El gran actor valenciano vive un presente excepcional y repasa en esta entrevista varias etapas de su carrera, donde se destaca su ingreso a la profesión, casi por casualidad. Gadea estuvo a punto de dejar los estudios y trabajar en otra cosa. Sin embargo, un taller en el Instituto donde cursaba el secundario y un profesor al estilo el Merlí -de la serie homónima- le hicieron abrir los ojos. “Tenía 16 años, en un momento clave, porque es un momento de búsqueda y de tomar decisiones que te pueden llevar a cualquier sitio. Y bueno, tener teatro como asignatura regular, primero, fue algo con lo que no contaba y segundo, me hizo descubrir una vocación y un oficio ¡Casi nada! A día de hoy te puedo decir que me siento un afortunado. Aquella etapa fue el punto de partida y la recuerdo como algo hermoso. Campos era profesor de Filosofía además de teatro. Había trabajado en compañías de teatro en su juventud y dirigía el grupo de teatro Parranoia con los alum@s del instituto. Un tipo brillante, que despertaba inquietud en los alumnos, así lo recuerdo… De los que quedan en uno”.
-Dejar tu Valencia natal para probar en Madrid no debe haber sido fácil, ¿No? ¿A qué te aferraste para que ese importante paso no fuera en falso siendo tan joven?
-Me mudé a Madrid y seguí la formación en la escuela de Cristina Rota. Los primeros meses fueron los más difíciles. Me costó un poco entender la dinámica de trabajo en las clases de interpretación, nada que ver con lo que había hecho hasta ese momento. Me costó ubicarme, pasaron ocho meses hasta que di en un piso en el que permanecí tiempo y sentí como mi casa. Aun así me lo pasé en grande ¡Imagínate! ¡19 años y en la urbe! Me aferré a lo que tenía en ese momento, le dediqué mucho tiempo a la formación y a la gente con la que lo compartía. Mis amigos José Burgos e Iñaki Ardanaz…Recuerdo que en esa etapa siempre estábamos juntos, los tres éramos de fuera y creo que suplíamos carencias (se ríe) Éramos un pack. Los castings no empezaron hasta años más tarde.
-En el primer casting de tu vida quedaste, ¿Fue clave ese primer guiño del destino? ¿Qué hubiera pasado si te decían que no?
-Los primeros casting que hice fueron de publicidad, tenía 21 años. Fui una mañana a hacer dos diferentes y salieron ambos. En realidad no tenía ningún tipo de experiencia delante de una cámara. Era un acting muy sencillo, decir frase a cámara o hacer una acción brindando, etc… Creo que nunca tuve prisa por saltarme pasos. Cuando estaba en formación era eso en lo que ponía la energía y lo que me preocupaba. Es cierto que los pocos castings a los que opté al poco de salir de la escuela salieron. Hice un prota a los pocos meses de salir, pero no fue hasta los 25 cuando empecé a vivir únicamente del oficio. En ese período recuerdo un par de pruebas horribles, he vivido las dos caras. Como alumno ya conocía la sensación de frustración así que tampoco era algo nuevo, creo que es una sensación con la que el actor convive y es necesaria para evolucionar. En ese período hasta los 25 lo que me ayudó fue hacer teatro con los amigos y no esperar.
-Más tarde te llega el papel de Tristán y la masividad en esa serie de época, ¿Cómo fue la elección de ese papel y qué podés decir de esa experiencia bisagra de tu carrera?
-Sin duda, “Puente Viejo” es el salto. Mi primera ficción de protagonista a nivel nacional y un personaje que, de alguna manera, transciende. A partir de ahí he tenido opciones de optar a otros proyectos que antes no hubieran sido posibles. Soy muy consciente de lo que supuso esa serie y lo que supuso el personaje de Tristán. Lo guardo dentro.
-Además empezaste a cruzar fronteras, tengo entendido que en Italia tenés más fanáticos que un capocannoniere (goleador) del calcio, ¿Cómo se vive la fama?
-Nunca he vivido ese fenómeno hasta el punto de sentirlo como una dificultad. Es cierto que ha habido periodos donde me he sentido más expuesto, pero nunca lo viví como un problema. Intuía lo que había detrás de esa fiebre, una moda momentánea que suele caducar pronto y se esfuma. Por suerte no vivía en Italia en ese período, (sonríe), allí la ola era mucho más grande, lo vivía cuando iba de visita y para casa.
-¿Con qué actividades te nutrís para estar en paz con tu interior y no te coman los personajes?
-Vengo de una ciudad pequeña, de apenas cincuenta mil habitantes y he crecido en el entorno de una familia sencilla, donde todo se ha conseguido a base de empeño y de esfuerzo. No necesito mucho para ser feliz, dedico el tiempo libre a estar con mi gente, leer, deporte, y cuando puedo, viajar. Aun así lo de “que te coma un personaje” yo no lo he vivido. Me comprometo mucho con lo que hago pero no he llegado nunca a vivir ese trastorno. No es necesario. Sinceramente me parece una “fantasía”.
-No obstante, luego de un gran papel no ha de ser fácil colgar ese traje. ¿Es como sacarse migajas de un personaje que te siguen quedando a lo largo de los días?
