Es lo que se llama un crack en su materia. El surf es su vida y todo lo que hace, gira en torno a este deporte. Cada ola tiene un sentido para él. Es mucho más que un deporte extremo: es una manera de encarar la vida, con disciplina y pasión. La Volcom Family lo hizo parte de su team desde hace un tiempo, y él hace honor a esa distinción siendo fiel a su esencia. “Tenés que darle con todo. A lo que le des, tenés que darle con todo”. Fran Ferreras está más tiempo en el agua que en la tierra y en esta entrevista exclusiva para REVISTA RANDOM, no acerca un poco más a su fantástico de olas.
¿Hace cuanto no tocás el agua?
Ahora hará unos tres días.
¿Soy nacido en Santa Clara del Mar?
Sí, en realidad Mar del Plata, soy de un pueblo muy pequeño, para que te des una idea no tenemos hospital. Pero sí, desde muy chico que vivo en Santa Clara y en la playa encima.
¿Y por qué el surf? Porque hay mucha gente que vive en zonas costeras y no se dedica al surf.
Surgió más que nada por mis hermanos más grandes, la verdad que ellos fueron los que siempre lo hicieron. Y también mi viejo, que fue de los primeros guardavidas en las playas del sur. Él tuvo su incursión con las tablas cuando recién entraron a la Argentina, así que esto es medio una cosa familiar, no fue casualidad.
¿Tus hermanos se siguen dedicando?
Sí, todos seguimos. Somos cuatro hermanos, yo soy el del medio y todos surfeamos, compartimos viajes, compartimos negocios (tenemos un bar, también en la playa), o sea que todo es un círculo que nos lleva a eso. Creo que los que marcaron el camino para hacer esto como lo hacemos ahora, fueron mis hermanos más grandes.
Para los que no entendemos mucho. ¿Hay distintos tipos de surf? Contanos cuál es el tipo de surf que hacés…
Podría explicarlo así. El surf es un deporte que se diferencia en olas grandes y olas chicas y al cambiar esas condiciones cambia todo: las tablas, la manera de ver el mar, los lugares. En realidad a mí me gustan las dos cosas: me gustan las maniobras, me gusta surfear cuando el mar está así (hace un gesto de poca altura de olas) y cuando está grande también, ¿no? Esa es la diferencia y mucha gente no se siente cómoda con un mar que se le va de las manos. Pero bueno, la diferencia es muy grande y se puede apreciar en las tablas que se usan: en las olas pequeñas las tablas son chicas y uno está preocupado más por las maniobras y no por el entorno. Si bien siempre es un deporte extremo y te podés golpear, cuando las olas superan los dos metros, uno se empieza a preocupar por otras cosas: cómo entrar, el hecho de que las tablas ahora miden 10 pies, que te supera en tamaño y casi en peso. Es como entrar en otra faceta del deporte, no es agarrar la tabla y salir, hay que hacer un estudio de los rompientes porque la realidad es que te podés morir. Usar tablas grandes no es porque sí, es porque a una masa de agua así tenés que atacarla con una herramienta acorde.
hay que hacer un estudio de los rompientes porque la realidad es que te podés morir.
No sé si sos conciente de la facilidad con la que dijiste “te podés morir”…
(Risas) Es que trato de tomármelo con soda porque si uno se pone a pensar en los peligros (la gente hace cosas peligrosas todos los días igual), pero cuando salís de tu elemento como es la tierra, uno acá tiene que estar leyendo constantemente el mar que cambia en milésimas de segundo. No es algo fijo que uno practica y va a estar en el mismo lugar. Acá todo depende de la marea, del viento, del swell que es lo que uno espera para las olas, y entonces yo trato siempre de ser consciente de que el peligro está ahí y de que se pueden hacer locuras pero a conciencia. Eso significa que por ahí uno llega y mira el ambiente o analiza cómo está uno por dentro. Hay días en los que uno no quiere arriesgar la vida por un par de segundos y te toca salir del agua sin agarrar ninguna ola; nadie te va a decir nada en este ambiente.
¿Eso es como un termómetro interno?
Eso es algo interno, totalmente. Referentes míos con los que compartí sesiones, se fueron remando mientras yo agarraba una ola. A veces tiene que ver cómo estás emocionalmente vos en ese momento y como lo volcás en el surf. Hay gente a la que le pasa algo malo y se descarga ahí y hacen cosas que los llevan a esas mismas emociones. Pero yo trato de no asustarme sino de tener el respeto que el mar se merece y si pasa algo, ver cómo resolverlo.
Pero igualmente el mar es como un gran imán para vos, ¿no? Porque está ese riesgo, lo ponés sobre la mesa, lo evaluás pero te metés ahí.
