sitios inhóspitos donde las condiciones no estaban dadas, salvo el entusiasmo de la gente?
Hubo festivales en los que nos cambiábamos en la camioneta porque no había camarines. Pero entendimos que el folklore no es un género menor y que hay que darlo todo. El folklore puede ser un poncho y una guitarra; pero también pantallas gigantes, luces, fuego y gente tirándose en tirolesa.
Aunque parezca una agrupación nueva, podríamos decir que Los Tekis también son próceres dentro del folklore argentino.
-Hace veintisiete años que estamos tocando juntos. Empezamos a tocar en la peluquería de los hermanos Chañi. Ellos eran cuatro y enseñaban gratis. Yo tenía ocho años porque quería aprender a tocar la quena. Y cuando llego, ya estaban Pipo, Mauro y Juanjo, que hoy seríamos como los fundadores de Los Tekis.
¿Apoyo total de sus padres, para siendo tan chicos formar una banda?
-Absoluto. Recuerdo que estábamos desde las dos de la tarde hasta las diez de la noche en esa peluquería. Y mientras aprendíamos, jugábamos a la pelota en la calle, cenábamos, todo. Y como devolución, barríamos y hacíamos los mandados. Con los años, éramos nosotros lo que enseñábamos a los changuitos más chicos, gratis claro está. Y así, con un mix de chicos más los grandes, hicimos un grupo con los que tocábamos en casamientos.
¿Qué significa “Los Tekis”?
-“Teki” significa “chico” en Quichua. Es el nene que lleva la mamá en la espalda. Cuando todo empezó a tomar forma, yo ya tenía once pero Juanjo que tenía catorce, se hizo emancipar para poder firmar contratos (sonríe).
¿Qué influencias recordás?
-Escuchaba mucho folklore. También mucho tango, y mis padres escuchaban a José Luis Perales. Y por parte de mi hermano, Pedro y Pablo, Marilina Ross y Sui géneris.
¿Qué escenario recordás como un quiebre en vuestra carrera?
-El de La Serenata en el Cafayate, un festival bien grande del norte en el que tocamos en el año 91. Hicimos tres temas porque no teníamos más y la rompimos mal (sonríe). Y nos dieron al otro día cuarenta minutos y repetimos temas porque nuestro repertorio era corto (risas). Éramos instrumentales en esa época.
¿Y al año siguiente ya Cosquín?
-Exacto. Increíble. Lo pienso ahora y no lo creo. Tocamos a las siete y media de la mañana, para los que estaban limpiando, porque éramos desconocidos absolutos, si bien ya éramos Los Tekis. Y en el 95 volvimos y ganamos el premio Consagración, ni siquiera Revelación, que hubiese sido lo más lógico. Nuestra historia es mágica. Todo se dio siempre bien, obvio que pusimos siempre todo y nuestro esfuerzo dio sus frutos.
¿Y Buenos Aires cuando?
-En el año 98, cuando fue el boom de La Sole y Los Nocheros, nos empecinamos en romperla para llegar a Buenos Aires. Y hacíamos canciones para llegar y no podíamos. Varios años de estar intentando. Habíamos hecho un Gran Rex con Los Alonsitos pero muy tranquilo. Paseábamos por Buenos Aires, frente al Luna Park, el Ópera y hasta por el Colón, lugar donde tocamos hace un tiempo en el homenaje a Violeta Parra; y no le encontrábamos la vuelta. Pero entendíamos que no había una fórmula y cuando desistimos y nos relajamos en ser nosotros, en la Pachamama y en nuestro Jujuy amado; nos empezó a ir mejor en Buenos Aires. Con el charanguito y el bombo entramos en el corazón del porteño (sonríe). Son enseñanzas que te dejan y te marcan. Cuando miramos para dentro, de poner la pata en la tierra, componiendo sobre lo que éramos, nos fue genial. Después con el disco de “Rock and Tekis”, nos afianzamos con un Luna Park en el 2013 que será siempre recordado.
¿El nuevo disco de ustedes se llama “Pachakuti”, que significa…?
-“Pachakuti” significa tiempo de cambio profundo y es una etapa que se da cada quinientos años en el mundo. Es una etapa que se está dando ahora, en este momento, con respecto a la Pachamama; pero es también un cambio de actitud social y espiritual. La Madre Naturaleza está avisando con sus mensajes de huracanes y terremotos y tonto de nosotros desoírlos.
¿Nunca sufrieron productores que quisieron imponerles canciones o sonidos?
-Nunca. Y eso que tenemos un sello discográfico que nos respalda. Pero ya vamos por el disco número diecisiete con la misma fórmula. Somos un grupo de amigos. Tenemos palabra y creemos que mejor que nosotros nadie maneja mejor nuestro arte. De hecho hace muchos años que no tenemos representantes.
Yo estuve en ese Luna Park en el año 2013 y fue increíble. Pero hubo una transformación marcada…
-Nuestra transformación fue natural, progresiva y sostenida. De usar ponchos a usar camisolas y ahora estamos en una etapa fluorescente. Sentimos que estamos en un momento internacional y lo utilizamos para perfeccionar nuestro sonido. Queremos que en nuestra ciudad nos escuchen al igual que cuando fuimos a los Grammys, donde estuvimos nominados y nos ganó Lila Downs. Ahora la invitamos a tocar con nosotros. Si no pueden con tu enemigo, únete, dice el dicho (risas). Estábamos en Las Vegas y nos decíamos con Juanjo “Qué hacen estos dos coyas en Las Vegas, entre Alejandro Sanz, Romeo Santos y Juan Luis Guerra” (sonríe).
En veintisiete años pasaron de ser niños a adolescentes y ahora más de uno debe ser padre…
-Todos tenemos familias y mujeres. Yo tengo dos hijos de seis y cuatro años pero separado de la madre, aunque tengo una muy buena relación. Y ahora en pareja y tranquilo. Pero cuando estamos en Jujuy somos padres y nada más. Cuando nos vamos tal vez nos pegamos una resbalada pero en casa, somos todos padres de familia. Antes de los shows me guardo porque siempre me invitan a asados pero no voy porque en mi caso, tengo el pico flojo y me tengo que controlar (risas). Además siempre sale una guitarra y terminás tocando y acostándote tarde y hay que cuidar la garganta. El público que paga una entrada se merece la mejor versión de Los Tekis siempre.
¿Se cuidan previniendo?
– Y también salimos a correr, hacemos gimnasio. Nos cuidamos las manos que son con las que tocamos los instrumentos, en mi caso la voz también, siempre abrigado, la garganta cubierta. Este verano hicimos cuarenta y ocho shows entre enero y marzo. Se requiere una disciplina importante.
En Jujuy son los dioses terrenales…
-En Jujuy nos tratan súper bien pero seguimos siendo “los hijos de…”. Yo soy el hijo de César López (risas).
Se los ve felices tanto sobre el escenario como abajo…
-Es que la vida nos dio mucho. Y tratamos de devolverle a la Pacha un poco de todo lo que nos está haciendo vivir. Cuando vamos a un colegio a tocar y los chicos enloquecen, o hacemos festivales benéficos para instituciones del norte que lo necesitan en serio, sentimos que devolvemos algo de lo generosa que es nuestra vida. Y lo mejor es que nadie se entera y es un momento de felicidad y privacidad entre los que más necesitan y nosotros.