Belén Ilé, canciones de camino a tierra libre

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Cortesía Belén Ilé

Cada uno tiene su modo, espacio y ocasiones para escuchar música, en general, opta por diversos géneros en determinado momento del día. Cuando se dispone de tiempo para el disfrute, una de las opciones más relajadas es entrecerrar los ojos y escuchar un disco en forma profunda, como les propongo estimados lectores con esta inmensa artista que me toca entrevistar. Si se realiza ese ejercicio con “Sombra de Ombú”, el flamante álbum debut de Belén Ilé,inmediatamente aparecen imágenes de paisajes y diversas culturas.


“Las canciones son portales, son medicinas, son naves… Y un disco es una propuesta de llevarnos a través de ellas, a algún lugar nuevo” dice Belén con la claridad conceptual del ejercicio de años como periodista en el diario Página/12 o en la revista Cerdos y Peces. “Sombra de Ombú es un viaje, como toda obra, pero que además nació cuando yo estaba en modo viaje, con lo cual, tiene esa esencia en su genética misma digamos, y encima, relata un viaje sonoro por un territorio definido. El triángulo Argentina, Brasil y Uruguay, al que está unido mi latido musical y creo que el de muchos más que nacimos acá, atravesado por las inmigraciones negras y europeas, los legados de los nativos y toda la música contemporánea”, agrega.

Imposible definir su elogiado trabajo, ya que como dice la autora, todas las canciones “están en la frontera entre un género y otro”. “No son netamente folclore, ni netamente candombe, ni netamente nada, son canciones, pero con unas raíces muy claras en esta tierra, la tierra donde crece el Ombú y adónde este disco, me trajo de vuelta”.
Con larga trayectoria como cantante y compositora, Ilé se tomó su tiempo para el disco debut, horneando a fuego lento para llegar a un disco tan redondo que no parece ser el primero de una artista. En cualquier rama del arte, no siempre la primera obra resulta tan sobresaliente. Intento adivinar que la paciencia es otra de sus grandes virtudes. “Mi nivel es de aprendiz en esto de la paciencia, pero estoy en ello… Y conociéndome un poco más ahora que antes, me doy cuenta de que tengo tiempos largos realmente, porque soy muy exigente, detallista y desordenada, así que para conciliar ese caos necesito tiempo. Comencé a trabajar en el arte y la comunicación a los nueve años. Por eso durante mucho tiempo hice las cosas sin tener consciencia de que las hacía, llegar a un disco fue igual de orgánico e imprevisto, pero cuando llegué, ya tenía mucho camino andado. Una vez que parí Sombra de Ombú entendí un poco mejor esto de los tiempos que la vida tiene, me enseñó mucho y fue sin duda un regalo del universo que recibí con el corazón abierto. Qué en un mismo álbum estén juntos Carlos Aguirre, Aca Seca, Cecilia Zabala y Antonio Restucci, entre otros -acompañándome en mi debut- fue un hecho maravilloso que cada día agradezco por su esplendor”.

Cortesía Belén Ilé
Cortesía Belén Ilé

“Los más hermosos aprendizajes me ocurrieron en las esquinas, en las aldeas, en los pisos de tierra.”

Plantea que el disco fue una inflexión en su camino, “me dio como marco de referencia mi propia capacidad para materializar, me incentivó mucho y salió bien, lo escucho y me emociona aún hoy, y tiene que ver con toda esa confluencia de 14 músicos, 2 artistas plásticos, tres técnicos de grabación y mezcla, 5 ciudades y, sobre todo, la vida que permitió la alquimia”.

Es que “Sombra de Ombú” tiene múltiples connotaciones, de las geográficas a latinoamericanas hasta ese momento placentero donde uno permanece quieto en la contemplación. ¿Planteás, de alguna forma, el concepto de “detenerse para encontrarse” en un mundo donde algunos vamos demasiado apurados hacia ningún lado?
Sí, ese es uno de los mensajes tal vez. Sobre todo en lo personal es una autoafirmación y una brújula más que me guía. Porque primero me lo dije a mí misma. Yo estaba en un viaje de muchos años fuera de los lugares conocidos, transformándome íntegra, moviéndome sin parar, pero en un momento me comencé a preguntar a dónde quería echar raíces. Me di cuenta de que “el verdadero viaje es el retorno” a veces a un lugar físico, pero generalmente a la esencia de uno mismo, entonces emprendí el regreso hacia mí, la búsqueda, y uno de los pasos de ese volver es el físico, volver a dónde nací, al barrio donde crecí, a las canciones en las cuales me siento reflejada íntegramente. Así descubrí que necesitaba cantar música que hablara de acá.

¿Qué buscás plasmar en tus canciones? Además de paisajes se perciben muchas personas…
Me enamoran las historias de la gente, la magia alquímica que hace a dos seres encontrarse y transformarse para siempre. Me maravilla la trama de la vida. Más que los paisajes, son las historias que los habitan, siempre inspiradoras, siempre rodeadas de una ternura trascendental. Me siento frágil como una mariposa en ellas, sé que resguardándolas en una canción sobrevivirán un tiempo más al paso de las eras, somos eternos y efímeros, y eso me hace cantar, cantar y cantar, porque no puedo comprender, pero me puedo emocionar y puedo agradecer tanta maravilla.