-Hay historias y personajes que te dejan más poso que otros por distintos motivos. Exceptuando un caso, he tenido personajes de largo recorrido que acabaron en un momento medianamente justo. Solo con “Tiempos de Guerra” sentí que el proceso acabó antes de tiempo. Lo estaba disfrutando y tenía un personaje precioso. A “Andrés Pereda” me quedé con ganas de exprimirlo más, pero también siento que lo aproveché al máximo el tiempo que estuve con él.
“Fue una experiencia muy plena. Tocamos un pedazo de la historia de nuestro país en la que no se ha profundizado prácticamente en términos de ficción, la guerra de África. Si bien, es cierto que era un drama romántico, el telón de fondo para mí era muy atractivo.”
-Mencionás “Tiempos de guerra” que es un éxito mundial y se agiganta tras Netflix, contame algo más…
-Fue una experiencia muy plena. Tocamos un pedazo de la historia de nuestro país en la que no se ha profundizado prácticamente en términos de ficción, la guerra de África. Si bien, es cierto que era un drama romántico, el telón de fondo para mí era muy atractivo. El ejército español vivió una tragedia en Marruecos y, aunque la serie nunca pretendió ser un documento histórico, no daba la espalda a la realidad y se abordaron temas interesantes. La corrupción de los altos mandos dentro del propio ejército, el papel que jugó la corona en la historia, la precariedad y la miseria en la que se encontraban los soldados en el mismo frente. En fin, para mí fue un período muy enriquecedor.
-Una vez más Bambú (la productora) reivindica el papel de las mujeres en un contexto de la historia que no las tuvo en cuenta, ¿Qué pensás de estos aportes al debate desde una serie serie?
-Es cierto que Bambú al igual que otras producciones ha contado muchas historias recientes dando altavoz a personajes femeninos. Aunque queda mucho por hacer, sí creo que se está saldando una deuda histórica para con ellas. La mujer ha tenido mucha más relevancia a lo largo historia de lo que realmente ha transcendido. Desde las grandes revoluciones a los grandes avances científicos, tecnológicos, sociales, etc. Siempre han estado presentes y, sin embargo, relegadas a la sombra del hombre. Creo que es justo que esa visión esté ahora mismo en el epicentro de las conciencias y que se empiecen a contar pedazos de la historia a través de ellas. El sistema educativo es crucial para avanzar en este sentido.
-Si bien en lo audiovisual has ganado popularidad siempre has sido “un bicho de teatro”, ¿Qué puedes contar de experiencias enriquecedoras como hacer un clásico como Cyrano, por ejemplo?
-Bueno, el hecho de ser un clásico también es un aliciente para un determinado público. Hay gente que un título como “Cyrano de Bergerac” la lleva directamente al teatro. Otros que “a priori” han venido con más reticencias por ese motivo, nos han transmitido al acabar la función que se han llevado una grata sorpresa. “Cyrano de Bergerac” es un grande entre los grandes. Para mí es indiscutible, una función que alberga tantísimo: comedía, drama romanticismo, protesta social, drama bélico, aventura, duelos de esgrima. Y un personaje que transforma un complejo y deficiencia física en un personaje brillante y que, como espectador, lo vives desde el principio. Después de más de un año en esta función he vivido cosas en un teatro que no había experimentado hasta hoy.
-¿Cómo se activa en tu caso la adrenalina típica antes de subir a las tablas en una persona tan tranquila?
-No soy tan tranquilo como puede parecer, los que me conocen bien lo saben. De hecho, sigo aprendiendo a canalizar la energía, gente que me aconseja bien saben de lo que hablo. Me han colgado algún mote cariñoso en algún trabajo y va por esa línea. Para mí la energía en el trabajo es muy importante y saber usarla también. En eso estamos… Suma y sigue.
-La cultura está en crisis en diversos países y España no es la excepción, ¿Piensas que la cultura debería ser una política de estado?
-La cultura no debería sufrir los caprichos de la clase política de turno. Que la cultura sea patrimonio social, educativo, de integración, etc, es una quimera. Ni siquiera en materias de educación o sanidad la clase política es capaz de conseguir un consenso y hacer de ellos pilares de identidad. Importa el negocio y, la cultura, no lo es, lo ven justo al contrario. La cultura nos cuesta dinero y el maltrato en los últimos años ha sido considerable. Por supuesto que hay posibilidades de incentivar la cultura a través del capital privado y hacerlo sostenible, ocurre en otros países, Pero creo que es más importante hablar de todo lo que engloba para el espíritu, que la gente esté en contacto con ella. Despierta inquietud, pasión, vocación, sensibilidad, conciencia, pensamiento crítico y genera ilusión y futuro. Hay un sector ideológico al que esto no le interesa nada.
“La cultura no debería sufrir los caprichos de la clase política de turno. Que la cultura sea patrimonio social, educativo, de integración, etc, es una quimera. Ni siquiera en materias de educación o sanidad la clase política es capaz de conseguir un consenso y hacer de ellos pilares de identidad.”
-Ahora que muchos posan los ojos sobre vos, ¿Cuáles son los proyectos que te gustaría emprender? ¿Hollywood? pero arriesgo que no será fácil que te mantengas lejos de Alzira…
-Hay proyectos en ciernes, pronto espero poder contar más. Dentro de un par de años llevaré viviendo en Madrid el mismo tiempo que viví en Alzira y Valencia. En Alzira vive mi familia y la siento propia, pero hace años que mi vida está en otro lugar. Hollywood no entra en la ecuación.