Totalmente. Es tremendo porque en realidad casi me ahogo varias veces, me han pasado cosas graves, pero gana más siempre la sensación de pegarse un tubo o de bajarse un olón, que todo eso malo que pasé en su momento. Por ahí hay gente que no ha vuelto a surfear por un accidente y para mí la clave es no dejarse llevar por lo que te pasa en esos momentos, sino tratar de sacar algo y aprender. Porque siempre se puede aprender de un mal momento en el agua y seguir adelante, porque si no se vuelve imposible volver a ponerte en esa situación teniendo miedo de lo que pueda pasar.
Para los que no han estado en esa situación, en un tubo por ejemplo, ¿qué te pasa ahí? ¿Con qué te conectas?
Siempre me cuesta transmitir eso porque me parece que solo el que lo experimentó sabe lo que es, pero para que te des una idea, una persona que corre una ola así, chiquitita, y de repente se pega un tubo, por ahí casi lo está disfrutando al mismo nivel que yo cuando me pego una ola enorme, que me puedo morir o lo que sea. Obviamente es otra intensidad pero esa persona lo vive de la misma manera. Para mí es como una purificación de un montón de cosas, cuando te pegás un tubo te puede cambiar la vida: podés decir “no, bueno, esto es lo que yo quiero hacer toda la vida, no puedo dejar de hacerlo”. En realidad pegarse un tubo es algo muy espontáneo, pero para pegarse un tubo también hay que leer la ola, hay que posicionarse; no es que uno se para en la ola y el tubo lo tapa, hay toda una técnica y al final hay toda una danza con la ola.
¿Cuantos años tenes ahora?
32 años, cumplidos recién el 19 abril.
¿Cómo fue la progresión desde ese niño que empezó casi jugando en el agua, hasta este que sos hoy?
Yo creo que clave fue en mi vida en general, que mis hermanos y también mi viejo y mi vieja eran gente de playa. En invierno todos mis amigos iban a jugar al fútbol y yo me iba a surfear; y todos se iban de viaje de egresados a Bariloche y yo me iba a Chile. Entonces fue todo un proceso que me llevó a estar acá hoy en día, pero no hubiese sido posible sin la motivación de mis hermanos y esa sana competencia de estar con tu hermano que te acompaña a todos lados y te podés re pelear, pero al otro día como si nada. Viajar con un hermano, además, te da una seguridad que yo creo que me ha llevado a ir más lejos porque, por lo menos en las leyes nuestras como hermanos, nunca nos vamos a perjudicar y siempre es bueno saber que un hermano está cerca. Aunque a veces sea una preocupación extra en este surf que hacemos, porque muchas veces cuando el mar está grande prefiero estar solo en el agua que ver a mis hermanos ahí, si bien han pasado cosas y nos hemos tenido que asistir.
¿Cuáles fueron las situaciones de peligro que decís “la puta madre”? Imagino que ya te lo habrán preguntado pero seguro que se van renovando las situaciones (risas).
Es como vos decís, se van renovando, es muy loco porque a veces pensás que te pasó lo peor que te podía pasar pero siempre puede pasar algo más. La que más recuerdo fue la primera vez que fui a México: habíamos estado viajando por muchos meses y estábamos en una situación económica más o menos, tirando a menos. Me golpeó una de estas tablas grandes de ocho pies; me pegó la quilla, que son unos estabilizadores que tiene la tabla abajo con forma de aleta y muy filosos; me pegó en la cabeza debajo del agua y me hizo 26 puntos, el cráneo a la vista. Esto fue en el 2005, yo tenía 18 años, y era una época en la que no había tanta seguridad (hoy en día usamos chaleco para surfear y tenemos leash, que es una cuerda que va a la tabla). No recuerdo que me haya dolido tanto, calculo que por la adrenalina, pero si me desmayaba me moría.
Las ahogadas también son complicadas, ¿no?
El tema de las ahogadas es que es constante. Todos los viajes en algún momento te pasan. No siempre es por una ola, a veces te pasa entrando, a veces te caes en un mal momento y son 7 u 8 olas que te caen encima y bueno, la primera estás más o menos bien, la tercer la cuarta, después ya tenés mucha espuma alrededor tuyo, no flotás, pequeñas cosas que te hacen entrar en pánico y ahí es donde se ve la experiencia de cada surfista. No es tanto el tiempo que estás debajo del agua pero sí es tremenda la intensidad con la que la ola te amasa ahí abajo: uno rueda, se choca con la tabla, con el fondo, se arrastra de acá para allá. Lo importante es mantener la calma.
Nos decías que ahora usan también chalecos. Contanos de aquella vez en que no se te abrió el chaleco.
