Si alguien dice que un día se levanta y encuentra a la vuelta de la esquina la propuesta de actuar en cine en un protagónico, ser ovacionado en Cannes, en una película producida por Almodóvar y, a todo esto solo tener 20 años, suena de ficción. Si le agregamos que esto le pasa a alguien que jamás tuvo como meta ser actor, por tanto nunca estudió actuación, es más impensado aún. Esto le pasó a Lorenzo “Toto” Ferro, el joven que interpreta a uno de los asesinos más comentados de los casos policiales argentinos: Carlos Robledo Puch.
Lorenzo es el hijo del actor Rafael Ferro y fue quien le envió un mensaje al pasar por celu que se estaba haciendo un casting para la nueva película de Luis Ortega que se llamaría “El Ángel”. En Revista Random tuvimos el placer de entrevistar a este ser que despliega toda la frescura de alguien que está en una fase de exploración, un futuro gran actor que está haciendo sus primeros pasos y descubre el oficio desde el lado lúdico.
-Tu actuación en esta película empieza porque necesitaban, nada menos, que un muchacho como vos (parodio una de las canciones del film)…
-(Risas) Un muchacho como yo, exacto, en un casting necesitaban un muchacho como yo, en lo físico y algo de mí que les gustó.
-¿Cómo te enterás qué había un casting para el personaje?
-Estaba en el colegio y mi papá (Lorenzo) me comentó que había un casting para un personaje de Carlos Robledo Puch, que no tenía idea de quién se trataba. En el mismo colegio me puse a buscar en la compu, leí que le disparo a un bebé, quemó a un tipo, muy fuerte. A la semana siguiente me fui con unos amigos en taxi hasta Underground, fue casi como un juego. Me dieron una planilla, tenía que aprenderme la letra y no lo hice del todo. No me lo tomé muy en serio. Además, en el medio tenía que estudiar y hacer muchas cosas. La verdad, cuando me presente al casting me lo tomé como para joder y reírme. Resulta que empiezo y me doy cuenta que no sabía nada improvisar, a chamuyar que me había robado un reloj, que se yo… estaba terminando el secundario, no sabía si anotarme en la facultad. Hice siete castings y me llamó Luis que le había gustado mi esencia. A todo esto me inscribí en la Facu por las dudas porque estaba seguro que no iba a quedar. El mismo día que me anoto me llamó Luis para decirme que ese día se decidía si realmente quedaba o no, aunque fueron seis meses de espera. Estaba muy obsesivo con el celu, esperando ese llamado hasta que Luis me dijo: “está decidido, quedaste vos”.
-¿Cómo fue empezar como actor en una película tan gigante como esta sin ser actor, sin poseer las herramientas de lo actoral?
-Fue una experiencia dura, tuve que cargar con el peso de una mochila con mucha responsabilidad y, al principio, eso me metía bastante presión. Pero una vez que me fui ganando confianza y cargando esta mochila, empezamos a rodar y una semana después estaba bailando, no sólo en la escena, si no en el rodaje. Era “che, vamos de acá para allá, la cámara la pones ahí yo me muevo”. Me metí en ese mundo completamente y ahí podía visualizar el paso del tiempo. Decía “guau hace tres meses me filmaba con un celular y ahora estoy con unos monstruos”, entiendo lo que me va a decir el cámara antes de que me lo diga y finalmente terminó siendo una experiencia espectacular.
-¿Cómo fue preparar ese ángel-demonio?
-Fueron muchos ensayos, me aprendí el guion de memoria, me habré leído mil veces el guion, volvía a mi casa y ensayaba solo. Salía al balcón a la noche cuando estaban todos durmiendo y me ponía a pasar la letra. A veces la gritaba y otras la susurraba, la probaba de muchas formas para asociar con una seguridad. Y aparte en mis ensayos con Luis -y mi couch- le entrábamos por todos lados hasta encontrarle el punto correcto y sacarlo de la parrilla. Por otra parte, me atrapé el libro de Palacios en la que se basa la peli. Buscaba mucho por internet pero me di cuenta que ese no era el camino, porque este iba a ser el Robledo Puch de Luis, entonces la búsqueda tenía que ser por otro lado. Es una construcción que va otro lado. Su historia además es diferente, tenía un aspecto angelical y era siniestro, no entraba en el estereotipo de portación de rostro, incluso tiene muchísimos seguidores. Y como se podría decir fans o incluso mujeres que lo buscan.
