Diego Martín Bastos es un artista visual cordobés que introduce con su obra nuevos aires y presencia, tanto en Buenos Aires como en algunas ciudades de Europa y Estados Unidos, con más de 15 premios y distinciones. Este explorador del arte -en constante movimiento- compone a partir de sus experiencias personales, sirviéndose de otras artes como la música y la literatura, trabajando conceptos como el de continuo-discontinuo.
Traslada su mundo interior en sus obras de modo poético y único en sus acuarelas y acrílicos. Dicho en sus propias palabras: “En mis obras no deseo trasmitir un mensaje, mis imágenes son narrativas pero me interesa la idea de estimulación. Una búsqueda que estimule y modifique al espectador”. Para este artista su pintura es un escenario para representar su relación con el mundo, pero ¿cómo nace un artista? Siempre se asocia el arte la idea de sensibilidad y de algo que se construye con paciencia y mucha calma. Diego nos ayuda a romper con varios mitos como el de su propia historia, la de un adolescente rebelde al cual no le gustaba la secundaria, podría decirse el incorregible del curso, que ocasionaba algún dolor de cabeza a profesores, rebeldía que transformó en arte. Etapa de la cual puedo dar fe porque fuimos compañeros y lo recuerdo sentado en la fila del último asiento, abstraído de la cotidianidad escolar, utilizando las hojas de su carpeta y bolígrafo en interminables dibujos. En esta nota, Diego también nos introduce en el universo del arte donde no todo es color de rosas, sino más bien de lucha constante, empeño, tenacidad; al menos en esta parte del mundo.
Todo eso tiene su recompensa, su obra forma parte de la colección del Museo Genaro Pérez de Córdoba, además de integrar colecciones privadas nacionales e internacionales.
¿Hasta qué punto los estudios formales son necesarios en este oficio?
Solo hice la parte práctica en la escuela de Artes, no hice la parte teórica porque no quería ser docente ni académico de manera formal. Hice algunas materias teóricas como Historia del Arte y cuando terminé todo eso en quinto año dejé. Hoy eso es distinto, los artistas si o si pasan por una escuela de arte porque te da una proyección. Por ejemplo, en la Universidad Di Tella en Buenos Aires, los artistas que pasan por ahí ya salen con una visibilidad en el medio, tienen acceso a una galería y a curadores. También están las clínicas que sondadas por artistas que son formativas y al mismo tiempo te insertan en el medio.
¿Vos hiciste un camino más largo?
Hice el camino que se hacía en esa época,hablamos de mediados de los 90, en esa época ibas a la escuela de Artes Nacional o Provincial. De todos modos, la Facultad, sea cualquiera, te abre la cabeza, ir es muy bueno. Además, en ese momento la Escuela de Artes estaba rodeada por la de teatro, cine, e historia y otras, lo que te hacia cruzarte con gente de otras disciplinas y eso era muy bueno.
¿Pintor se nace o se hace?
(Piensa) Creo que se puede hacer, aunque naturalmente vos tenés que tener algo que vas puliendo. Pero hay gente que se puede meter a estudiar la carrera de artes visuales y después hacer obra, no necesariamente la parte artesanal de la cosa es importante. Vos podés tener una idea y puede venir alguien que vos contratás y realizar esa idea. Esto se daba en el renacimiento también. Por ejemplo, no todas las obras de Tiziano (Vecellio) son de Tiziano, contaba con ayudantes, alumnos. Rembrandt también tenía sus alumnos que hacían obra en sus talleres, después las obras eran atribuidas a Rembrandt. En mi caso soy pintor, pero si yo tuviera una idea que no la puedo hacer en pintura porque es más efectiva en fotografía, contrato un fotógrafo y hago una muestra y esa obra es mía.
