San Blas: El Caribe Panameño

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Si para ir hasta el paraíso hay que levantarse a la madrugada para llegar en tiempo y forma, bien vale el esfuerzo.  Sólo hay que proponérselo y decidirse. Para llegar a este paraíso panameño hay que contactarse con empresas que trasportan a los turistas hasta el puerto de donde salen las lanchas que nos llevarán hasta el archipiélago.

Viajes San Blas es la empresa que, con años de experiencia en turismo receptivo en la comarca, se encargó del traslado. Antes un poco de geografía para aquellos que todavía no ubican ni conocen esta región. Guna Yala como se llama actualmente ―antiguamente San Blas― es una comarca indígena panameña habitada por la etnia Guna. Limita al norte con el mar Caribe, al sur con la provincia de Darién y al este con Colombia. Moisés, dueño de la empresa de transporte, comenta que “este paraíso panameño está abierto al turismo desde fines de la década del 90, los gunas ofrecían cierta resistencia por una cuestión de preservación de la naturaleza”. Por eso se abrió bajo sus propias reglas, nada de programas de Cameron ni de mega hoteles. Se pavimentó hace unos pocos años, antes el acceso era por una ruta de barro y a veces había que bajarse cuando se quedaba la camioneta empantanada.

EMPIEZA LA AVENTURA

A las 5 PM puntual, una camioneta de la empresa nos pasa a buscar por el hotel donde estamos hospedados en la ciudad de Panamá. El recorrido hasta el muelle donde zarpan pequeñas lanchas es de una hora aproximadamente. La selva urbana de rascacielos panameños deja su lugar a una más agradable y placentera por la natural que con el paso de los kilómetros ya hace sentir el clima templado húmedo donde se mezclan grandes árboles, abundante vegetación y un coro de cantos de pájaros como una forma de darle la bienvenida al nuevo día. La fauna autóctona observa pasiva el pasar de los turistas por el ondulante camino puesto que es montañoso y con muchas curvas.

Una vez en el muelle, un coordinador que pertenece a la comarca Guna, indica que lancha subir. Cabe recordar que el archipiélago de San Blas es un conjunto de 365 islas e islotes de la cual sólo 80 están habitadas y se diferencian en cuanto a tamaño, playas, tipo de  arena hasta intensidad del viento, etc. A los diez minutos de salir del puerto principal uno tiene la sensación que está dentro de una película 3D solo que el protagonista es uno mismo y la naturaleza acompaña. En el recorrido junto a otros turistas de diferentes nacionalidades no paramos de comentar y admirar semejante paraíso natural: agua absolutamente tranquila, traslucida de tonos que varían del predominante esmeralda hasta el celeste. Como dato anecdótico, nos cuenta nuestro coordinador, que las islas no se pueden vender por ningún motivo, está prohibido por las leyes de la comarca, incluso agrega: “hubo un señor de mucho dinero que ofreció millones de dólares por una y recibió un no determinante por parte de los Gunas”. Ese señor que quería una isla para él solo se llama Bill Gates. No pudo comprar la isla pero éste sabiamente concluyó: “Es el primer lugar en el mundo donde el dinero no tiene sentido”.

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Fotos: Marcelo Valles

A medida que nos adentramos en el mar Caribe vemos centenares de islas pero donde nos hospedaremos es una que se llama Senidup. Al llegar a nuestro destino nos encontramos con una isla de una hectárea aproximadamente, rodeada de palmeras, con cabañas rusticas construida en base a cañas y maderas, son alrededor de 15 y cada una tiene hamacas para el que quiera apreciar el paraíso desde otra óptica mucho más relajada. Ir al mar no es una opción, es una obligación porque se puede entrar cuando uno quiera y la temperatura es la misma en cualquier momento del día. Y si uno quiere experimentar la emoción de entrar a otra dimensión y sentir la soledad desde un punto de vista positivo, basta con 10 minutos para recorrerla de punta a punta y es increíble la sensación de cómo definirlo…

En cuanto a la gastronomía, el almuerzo y la cena es a base de pescado, ensalada, arroz y ocasionalmente pollo. Para comer la cita es en un comedor comunal, un Kuna llama a los comensales a través del soplido de un caracol lo que da un toque bien local aunque hay que estar atento ya que el sonido es corto y a veces imperceptible. Cuando llega la noche el espectáculo en esta isla no puede ser mejor y, si el cielo está despejado, a la vida no se le puede pedir más. Prácticamente se ven las estrellas absolutamente todas en su conjunto sumado a un ensordecedor silencio solo alterado por alguna pequeña ola que rompe en la playa que busca ser protagonista de ese momento único. Cabe agregar que aquí la provisión de luz eléctrica es limitada ya que a las 11 PM no hay más luz por lo que permite apreciar mejor este espectáculo.