Sí, aparte este es un momento en el que el surf está cambiando. Es un surf de olas grandes en el que se empezó a implementar medidas para salvarse, porque se empezaron a morir amigos, se empezaron a morir referentes del surf a nivel mundial y esto llevó a los propios grandes surfistas a ver de qué manera se podía aumentar la seguridad sin sacarle la esencia al deporte, porque obviamente si te ponen un tubo de oxígeno, debajo del agua el nivel de dificultad es otro. Se logró este equilibrio entre los chalecos de impacto, que son unos chalecos que tienen unas protecciones bastante finas. No puede ser algo muy voluptuosos porque uno tiene que sentir la tabla todo el tiempo, el surf es equilibrio, uno toca las olas y se guía por eso. Pero es algo que a la hora de impactar absorbe un poco y no te saca tanto el aire. Tengo amigos que les pegó la tabla y les destruyó el chaleco, eso hubieran sido sus costillas o pulmones. Ahora se está empezando a implementar el de aire que tiene sus pros y sus contras. Cuando funciona es una bolsa de aire que te ayuda a salir para arriba. Pero cuando no funciona es lo mismo que nada, es más, es como una plomada. A mí me agarró una serie de olas en Puerto Escondido bastante intensas; tiré de una cuerda y el chaleco estaba pinchado y alcancé a darme cuenta de eso y busque otra ayuda, en ese caso el leash, la cuerda que va hasta la tabla. De ahí fui subiendo hasta que llegás a la tabla pero no te agarrás, porque si viene otra ola la tabla es un arma que te puede cortar.
Vos te metés solo al mar pero a la vez está lleno de colegas, hermanos. ¿Cómo se maneja esa comunidad del surfing?
A veces en el mar te podés encontrar solo o te podés encontrar con lo que llamamos el crowd, que son grupos de personas aglomeradas para agarrar una ola. Depende el lugar, si es más famoso o la intensidad de la ola, vas a tener distintos tipos de personas. En Hawái, en Puerto Escondido, México, en ese tipo de lugares prácticamente estás por tu cuenta, porque son olas muy codiciadas y pasan muchas cosas, nadie quiere estar haciéndose cargo de nada. Hay mucha localía: en Hawái te pueden llegar a echar de la isla a las piñas. Te pasan por arriba porque ahí vale más una ola que tu vida. Entonces surfear con ese tipo de condiciones requiere un esfuerzo extra y en las olas más famosas del mundo vas a tener que lidiar con eso sí o sí, más allá de tu habilidad. Para mucha gente eso es muy contaminante y otros que tienen los objetivos bien claros: querés agarrarte una ola en Hawái y la gente no te va a parar, de alguna manera lo vas a hacer. Hay diferentes maneras de hacerlo: de apoco, o por ahí están los monstruos a los que se les abren todas las puertas; o el camino que hace uno, con respeto. Yo personalmente tuve la gran experiencia de estar en la Casa Volcom en Hawái, frente a la ola más famosa del mundo, donde además viven grandes referentes míos del surf. Yo sabía que la Casa Volcom era un lugar muy concurrido por los surfistas pero no me imaginé cómo se vive realmente, estando fue muy loco porque de repente toda esa gente que alguna vez vi cuando era chico, que alguna vez traté de imitar y a la vez colegas, todos juntos en esa casa. A diferencia de otras marcas que tienen sus casas ahí, en Volcom se vive la localía: el más hawaiano va a la Casa Volcom, el más local va a la Casa Volcom. Hay una historia muy grande detrás de la marca, referentes muy importantes, creo que si sos parte de esta familia y tenés ganas y actitud, podés agarrarte una ola en Pipeline. Yo creo que eso me dio la pasada para agarrarme la ola de mi vida ahí. De repente que referentes tuyos te den una pasada en una ola como esa… es algo que es mérito de uno, porque estás ahí arriesgando la vida, pero Volcom me hizo entrar de manera distinta, como si fuéramos familia sin conocernos. Pude sentir eso, lo pude aprovechar, fue un sueño increíble para mí. Pude compartir con mis referentes de toda la vida un momentito tanto afuera como adentro del agua. Si hay algo que le voy agradecer siempre a Volcom es que me haya puesto en esa casa y de esa manera, como una familia. Viéndolo hoy, creo que solo con Volcom me podría haber pasado algo así.
¿El diamante de Volcom impone respeto por sí sólo?
Yo creo que lo que el diamante hace a la vez de impulsarte como surfista y equiparte con herramientas claves para avanzar, también te da un compromiso muy fuerte, muy importante que hay que saber llevarlo. En mi caso, el día que me senté ahí y empecé a ver a “mis colegas de Volcom” en el agua, es como “bueno, hay que hacerse cargo ahora”. Todos tienen muy claro lo que quieren y lo hacen. Además yo llegué a Hawái con 30 años, que tal vez sea una edad un poco avanzada para llegar ahí por primera vez. Pero creo que el lugar te lo ganás con la actitud que le ponés. El diamante en la punta genera una carga que si la sabés aprovechar, la sabés usar, termina siendo un impulso porque realmente se manejan vibras muy fuertes, tanto afuera como adentro del agua.