Yo tenía un compañero de secundario que tenía dos hojas en la carpeta y el resto eran dibujos, casualmente eras vos… (Risas)
(Sonríe) En la secundaria no tenía muy en claro nada, creo que dibujaba para no atender las clases. Copiaba de comics, en esa época no es que me la creía que dibujaba súper bien, conocía gente que dibujaba mejor. Me pasaba y me pasa es que dibujar es algo que puedo pasarme horas haciéndolo, es entrar a un universo ilimitado, podés hacer lo que quieras, te saca de la vida cotidiana. Copiaba de fotos y dibujaba, en algún momento pensé en ser periodista pero lo único que pensaba era en dibujar, pensaba en una revista pero más en el diseño, en la fotografía, que en el texto. Los que nos dedicamos al arte dejamos que la imaginación tenga un peso más importante dentro la vida que cualquier otra persona pero no como una locura, es algo que te cambia de estado.
Los que nos dedicamos al arte dejamos que la imaginación tenga un peso más importante dentro la vida que cualquier otra persona pero no como una locura, es algo que te cambia de estado.
Recuerdo que eras como el rebelde del curso, de mirada fuerte y temido por algunos profesores. Igual te confieso que yo te contestaba mal y era ermitaña…
Prefiero ser el ermitaño (risas), me avergüenzan algunas cosas de esas. Pero ser rebelde fue la mejor parte porque si no hubiera sido introspectivo, ahora soy más calmo. Si no hubiera tenido esa rebeldía no hubiera tenido el coraje de ser artista, porque en mi familia no había ninguno; no estaba la cultura de ir a museos, no era una familia cercana a las artes plásticas. De niño sí, me obligaban a leer pero nunca había ido a una muestra. Y para dedicarte al arte tenés que tener una cierta rebeldía en contra del mundo de estructura instalada, que tenés que trabajar, tener una pareja, hijos, comprarte un auto, la jubilación. Fuera de eso, mi adolescencia en relación al arte no me sirvió para nada, eran otras épocas. Ni mi paso por el secundario ni universidad me hizo pensar en proyectos, no me preparó para eso. Hoy los chicos sí, están formados de esa manera, fue una carencia. Igual en mi adolescencia hice las cosas que quise, fui libre.
¿Cuándo le dijiste a tu familia que te querías dedicar a esto te apoyó?
Sí, igual ellos ya me conocían, siempre tuve apoyo, no vengo de una familia acomodada, no era la idea solo pintar y que mis padres me mantengan. Me dieron la posibilidad de ir a la universidad y me exigieron que terminara la secundaria.
¿Hiciste otros trabajos? ¿Cómo descubriste que este iba a ser tu profesión?
Sí, hice otros trabajos, fui repositor, trabajé en una pizzería. Pensaba que podía ser dibujante de Comics. Viví un tiempo en Mendiolaza y ahí empecé a tomar clases con una pintora que era jujeña. Eso fue como a los 19 y ella me incentivó a inscribirme en la Escuela de Artes. Cuando me inscribí en la escuela fue conocer el mundo del arte un poco y me gustó un montón. Ahí descubrí que quería ser pintor y pintar todo el día, no quería hacer otra cosa. Después, todo el tiempo fue como una lucha de ser profesional en el arte, que es algo muy difícil, porque no es un lugar donde exista dinero y reconocimiento. La mayoría de los artistas viven de otra cosa, no viven de su obra.
¿Cómo manejás el reconocimiento, tan importante para el artista?
Sigo generando proyecto, no me interesa estar en el centro de todo, tenés que tener la cabeza para cuando caigas no hacerte mal. Si pretendés estar en el centro de la escena tenés que irte a Londres o a Nueva York. Estar en el centro produce un desgaste. Prefiero estar en la periferia y entrando de vez en cuando, así me siento más cómodo. Pero es una vida dura todo el tiempo dependiendo de situaciones extra, de un poco de suerte. No tenés jubilación y seguro médico, lo tenés que generar vos. Igual a mí me gusta y no es algo que sufra.
¿Por qué te vas a Buenos Aires? ¿Es un paso obligado para progresar en este oficio?
Porque la obra estaba funcionando más allá, también es una ciudad que me gusta mucho, tiene un desarrollo cultural importantísimo, como toda gran ciudad. Hay más artistas, más competencia, los lugares para exponer como galerías son más difíciles. En Córdoba podés trabajar toda la vida con una misma galería, en Buenos Aires no, por ahí van pasando, te sacan a vos y ponen a otro, es otro ritmo.
¿Cuál es la diferencia entra artista visual y pintor?