¿Te sorprendió todo lo que viene ocurriendo con tu disco en el reconocimiento de colegas, del público y de la crítica?
Sí, me sorprendo todo el tiempo. Hace poco viajaba en tren a zona sur y se acercó una chica a preguntarme si era la Belén que canta y me contó que ella cantaba comedia musical hasta que escuchó “Sombra de Ombú” y se metió de lleno en el folclore. Realmente es una de las cosas más fuertes, lindas e increíbles que me pasaron hasta ahora.Hace poco canté canciones de Luis Alberto Spinetta frente a Edelmiro Molinari y otros de sus musicazos, eso también me resulta asombroso, que Catalina Spinetta me agradezca por grabar a su padre en el disco “Raíz Spinetta” realmente me parece de ensueño, grabar en ese disco junto a toda esa gente hermosa del folclore es para mí inmenso. Así como otro montón de cosas que me hacen mirar a la vida con cierta picardía ya que voy entendiendo que todo está más cerca de lo que uno imagina y la vida socarrona te guiña el ojo a veces para ver si estás despierto o soñando, y muchas veces uno no sabe bien, como Calderón de la Barca, si la vida es sueño o qué, pero se parecen bastante. Yo realmente no tomo mucha consciencia del paso del tiempo, es algo que realmente me cuesta entender que exista. Mi autoimagen es la de una niña de seis años asombrándose ante la magia del sonido. Me levanto y me acuesto en ese latir todavía. Después pasa que reconozco que me encuentro cómoda con algunas situaciones profesionales y me digo, bueno, parece que el tiempo pasa y que algo de lo que haces estás cosechando, pero no sé, para mí siempre, acabo de nacer, acabo de empezar y hay tanto por caminar. Pero cuando pienso en que de niña fui fan de León Gieco, de Raúl Carnota, de Ramón Ayala… y que luego pude cantar y grabar con ellos, ser su amiga, y con otra gente maravillosa que cambió mi vida para siempre y ahora somos “colegas”, bueno, es algo que me sorprende y maravilla, sólo puedo agradecer y seguir sin entender nada.

“Me enamoran las historias de la gente, la magia alquímica que hace a dos seres encontrarse y transformarse para siempre.”

En algunas de tus composiciones se respira, como decirlo, aromas marítimos, a costaneras de ríos, ¿Qué recordás de tus primeros años como compositora?
(Risas) Te diría que recuerdo todo. Soy río y mar desde que nací. Así crecí, siempre como esa línea que en la Bahía de Somborombón -donde pasé muchos años- une el río de la plata con el mar argentino. Recuerdo la letra y la música de mis primeras canciones, me recuerdo tratando de no olvidarlas ya que no tenía grabadora ni sabía escribir música, sólo jugaba, pero iba en serio el deseo de no olvidarlas, porque ya de chica, sentía que me sanaban, y me encuentro hoy aquí, con ellas presentes aún en mi memoria y no puedo dejar de asombrarme de la espiral del tiempo que parece que pasa, que indica que pasa, y a su vez indica que estamos siempre en el mismo lugar… es una metáfora extraña en la cual respiramos cada día, eso me sorprende aún más. Cuando tenía ocho años en la escuela primaria nos dieron el primer ejercicio que yo conocí de escribir poesía, que por supuesto no recuerdo, pero sí mi primer poema, “el hornero”, y la infinita alegría cuando lo hice, de descubrir que eso existía, que se podía jugar con las palabras!, se abrió una emoción y una libertad que aún hoy, son mi fuego vital, desde ahí hasta ahora, recuerdo todo con inmenso amor y cada canción que nace es un hecho conmovedor del cual recuerdo hasta la luz del momento, un poquito como dar a luz una vida, tal vez.

Cortesía Belén Ilé
Cortesía Belén Ilé

Una foto de promoción tuya te tiene subida a una bicicleta, no quiero pasar por alto sin que me cuentes de esos conciertos donde ibas en bici, bajabas y tocabas lo más campante. ¿Qué has incorporado de la intimidad que emana de la proximidad callejera?
Todo. Cada día con más certezas, confío en que en las esquinas del barrio están muchas respuestas a preguntas que antes intentaba develar por caminos más lejanos. Toqué en la calle mucho tiempo y aunque ahora lo hago menos, me podés ver en bici cada día recorriendo la ciudad y bajándome en cualquier lado a tocar para quien sea, porque creo en eso. El laboratorio es la vida misma, ¿sino qué? En la calle aprendo a vivir y aprendo a mirar a los ojos y aprendo a sentir a quienes respiran a mi alrededor y también se alegran y también sufren, aunque no nos reconozcamos, estamos todos subidos a la misma nave vital, estudiamos en la misma escuela. La calle es imprescindible, ¿O vamos a escribir desde los “countries” o desde los barrios cerrados? El gran poeta Tuñón escribió que para un artista lo mejor es andar a pie, y sino lo más cerca del suelo y de la gente del pueblo, ¿Sino de qué vas a hablar? Muchos otros escritores que leí versan sobre lo mismo. Los más hermosos aprendizajes me ocurrieron en las esquinas, en las aldeas, en los pisos de tierra. Los escenarios finalmente, son un tipo de ritual específico que se alimenta del día a día, o al menos, en mi vocación trovadora, así funciona.