Volcom tiene como bandera una frase muy poderosa. ¿Qué significa para vos True To This?
Para mi es ser fiel a un camino y no salirte de eso, más allá de las adversidades, de las tentaciones y de las modas. Lo importante es mantenerse firme en tu posición, ya sea como skater, como surfista, como rockero. Eso creo que es lo que además tenemos en común con la Volcom Family, compartimos eso: vos en tu mundo, yo en el mío, pero al final todos tenemos los mismos códigos. Volcom te impulsa a eso, a que seas vos mismo pero con la responsabilidad de que llevás el diamante. Tenés que darle con todo, a lo que le des le tenés que dar con todo.
Tenés que darle con todo, a lo que le des le tenés que dar con todo.
Llegas a la ola, al tubo… ¿Cuántos segundos podés llegar a estar?
En un tubo, como máximo podés llegar a estar 10 segundos y eso es larguísimo. Hay olas más largas que si esperas y agarrás la dirección correcta podés estar más tiempo. Pero es super corto el momento.
Ok, ahora ¿cuánto hubo detrás para llegar a ese momento?
Yo creo que son muchos años, a veces la gente lo ve al surf como algo divertido, pero el surf es dificilísimo. Recién cuando alguien se trata de parar en una tabla comprende lo difícil que es llegar al nivel en el que está uno. Pero la verdad que a mí me llevó muchísimos años de mi vida poder ir avanzando. Más si venís de un lugar como el que vengo yo, Santa Clara, que es muy chico y si bien tenemos olas, son chicas y hace frío. Todo lo vivido antes, viajes con mis hermanos con presupuestos para una sola persona, esas cosas nos fueron preparando para un montón de cosas: tenés que solucionar o te morís de hambre, tenés que solucionar o dormís en la playa. Una de las cosas que más valoro es la forma en la que viajo hoy. Siempre digo que mi mejor sponsor siempre fue mi negocio con mis hermanos, pero cuando una marca como Volcom ve todo el sacrificio que hiciste y te da un apoyo, se potencia todo. Terminás llegando a lugares que, si bien siempre quise ir, yo pude llegar de la manera que lo hice y parar en la casa más emblemática, donde paran todos mis héroes. Yo tenía diez años y tenía un poster al lado de mi cama de la Casa Volcom, de golpe estaba ahí y era mi casa también. Y eso se lo debo a Volcom, si bien yo a Hawai hubiera llegado de alguna manera, porque el surf me apasiona con o sin sponsor, y hasta que no me del cuerpo lo voy a hacer.
¿De dónde salen las ganas para seguir?
Es un misterio hasta para mí. Si bien uno nunca fue de una posición económica donde me sobraran las cosas, la verdad que yo viajé por muchísimos lugares, como pude. Yo hoy podría tener muchísimo a nivel material que no lo tengo porque lo cambié por esto, que es abstracto y lo llevo adentro y nadie lo puede tocar. Pero es como un motor: cuando yo laburo no estoy pensando en el cheque que voy a cobrar, pienso en el tubo que me voy a pegar. La motivación mía sale por otro lado. Si hay que laburar 24 horas, se laburan, porque el premio para mí es muy preciado. Lo material es lindo, todos disfrutamos de las cosas, pero esto es algo que no se puede tocar, es un sentimiento que no para de crecer. Cada viaje me deja más ganas de viajar, como una droga sana que uno consume todo el tiempo. Además me mantiene en una línea porque es un deporte acuático que requiere cierto estado físico. Me mantiene enfocado mentalmente y uno termina estando contento con todo. Porque cuando estoy mal de la cabeza me voy al agua, cuando estoy mal de guita me voy al agua y cuando tengo algún problema me voy al agua. Es una pócima y no puede dejarme de gustar algo que es casi la solución a todos mis problemas.
Creo que todo lo que viví, cada experiencia me dio una enseñanza para aplicar a algún momento de mi vida.
¿Qué puliste de vos mismo a través de esta pasión?
Yo creo que este deporte y todo lo que viví me han hecho quien soy. Muchísimo del camino recorrido gracias al surf me ha ayudado a ser más persona, ser despojado de lo material y valorar lo que uno está viviendo. El surf me ha hecho mejor persona por donde se lo mire. Es jodido salir de la zona de confort, de la familia cerca: yo viajaba sin tarjeta de crédito ni pasaje de vuelta, ni presupuesto y creo que hoy estamos donde estamos, gracias a ese camino en el que aprendí mucho. Creo que todo lo que viví, cada experiencia me dio una enseñanza para aplicar a algún momento de mi vida.
Escribe Laura Giovanetti / Fotos: Santiago Ruiz / Agradecimientos: Fernando Hermida, Guillermo Pérez, VOLCOM, Strummer Bar