Una argentina a San Sebastián

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La nueva película del director Eduardo Crespo, Nosotros Nunca Moriremos, competirá en la Sección Oficial del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, a desarrollarse del 18 al 26 de Septiembre del 2020. Nosotros Nunca Moriremos competirá por la Concha de Oro con las nuevas películas de Sharunas Bartas, Naomi Kawase, Francois Ozon y Julien Temple, entre otros. La agencia de ventas internacional The Open Reel adquirió los derechos mundiales de “Nosotros Nunca Moriremos” y la representará en el festival.

Con Romina Escobar y Rodrigo Santana como protagonistas, Eduardo Crespo nos cuenta la historia de Rodrigo y su madre que viajan al pueblo donde acaba de morir su hermano mayor. Rodrigo se irá asomando al dolor de los adultos y de manera imperceptible irá dejando la infancia, mientras su madre intentará revelar los misterios de esa muerte. Una película diáfana, con melancolía y un leve humor, con personajes solitarios que intentan brindar algo de afecto. Una historia suspendida en el tiempo, en la flotación de los lugares perdidos de provincia.

“Nosotros nunca moriremos” es una película sobre una despedida. Transcurre en el pueblo donde nací. Un espacio conocido, que tiene una calma que suele ser interrumpida por la fatalidad. Ser alguien que pertenece a un lugar chico, de provincia, marca mi identidad. La película narra un duelo, también el paso de la niñez a la primera juventud. Los vínculos filiales necesarios para seguir. Para mí, hacerla, fue reencontrarme con mi propia historia, con espacios y personajes conocidos, poder mirarlos con ternura.

“Nosotros nunca moriremos” es un retrato del espacio y los personajes que habitan la quietud. Del paso lento del tiempo, los momentos compartidos y los misterios cotidianos. No poder poner en palabras el dolor de crecer. El futuro incierto y las ganas de cambiar el destino, por más pequeño que sea. Como toda despedida, la película tiene la textura de los recuerdos. La realidad de los sueños. Se hizo con la materia que se construye la memoria, las imágenes entrañables, lo triste y lo bello.

Crespo dice que quería contar una historia de personajes olvidados, a los que la gran Historia no les dará un lugar, sobre la sencillez de los pueblos, sobre los afectos más puros. “Una madre y un hijo, una novia, un amigo del trabajo, un jefe, un equipo de bomberos; juntos, en ese pueblo desolado, deberán atravesar los primeros tiempos del duelo, y esta película vendrá como una suerte de amparo. La sensación de pequeñez ante la inmensidad, el desconsuelo y los gestos tiernos intentando reparar lo que duele”, concluye.

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