Para mí es alguien que trabaja con la imagen y el pintor es una categoría que te enmarca dentro de lo que es la pintura, y es una de las herramientas que vos tenés. Antes te dedicabas a ser escultor o ser pintor o fotógrafo, hoy el artista visual puede hacer cualquier cosa. Hoy hacer fotografía, mañana hacer una película o video arte. La categoría de artista visual amplió el concepto de artista plástico. A mí me gusta decir que soy artista visual porque te da más libertad, pero mis herramientas están en las pinturas y el dibujo.
Recuerdo que Cerati decía que el componía para él y si después le gustaba al público fantástico. ¿Cómo es en tu caso?
No busco algo en particular, pero tampoco es que la hago para mí a la obra, si no la ve alguien no tiene mucho sentido. Creo que la obra se termina cuando alguien la mira o compra en el mejor de los casos, el espectador es parte de la obra. Sería aburrido pintar para mí, creo que se tiene que cerrar el ciclo en el espectador. No estoy pensando en quien va a ver la obra y supongo que a Cerati no le importaba lo que estuviera esperando el público. Yo no trabajo con un plan o boceto, empiezo a trabajar con una idea o referencia y eso se va modificando todos los días. La obra que empezó con gris termina siendo verde. Entonces la obra no está pensada para la gente porque no sé quién la va a ver, puedo pensar un montaje de manera determinada según el lugar donde exponga.
A mí me gusta decir que soy artista visual porque te da más libertad, pero mis herramientas están en las pinturas y el dibujo.
¿Cómo es tu proceso creativo?
Puedo trabajar con una imagen, una referencia,por ejemplo usar una foto de Instagram, sacar la parte que me interesa y transformarla en otra cosa, antes no trabajaba así, lo hacía desde la imaginación. Ahora uso otras referencias como la escena de una película, la luz y color de una película. Trabajo con series y siempre tiene que ver con la pintura anterior que hice, pero uso esos disparadores que tienen que ver con lo que vos estas consumiendo todo el día, tu entorno y hasta las fotos que hago con el teléfono. Funciona como una especie de continuo, una obra sugiere la siguiente.
¿Cómo creés que van a ser los artistas millennials que vivieron otra niñez y adolescencia?
Yo crecí con la idea de originalidad, hoy a nadie le importa eso. Antes uno buscaba no parecerse a nadie, tener una imagen propia, hoy el arte contemporáneo busca que la obra sea efectiva. Ellos cuentan con información, por internet te enterás al instante de lo que sucede, podés ver que tenés obras similares a la de otro artista que nunca viste y vive en Alemania. Aquí tenemos la carencia, en el sentido que tal vez un tipo que vive en un pueblo de Europa puede ver obras de un gran pintor del renacimiento y eso es formativo. Para nosotros es más difícil.
¿Hay que tener un ojo especial para apreciar el arte?
Hay que detenerse, el ojo se va educando, tenés que tener la paciencia para ver, no sé si la gente se queda 10 minutos mirando un cuadro. El que compra arte sí, la ve en su casa y puede estar media hora mirándola y no se cansa. Esa situación de mirar y mirar es fundamental, en el cine pasa con la mayoría de la gente, está dos horas mirando una película y se queda hasta al final y a lo mejor no le termina de gustar y eso en el arte no pasa tanto. Detenerse y mirar, es trasformador.
Observo presencia femenina en tus obras…
Sí, primero lo empecé a hacer como algo que retrataba a mi mujer pero no desde el retrato realista. Si no como un estereotipo y lo veía algo sensual, pero no es mucho más que un elemento. En una época me pintaba a mí mismo pero tampoco era un autorretrato y después me cansé. Tampoco tiene que ver con la cuestión del feminismo porque eso se lo dejo a las mujeres, yo puedo participar y apoyar pero no tengo esa bandera ni ninguna otra en mis pinturas. Generalmente a lo masculino lo veo como una cuestión autobiográfica y cuando pinto a una mujer siento que me puedo liberar de eso.
Vale recordar que nunca habíamos hablado en épocas de la secundaria y hoy nos hablamos todo como profesionales…
Por suerte los dos cambiamos (risas).-