Ahora estás produciendo tu próximo disco, ¿En qué etapa del mismo estás?
Ahora estamos haciendo confluir mis ideas y las del productor, en demos sobre las canciones terminadas que dejé grabadas en su estudio hace unas semanas y en pocos meses más estará listo el nuevo disco que se llamará “Tierra Libre”. Es, sin duda, un quiebre muy grande respecto al anterior, como no podía ser de otra forma, ya que entre los mil cambios de mi vida en estos años, por ejemplo, volví a vivir en mi barrio, Constitución, me convertí en cancionista, entreno yoga a diario y estoy mucho más rockera. Son todas composiciones mías esta vez, viajadísimas y fusionadísimas todas ellas. Ya las composiciones mezclan de todo, vidala soul como me definió un músico amigo, chamamé rock, pop folc, guaraní castellano y sánscrito. Pero esta vez suena todo, mucho más a canción, y sin duda está más cerca de la música popular que de la tradicional, desde el origen hasta los arreglos.

¿Sentís esa obligación o desafío de superarte o igualar un trabajo tan celebrado? Tu situación me remite a la de esos directores de cine que deben sacar una secuela de una obra maestra…
Me pasó algún tiempo luego de sacar el disco, sentir la presión enorme de seguir en la línea marcada, pero ocurría que a su vez, no podía parar de componer canciones que ya no se parecían en nada a las anteriores. Mudanza de país de por medio y mil aventuras más, mi vida había cambiado por completo. Durante algún tiempo estuve en conflicto realmente. No me hallaba cómoda y no sabía cómo seguir. Me la daba de no tener prejuicios con la música, tenía prejuicios de lo nuevo que estaba surgiendo de mí, era más popular y era más simple, y lo sentía muy enfrentado con lo que había hecho hasta el momento. Y esa fricción abrió una puerta desconocida, me animé a correrme del lugar de intérprete en el que tan cómoda andaba, y me metí de lleno con la composición, pues era el único referente concreto que tenía para hacer tierra, yo misma en mí. Ya no podía ocultarme de mi propia sombra, no había ombú ni nada, yo necesitaba decir con mis propias palabras, aunque me saliera del cauce. Con el tiempo empecé a reconocer mi lenguaje (…).

Cortesía Belén Ilé
Cortesía Belén Ilé

¿Cuáles son las actividades que te provocan felicidad?
La práctica del yoga, la lectura de los sabios y Santos de todas las épocas y culturas. Pisar la tierra con pies descalzos y estar en la naturaleza silvestre. La luz retumbando en el patio de mi casa y los gatos durmiendo la siesta junto a mí en la hamaca que traje de Nicaragua, el mate con yuyos de la sierra, mis amigas y amigos, sus risas y charlas, cocinarle a mi vieja y saberla feliz, ir al almacén de mi amigo Mario, salir en bici por la ciudad, reírme a carcajadas, bailar candombe, cantar esos tangazos de antaño, sentarme junto al río y ver un cielo infinito sobre mi cabeza, escribir la bitácora de mis días y escuchar a Luis Alberto Spinetta y al Polaco Goyeneche, viajar con mi guitarra “prudencia” y observar por la ventana como el verde diluye a la ciudad y nos salva. Bueno, muchas más, pero estas son las principales.

Hermosa lista. Has escrito: “avanzar en la vida tiene que ver con poner el foco en las cosas buenas”. ¿Algo así como una convicción de tu carrera?
Sí, es también una medicina. Hace un tiempo pude asumir que “ser feliz es una decisión” y aunque me hice la sota un largo tiempo y me rebelo a menudo tratando de imponer las vicisitudes de mi ego a mi sabiduría compartida y primordial, ya soy más consciente de que la realidad en sus múltiples facetas, siempre tiene una puerta de luz. Y es nuestro libre albedrío el que podamos elegir abrirla. Rehúso seguir culpando a otros de mis mambos, rehúso darle el poder de mi vida y mi realidad a los vaivenes del mundo fenoménico. Yo también sufro con nuestras propias miserias desatadas en la vida social diaria, nacional, mundial, pero también soy testigo de nuestra fortaleza y amor esenciales, y a mí me gusta aportar hacia la nutrición de eso nuestro que es tan amoroso, creativo y vital, es una elección consciente y que aunque a veces pueda sonar naif, la posta es que de tan sufridora que fui, ahora intento construir desde otra visión la vida que quiero vivir. Y es tan sagrada esta elección que no quiero dejarla en manos de nada ni nadie, más que de mi propio entusiasmo por seguir danzando en esta infinita espiral de luz.

 

 

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