Por la mañana, la opción es entrar a la playa de Senidup pero aceptamos la sugerencia de un guía local para ir de excursión hacia otras islas. Pero la ansiedad puede más. Y las opciones son muchas. Zarpamos hasta playa Estrella que recibe este nombre por la gran cantidad de estrellas de mar que se pueden ver en sus aguas claras y cálidas. A pocos minutos de haber salido de la isla llegamos al a una parte del océano que nos sorprende por su colorido y tranquilidad. Y, en ese momento que nuestro guía detiene la lancha y nos dice que nos podemos tirar al medio del océano. La sensación no puede ser otra que la de sorpresa, mientras los ojos buscan captar el mayor número de imágenes. Si uno quiere impactar a sus conocidos con fotografías, el lugar ideal es este porque uno puede recorrer hasta 200 metros y el agua llega apenas hasta las rodillas, si se busca sorprender aún más no tiene nada más que agacharse y agarrar las miles de estrellas de mar que hay en los alrededores y posar para la cámara.  El tiempo en esa piscina natural se acabó nos dice el guía y nos propone viajar hasta isla Perro, distante a solo cinco minutos de donde estábamos. Al llegar, en el paso hay un barco hundido, postal ideal para una escena de película de género bélico, es increíble como a esta altura del día la cabeza de uno es otra. Esta isla es la que presenta la mayor variedad de corales y peces. Por su característica es ideal para hacer snorkel.

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Fotos: Marcelo Valles

CONVIVIENDO CON LOS GUNAS

La conservación de este lugar de ensueño tiene una explicación, y recae de lleno en los indígenas que lo habitan que son los mencionados Gunas. Soy de las personas que abonan la teoría de “ver para creer”, cuando en algún buscador de internet ponía “fotos caribe panameño o San Blas”, su denominación más popular, observaba el color del agua de estas playas y el paisaje en general y creía que tenía algún toquecito de fotoshop. Pero les aseguro que me equivoqué, de muchos mares que he recorrido por el caribe, este es uno de los más transparentes, cálidos y apacibles. Vacacionar con la etnia Guna es una experiencia que al menos debe vivirse una vez. La sensación que experimentan muchos, y me incluyo es que ahí se detiene el mundo y te bajas a un paraíso ideal para vaciar la cabeza. Alojarte en este lugar implica aceptar la forma de vida que tienen de los Guna. Sin Internet, ni televisión, nada de diarios, lo que para las últimas generaciones puede sonar aburrido, se redobla la propuesta cuando te aclaran que se come la pesca del día y que en tu estadía vas a formar parte de la comunidad Guna compartiendo su modo de vida. En un momento se produce el eco del abismo cultural, entre nosotros que vivimos a mil y ellos que entienden la vida como algo más que cumplir compromisos y sobrevivir. Puede creerse que no en este lugar no se cumplen horarios y que es desorganizado porque cada uno hace lo que quiere. Muy por el contrario esta es una sociedad totalmente organizada, pero lo diferencia con la nuestra es que no viven el estrés, no saben lo que es estar irritados o insultarse para conseguir algo, el clima siempre es armónico.  Ni siquiera rompe ese clima el hecho de recibir a cientos de turistas que, por lo general, siempre andamos despistados. El puerto al que uno llega para esperar que se le traslade en una lancha suele ser un hormiguero, con extranjeros que hablan en diversos idiomas y que solo coordinan orden para hablarle a la vez a un guna que es el guía del paseo.  Por supuesto ellos solo se limitan a calmar a guiar a cada quien para su lancha en total paz, el grito más fuerte que se oye en las islas es de algún pájaro que pasea por el lugar. Por lo que nunca pensé ver a un Guna enojado, pero todo tiene su límite, para ellos está en la preservación de la naturaleza y eso no se negocia. No necesitan de gps y en noches de tormentas suelen navegar sin perderse entre semejante extensión y cantidad de islas. Cuando uno elige ese destino debe pautar cual será la isla en la que se alojara, las comodidades son bastantes similares en todas. Algunas tienen diferentes condiciones en los sanitarios o en las cabañas para dormir pero siempre serás recibido por una familia que te alojará y se encargará de la comida del día (desayuno, almuerzo y cena) que es totalmente sana. Y los resultados están la vista, nunca se enferman y no padecen enfermedades que en nuestra sociedad son tomadas como “comunes”, diabetes, estrés, obesidad.  Convivir con los guna yala es otro modo de hacer turismo, es ser un poco antropólogo, un observador participante es la parte más valiosa de la experiencia. No todos son sociables y dados, en verdad suelen ser un poco tímidos, introvertidos con los turistas sobre todo las mujeres, pero es hasta que entran en confianza. Es lo que me sucedió el primer día cuando fuimos a dar un paseo por otras islas.

