¿Qué pasaría si la verdad que está escondida en los recovecos de la memoria saliera la luz? ¿Se puede vivir reflejando el artificio, siendo la mueca de lo que se añora, sin más remedio que perpetuar la promesa de cumplir el deseo insatisfecho?
¿Dónde ponemos la fe y la esperanza en un mundo descarnado, donde todos se venden, donde la muerte es redención que no encuentra su cauce?
Como es habitual en la obra de Alejandro Jodorowsky el planteo de una situación en apariencias inverosímil nos embarca en una serie de interrogantes para develar lo más básico y constitutivo de la condición humana. Y es que en toda la obra que este artista multifacético ha desarrollado como escritor, cineasta, actor, compositor, historietista y hasta tarotista, se desprende su particular manera de indagar en lo profundo del ser, principio que además se pone en juego fundamentalmente en la psicomagia, una técnica derivada de la poesía, del teatro y su arte en general, a través de a que se propone la sanación del espíritu.
Alejandro Jodorowsky es un experimentador y gracias a esta característica ha formado parte de la vanguardia en numerosas disciplinas. En 1960 llega a México donde se consagra a la dirección escénica, montando un centenar de obras y comienza a desarrollar los “escandalosos efímeros”, precursores del happening y el performance.
En el terreno cinematográfico Jodorowsky crea atmósferas surrealistas o sobrecargadas para contar historias complejas, con argumentos a veces muy difíciles de desentrañar, pero siempre bajo la pretensión de desbordar los límites del arte, lo que lo ha llevado a tener un importante lugar dentro de los cineastas de culto. Con la misma impronta vanguardista y polémica, que ya son un sello en su forma de hacer, dirigió gran parte de su obra cinematográfica en México: Fando y Lis (1967), El Topo (1969) y La montaña sagrada (1972). Complementan su filmografía Tusk (1980), Santa Sangre (1989) y El ladrón del arcoiris (The Rainbow Thief, 1990).
En el campo de las artes escénicas, funda junto a Fernando Arrabal, Roland Topor, “El Teatro Pánico”, un movimiento cuya estética tiene, entre otras fuentes, al surrealismo pero le adhiere la memoria como elemento decisivo que trae consigo a la inteligencia, la imaginación y la conciencia histórica. La memoria junto al azar y la confusión son tres conceptos que, según el movimiento pánico, desencadenan la creación artística, sumando además dos ingredientes fundamentales: el humor y el terror. El teatro pánico resguarda la libertad como principio creativo, pero sin dejar de prestar atención a la construcción precisa, la exactitud del ritmo y la coherencia estructural de la obra.
En este caso, y por primera vez en nuestro país, se estrena uno de sus textos teatrales, “Las tres viejas” que cuenta con la antológica actuación de Moria Casán, representando una anciana de 100 años, junto a Alejandro Paker y Marko Vega, bajo la dirección de Mariano Dossena.
Esta obra que Alejandro Jodorowsky define como un melodrama grotesco, es además una comedia que se ha convertido en la primer pieza de este genial artista dirigida y representada por un elenco argentino.
Para la puesta en escena del texto, el director tuvo en cuenta su carácter poético, transformándolo en la partitura que toma el primer plano y sirve de base para que las actuaciones crezcan con el peso de la palabra. Todo en escena refleja la decadencia del brillo que supo rodear a estas tres viejas en su palacio.
En este maravilloso texto de Jodorowsky, las verdades se hacen presentes en el desdoblamiento de los personajes, como voces del pasado que hoy vuelven para denunciar atrocidades y vejaciones que sólo la verdad puede sanar.
Los tres personajes, en su composición, dan cuenta del paso del tiempo a través de un gran trabajo de los actores que le ponen la voz, el cuerpo y le dan vida a los vínculos que unen a Meliza, Grazia (hermanas gemelas, representadas por Alejandro Paker y Marko Vega respectivamente) y Garga (sirvienta, representada por Moria Casán), componiendo una pirámide que provocará inestabilidad en la relación, generando siempre tensión escénica y desequilibrio emocional entre ellas.
“Las tres viejas” es una excelente oportunidad para mirar de cerca la forma de componer de Alejandro Jodorowsky que, mezclada con el prolífico contexto teatral porteño, dan como resultado una obra donde lo poético, lo estético y lo formal son las herramientas que nos ayudan a rastrear lo más esencial del ser aún dentro de lo desgarrador, lo absurdo y lo grotesco.
• ACERCA DE LAS TRES VIEJAS
En un castillo que alguna vez fue lujoso, dos mellizas octogenarias, aristócratas venidas a menos, son el inicio de una travesía grotesca.
Su fiel sirvienta es el pilar que soporta la ilusión de estas dos hermanas que simulan pertenecer a una posición privilegiada, ser bellas, deseadas y jóvenes.
La feroz relación que las une se sostiene sobre el anhelo de lo que el mundo exterior puede devolverles, mientras atraviesan los días repitiendo rituales que mantienen viva la esperanza de volver a ser lo que eran o creían ser.
Esta comedia grotesca del artista multifacético Alejandro Jodorowsky nos enfrenta a la condición humana develando todas sus aristas en clave de humor irónico e inteligente.