Había una vez en Hollywood (Once Upon a Time in Hollywood, que se estrena en Argentina la próxima semana) es una de las películas más apasionadas y mejor logradas de Quentin Tarantino. Pero entre el incandescente amor por el Hollywood de los años 60´s hay extrañas decisiones argumentales que hacen ruido y con razón. Veamos.
Durante la previa al estreno de la última película del dios de los cinéfilos, Tarantino sostuvo como una banderita de colores, una y otra vez, que la película trataría sobre los crímenes de la Familia Manson, que a finales de los 60´s se cobraron la vida de varias personas, entre ellas la actriz Sharon Tate, espesa en ese entonces de director Roman Polanski. La referencia fue tal que muchos medios hablaban de esta película como “La película de Tarantino sobre los asesinatos de Charles Manson”.
Esto no es cierto, la película que en su título homenajea a Sergio Leone, afortunadamente no es sobre esos hechos. Manson y su pandilla habitan la película, entran y salen de escena y están siempre presentes en nuestra ansiedad pero no son más que un trasfondo. La película es sobre la relación de dos amigos, la estrella en descenso Rick Dalton (Leonardo DiCaprio) y su fiel doble de riesgo Cliff Booth (Brad Pitt), quienes ponen sobre el plato dos actuaciones de una composición química perfecta. Sus interacción y aventuras, que se suceden como viñetas, sirven para contar las historia del Hollywood de los 60´s, que sabiendo lo que sabemos de él, debe ser para Tarantino ese lugar feliz y seguro en el que le gusta refugiarse y encontrar inspiración.
Realmente pocas películas son capaces de mostrar el amor de alguien por algo como los hace Tantino con Los Ángeles y sus alrededores. Esta no es la ciudad de los sueños y fantasías de LaLaLand, sino la maquinaria brillante y pulida, abarrotada de humo de cigarrillo, actores supermachos y actrices objeto de admiración.
Tarantino se toma muchísimas libertades, como explorar relaciones, o hacer hablar e interactuar a los ídolos de sus películas favoritas. Hubo alguna queja sobre la representación de alguna de estas figuras de leyenda, pero nada realmente de que preocuparse. El director muestra quizá su rostro más lúdico, pero nunca cae bajo ni deja de respetar y admirar.
Otra cosa: hay violencia. No lo parece, pero en el tercer acto lo mejor es ir abriendo el paraguas para no salpicarse de rojo. Es otro de esos “momentos polémicos” que a esta altura ya no deberían sorprender a nadie del viejo Quentin pero sin embargo lo hacen. No me apreció mal, pero a diferencia de otras veces, esta me dejó con un sabor agridulce en la boca.
Técnicamente la película es impecable, de una factura que parece artesanal y que cada vez se ve menos en el cine híper digital de nuestros días. Uno no sabe que extraña a esos viejos directores hasta que ve los planos pulcros de esta película, filmados en el desierto californiano o en una secuencia de acción en entre mansiones de Malibú.
ESA MALDITA COSTILLA
Ahora hablemos del ruido. Tarantino, ya lo dijimos arriba, fue siempre polémico. Pero, al menos en mi opinión, siempre lo fue por todas las razones correctas: caricaturizar la violencia para mostrarnos los insensibles que somos, burlarse de la historia oficial, vengar a una raza o cultura que no le pertenece. Culpable.
Pero nadie podía decir que Tarantino haya sido misógino, al menos hasta ahora porque muchos han levantado esa bandera luego de ver “Había una vez…”. Se utilizó como argumento alguna que otra escena de sus películas pero nada endémico realmente. Además su trabajo filmográfico está llenos de personajes femeninos fuertes, valientes, individuales. Incluso dirigió un corto (Death Proof) en el que un grupo de mujeres toman venganza de un asesino serial (Kurt Rusell, quien regresa en esta película con un guiño para los que vieron Grindhouse).
Y después esta esta película, en donde todas y cada una de las mujeres (salvo una valiosa excepción de una actriz infantil) son representadas de manera poco halagadora por ser generosos. O son locas psicópatas o son histéricas inbancables. Incluso Margot Robbie como Sharon Tate, que definitivamente fue presentada en todos lados como una de las actrices principales, encarna definitivamente un personaje menor. Así como entre pensando que era una película de la Family Manson, también los hice creyendo que iba a conocer a una Tate inesperadamente profunda e interesante de la mano de una actriz del calibre de Robbie. Pero no. Es solo un personaje unidimensional, idealizado y cosificado.
En otro caso, uno de los personajes es acusado de matar a su esposa. En un flashback que sugiere que vamos a presenciar el hecho, vemos como dicha esposa, borracha, se despacha con insultos hacia el marido cual subfusil automático, mientras este último limpia sugestivamente un arpón. La película no lo muestra, pero como si fuera un dibujo animado nos sugiere lo que pasó. No voy a revelar quién es el personaje pero no sería el villano ni de lejos.
Me cuesta entender que quiso decir Tarantino con todo eso. La película es una comedia pero muchos de estos chistes no conectaron y en un director que no da puntada sin hilo, estas representaciones tan poco sutiles parecen querer desafiar, sobre todo teniendo en cuenta su silencio con Harvey Weinstein y su apoyo a Polanski. La excusa de que así eran representadas las mujeres en esa época me parece pobre en una película que, aunque idealista, también intenta indagar el detrás de escena de ese mundo.
En ultima instancia, Tarantino hace siempre lo que quiere y tal vez nunca más que en esta, su verdadero canto de amor al cine que lo marcó y lo convenció a dedicarse a esto. Había una vez en Hollywood puede incomodar un poco, pero es un viaje vibrante, apasionado y muy entretenido con actuaciones solidas de sus protagonistas y un par de sorpresas. A preparar el pochoclo.