-¿Te costó aprender la letra de memoria?
-No, para nada, eso una vez que te metés de lleno en el proyecto camina solo, aparte yo siempre fui alguien que para la memoria instantánea soy bueno, después para la que perdura en los años no tanto. Cuando iba al colegio me aprendía todo de memoria, lo anotaba en el papel, aprobaba y me iba. Y después se me olvidaba eso (risas). No sé si es el método más recomendable pero me servía a mí y un poco fue lo que me sirvió en la actuación. Pero igual me quedaron muchas frases vibrando de las que dije “son medio filosofales”.
¿Cuál fue la escena que más te costó?
La del baile, porque el baile tiene una intimidad que con toda esa gente atrás que no se ve en la escena costaba un poco llegar a esa intimidad. Le dije a Luis que saque a todos y que se quede solo el cámara y él, más el asistente de dirección, por ejemplo. De a poco fue saliendo mejor el baile hasta llegar a punto caramelo pero fue una de las escenas más difíciles.
-Y también aprendiste a tocar el piano esas escenas donde Carlitos toca el piano…
-Sí, aprendí a tocar el piano en paralelo a los ensayos. Iba dos veces por semana a la casa de un profesor de piano. Imagínate que no sabía nada ni un acorde, nunca había tocado ningún instrumento en mi vida, solo la flauta en música en primaria. Entonces aprendí especialmente para la película y pude tocar el himno en una escena, esa la hago yo.
-Hay una en la que vos te imaginás bailando junto al personaje del Chino (Ramón) cuando él está cantando una canción de Palito, ¿Visualmente quedan representados Palito y Luis en tu personaje?
-Sí, es real, cuando yo componía mi personaje empecé a buscar por varios lados y después de verlo a Luis dije: “el ángel es Luis”. Y empecé a copiar sus movimientos, sus modos. Luis se identifica bastante con ese personaje y físicamente tienen un parecido, entonces fui por ese lado para la construcción y la escena cuenta algo de eso.
-Y llegaste para quedarte, ¿Hoy tenés decidido ser actor?
-Llegué para quedarme y sacar a los demás (risas). No sé hasta cuando me quedaré, pero todos llegamos a la vida para quedarnos y después partir. Ahora me puse a estudiar con Alejandro Catalán, mi couch en la película. Estudiar es necesario y me gustaría seguir como actor de cine y series.
“Rodar la película fue lo que más me gustó, ahí es cuando pasa todo de verdad. Y tener toda esa gente que me ayudó y me respaldó tanto se hizo más fácil.”
-¿De chico lo pensabas, lo soñabas?
-No, la verdad que de chico no, pero ahora que lo viví tengo ganas de revivir todo lo que se arma en un rodaje, la preparación de un personaje. Me volvió un poco loco eso.
¿Qué era la actuación para vos antes de esta experiencia?
-Era como un juego, era algo que me daba risa y hacia para divertir a mis amigos, fue así como me tomé el casting, algo de jugar y probar, sin pensar en ganar o perder.
-¿Qué es lo más disfrutable en esta nueva fase de actor?
-Rodar la película fue lo que más me gustó, ahí es cuando pasa todo de verdad. Y tener toda esa gente que me ayudó y me respaldó tanto se hizo más fácil. Para mí lo mejor es rodar porque te encontrás con una ropa que no hubieras usado nunca, en una casa que nunca te hubieras imaginado, con una luz que nunca esperabas. Entrás en el set y estás viviendo en un mundo paralelo al que venías viviendo siempre, más cuando es de época. Te hacés nuevos amigos. Y lo más groso es que te metés en un personaje que camina, mira y piensa distinto. Es un descubrir inagotable de cosas, esa es la mejor parte de esto.
-¿Qué opinaron tus amigos de toda la vida?
-(Risas) Quedaron fascinados y medio yo los volví locos contándole mil anécdotas. Que a mí por mi memoria de poca duración se me olvidó pero ellos se deben acordar porque se los conté. Pero la verdad, lo único que quiero es que vean la película.