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Fotos: Marcelo Valles

El camino en lancha es largo de una isla a otra, en ese tramo aprovecho para hablar con un panameño casado con una Guna. Cuenta como algo novedoso y de otro mundo: ¿Sabes que no existe la infidelidad entre ellos? Tampoco la violencia familiar o agresión a la mujer, que nunca se dieron casos. Y que entre las leyes Guna si así pasara, el que hiciera eso debería ser expulsado de la comunidad. Por eso debes elegir muy bien con quien te casarás porque una vez que lo hacés es para siempre. Parece sacado de un cuento de fantasía para chicos o de una novela rosa pero cuando uno convive y profundiza en su idiosincrasia se da cuenta que existe, que es real. También me cuenta que antes se programaban los casamientos, los padres elegían el futuro de sus hijos. Pero la mente de estas últimas generaciones ha evolucionado por lo que actualmente aceptan hasta matrimonios de Guna con extranjeros, tienen una mente totalmente abierta pero sin ser deshonestos consigo mismos que es lo que hace la diferencia. Saben divertirse y claro que consumen bebidas alcohólicas en fiestas y suelen beber como cualquiera pero con cultura, sin hacer desbordes que perjudiquen al otro. Sus convicciones y valores también tienen cabida en el ritual de entierro, cuando mueren son enterrados suspendidos en el aire a través de hamacas, por lo que cavan pozos profundos. La idea de esto es que como el cuerpo de uno está impregnado de pecados o cuestiones negativas no debe ensuciar la tierra.

(…) Respirar el primer aire de la mañana en este lugar carga energéticamente, sorprendentemente todo el mundo por aquí es feliz, los turistas son como alegres mariposas revoloteando por el lugar. No se escuchan peleas, ni entredichos que si se dan en otros lugares turísticos, es como que en ese lugar no hay motivos para pelear o la paz de los Guna es contagiosa (…)

CONOCIENDO LA COMARCA GUNA

En la estadía se puede pautar visitar alguna comarca para ver cómo viven los Gunas, ver sus costumbres y rituales. Es como entrar a un barrio en lo que las casas son todas iguales.  Pero viendo con detenimiento hay una construcción más grande que se destaca, nuestro guía invita al grupo a pasar y es una construcción que a la mirada citadina parece precaria pero cuando se observa en detalle se puede apreciar lo fuerte que es. Sin piso, sin revestimiento, en su interior vemos unos tablones puestos estratégicamente para que se siente un gran grupo de personas. En el medio, lo que por Argentina solemos llamar hamaca paraguaya. Son tres que están colgadas. Nos cuenta el guía que se trata del templo y que en esas hamacas a la hora de lo que sería su ceremonia religiosa son utilizadas por nuestros equivalentes de curas y nadie más que ellos puede hacerlo. También es el lugar donde se toman decisiones porque es el congreso de la comunidad. Pese a que está colmado de niños el lugar nadie desobedece, ni chicos ni grandes usan el lugar para otra cosa.

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Fotos: Marcelo Valles

Como dijo Mark Twain “Para Adán el paraíso era donde estaba Eva”. Pero se equivocó porque todavía no conocía San Blas.

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