Asoma un viejo Peugeot abarrotado de objetos, como si una familia entera se trasladara por vacaciones. Se estaciona con un par debocinazos de cortesía. Lo conduce un payaso. En realidad, le falta colocarse un sombrero y la nariz clásica y ya está listo para salir a escena. Lleva pantalones y camisas coloridas y peina algunas canas.
En el interior lo esperan niños y niñas que están recibiendo tratamiento oncológico y se hospedan con su familia en el lugar. Es en la Casa Ronald Mac Donald’s, lindante al Hospital de Niños de Córdoba. El payaso se llama Sergio Daniel Navarro, nos extiende la mano con una amplia sonrisa y entra a bajar elementos de su baúl. En menos de cinco minutos ya saludó a todo el mundo y plegó un teatro de títeres. Lo miran con asombro y en el primer minuto ya se ganó a su público que participa en cada intervención. Hay una nena que no para ni un segundo en reírse a carcajadas.
No es un payaso como cualquier otro que conocí. A mi pueblo o ciudades cercanas llegaban -junto con el circo- uno por año, y más los que vi en Córdoba, Mar del Plata o Buenos Aires debo tener una media de veinte payasos, algunos más parecidos que otros, varios con esa tristeza característica y otros un tanto sobre actuados o exagerados en sus actings. Difícil tarea la del payaso, quizás la más arriesgada de un circo y también la más esperada. Este es un payaso alegre y honesto, es decir, actúa a cara lavada, eso sincera la distancia pero complejiza su trabajo. El o la pequeña debe creerle así como está. Y Sergio Daniel Navarro te atrapa con su corazón abierto, con su expresividad al soltar cada frase como si te estuviera abrazando. Es profesor de Geografía en varios colegios de la provincia y vaya maestro que ligaron sus alumnos, una suerte de Merlí de las emociones. “Soy medio payaso siendo profesor de geografía. Y eso fomenta la creatividad en las formas de llevar adelante clases originales. Pactamos con los alumnos dar clases de diferentes formas y transformando el aula moviendo los bancos, por ejemplo”, dice.
Terminada la función me entero que hace más que sus celebradas payasadas de esa tarde. Sergio creó un colectivo que se llama Risas Contagiosas que une por redes sociales a todo aquel que quiera colaborar acompañándolo en sus visitas a lugares donde los niños no tienen la oportunidad de recibir hechos culturales. De a poco fue sumando regalos gracias a esa gran red que fue construyendo y ahora también posee un comedor –junto aun grupo de colaboradores- en un barrio marginal.
Risas Contagiosas es un “proyecto de aprendizaje solidario, artístico, creativo, sanador e intercultural”, en palabras de Sergio que, además de los títeres domina el arte del clown. Periódicamente con su grupo de voluntarios acude a hospitales o refugios de niños que están en tratamientos prolongados para brindarles a ellos y a sus familiares shows gratuitos. Suele organizar campañas para repartir juguetes tanto a esos niños de esos establecimientos como en escuelas de bajos recursos. En ocasiones suele convocar voluntarios para varias expresiones culturales, desde teatrales, títeres, clown, batucada, hasta dibujo y pintura; para realizar en zonas humildes de la ciudad y provincia de Córdoba en un tarea de continuo aprendizaje y sanación.
Esta tarde hay cinco colaboradoras, a varias de ellas las acaba de conocer personalmente. “Es una red que se hace virtual al principio y después tiene un efecto multiplicador, sólo hay que decir que sí o que no, si decís que si hay que cumplir porque es una responsabilidad social que crea una responsabilidad personal”. Se basa en pilares fundamentales: “trabajar solidariamente y no asistencialmente, trabajar con el arte en todas sus manifestaciones, ser creativo en todo momento, ser intercultural, romper todos los esquemas a nivel horizontal, saber que puedo aprender del otro y la última es de un aprendizaje continuo. Queremos que se multiplique más y más con todas las redes y las organizaciones solidarias”,cuenta Navarro.
“Es una red que se hace virtual al principio y después tiene un efecto multiplicador, sólo hay que decir que sí o que no, si decís que si hay que cumplir porque es una responsabilidad social que crea una responsabilidad personal”.
El payaso Charly Chinchulancha es su nombre artístico, dada su naturalidad todos lo llaman Sergio. Desde hace 20 años, con su compañero Daniel, son coordinadores y creadores de un grupo de murga teatro llamado Batuclown. “Actualmente estamos con el teatro de inclusión con personas con capacidades especiales que de paso nos están demostrando que tienen pasión y mucha capacidad de aprendizaje y disciplina. Ese grupo en dónde disfrutamos de las diferencias, porque hay personas de todas las clases sociales, es un hermoso cable a tierra y un momento de gran disfrute para nosotros, es mucha pasión para nuestros corazones”, explica Sergio.
Navarro formó parte –y sigue colaborando-de SOLES, una organización de voluntarios de apoyo al niño con cáncer y su familia. Dice que descubrió su veta artística siendo boy scout en una actuación de improviso en una visita a la comunidad Wichís y darse cuenta que podía hacer reír. “Con los Scouts también disfruto mucho de la naturaleza y de la inclusión del aprender haciendo, de fomentar los valores humanos y vivirlos. Es una pasión estar continuamente en contacto con la naturaleza en compañía de mis amigos, de mi familia, me gusta mucho el trekking e ir a lugares poco comunes y descubrirlos. También intento encontrar la naturaleza en las zonas urbanas”, agrega.
Es común ver sus posteos de agradecimiento con gran emoción en sus redes. “Casi todo lo que escribo en Facebook de Risas Contagiosas es algo que me sale en un momento de inspiración y que lo escribo tal cual como que me sale. Es la pasión de reír, pasión de estar bien, pasión de compartir con compañeros amigos grandes momentos y disfrutar de cada uno. Soy apenas un payaso titiritero y un cómico infantil que disfruta de reírnos a carcajadas con la mirada puesta en los niños”.
Es agradable escuchar a una persona tan agradecida, ahora anda con una colecta para el merendero que –con la crisis- se transformó también en comedor. Antes de despedirnos nos deja varios conceptos que tiene claros. UNO: “Se puede cambiar el mundo si nos damos cuenta que el mundo está al lado nuestro, yo digo siempre una frase que está adelante, a la izquierda, a la derecha, atrás, arriba y abajo, desde donde estoy parado yo”.DOS: “Si la risa de ellos nos hace sentir bien todo un día, ellos son los payasos, nosotros nos estamos divirtiendo, ellos nos están transformando el mundo y nos hacen acordar que nosotros no tenemos que dejar de pensar que fuimos niños”. TRES “Cuando se habla con la persona y no con la profesión o el estatus se recupera el valor de la palabra,de los silencios, de las miradas. Las miradas dicen mucho, la clave es descubrirlas, descubrir el abrazo sin decir nada más”.
Facebook: Risas contagiosas