Cualquier conocedor de polo sabe que en ningún lugar del mundo este deporte se juega como en Argentina. Desde los Emiratos Árabes, a EE.UU. e Inglaterra, todos quieren un jugador (o varios) argentino en sus equipos. “Asesinos a sueldo” les llaman los ingleses por su letalidad en el campo de juego.
Pero esto no sería posible sin una política de largo plazo a nivel institucional que mantenga ordenado y organizado a este deporte en nuestro país. Una mezcla de pasión, tradición y mucha dedicación son la receta de este incomparable éxito argentino. Y al frente de gran parte de ese proceso estuvo él, Francisco Dorignac, el otrora gran polista que supo jugar contra Juan Carlos Harriott o Carlos Menditeguy, entre tantas otras leyendas, acaba de cerrar su tercer mandato frente a la Asociación Argentina de Polo.
Uno de sus últimos actos en el cargo lo encontró en Catamarca, como invitado especial de la Copa Altos del Solar organizada por el club Vallegrande Catamarca Polo. Emocionado hasta las lágrimas, Dorignac se despidió con breves palabras y el sincero reconocimiento de todos los presentes. No es para menos: gracias a él, Vallegrande Polo se convirtió en el primer club de esa provincia en asociarse a la AAP.
Dueño de una larga trayectoria tanto dentro como fuera de la cancha, Dorignac se tomó su tiempo para hablar de la actualidad del polo y regalarnos, por qué no, alguna de sus riquísimas anécdotas.
Se encuentra terminando su tercera (no consecutiva) gestión al frente de la AAP, ¿Cuál es el balance después de estos cuatro años?
En un país bastante difícil de gestionar, la Asociación no es nada fácil tampoco. No es fácil porque estás manejando todo desde Palermo, con un contrato muy a corto plazo lo cual te deja muy acotado en el tema de recursos; pero yo he sido un acérrimo defensor de los pueblos del interior, tal es así que hace 30 años, en mi primera gestión, creamos el famoso CAIH (Campeonato Argentino del Interior con Handicap), que ahora se acaba de jugar por trigésima vez consecutiva.
Me tocaron todas las alternativas. Empecé hace 30 años cuando el profesionalismo no existía y los estatutos no te permitían muchas cosas como tener patrocinadores en las camisetas. Jugar al polo era representar al club, sin ninguna propaganda. Yo recuerdo haberlo llamado a Pablo Enrique Morea, el famoso jugador de tenis entonces presidente de la Federación de Tenis, y le pregunté cómo hacían ellos. Así empezamos a gestionar el profesionalismo.
Tuvimos toda una serie de conflictos: en esos días nos tocó vivir la Guerra de Malvinas, por la cual el polo argentino tuvo prohibida su participación en Inglaterra. Fui uno de los que hicimos las negociaciones, medio forzadas, de “contrabando” si querés llamarle, para ir a jugar. Jugamos y a raíz de ese partido nos volvimos a abrir las puertas.
¿Eso fue unos meses después de la Guerra?
Sí, unos meses después de la Guerra, era el único deporte que seguía prohibido, todos los demás ya habían sido habilitados.
Después seguimos gestionando, tratando de ayudar en todo lo posible al polo, sin distinción de calidad de jugadores: metropolitanos o del interior. Todas las cosas que pudimos hacer se las debo a todos los concejos que me acompañaron, que no fueron obsecuentes sino críticos, pero todos fuimos a dar sin esperar nada. Juntos terminamos comprando 29 hectáreas, linderas con el predio que tiene la Asociación de Polo en Pilar, con las cuatro canchas ya terminadas e inauguradas. Pero además hicimos algo que creo fue muy importante para el polo del interior: si un equipo del interior quiere jugar todos los torneos que se juegan metropolitanamente en Buenos Aires, tiene que tener un Club en las cercanías o alquilar una cancha; entonces el concejo directivo determinó que todo equipo del interior que esté a más de 150 km de Buenos Aires, dispone de las canchas de Pilar como si fuera su club local.
A propósito del polo en el interior argentino, ¿cómo vio el crecimiento del polo en el Norte del País en este tiempo?
Lo veo muy bien, lo veo con mucho entusiasmo. Ha mejorado mucho en el tema de canchas lo cual es importantísimo porque los grandes jugadores, con el nivel y el valor de sus caballos, exigen una cierta calidad en el campo de juego.
Otro tema es un concepto que yo fomenté, que es “el polo como industria sin chimenea”. Hicimos hacer un estudio de lo que este deporte significa económicamente para el país, excluyendo el tema de la venta de caballos, y nos dio una sorpresa tremenda los millones de dólares que genera el polo: a través de talabarteros, peones afectados a los caballos, forrajes; en fin, una industria.
Para todos aquellos que no conocen mucho el mundo del polo, ¿qué nos puede decir del lugar que ocupa la Argentina en el mundo?
La Argentina es el metro patrón del polo en el mundo, el único lugar que tiene canchas en medio de una gran ciudad como es el caso de Palermo, un monumento mundial del polo. Esto es así a tal punto que la hotelería de la ciudad de Buenos Aires tiene registrado que la mayor ocupación de los hoteles de primerísimo nivel se da en los meses de noviembre y diciembre, cuando se juega la rueda final del campeonato argentino de polo. Ahora hemos logrado que los ómnibus de turismo que circulan por la ciudad hagan una parada obligatoria por la cancha de Palermo, porque los visitantes no pueden creer que exista, en medio de la ciudad, dos canchas de polo. Es como si te invitaran a ver el Estadio de Wimbledon en Londres o el Bernabéu en Madrid. Son museos.
¿Y los jugadores argentinos?
Lamentablemente es tanta la diferencia que hay con el resto del mundo, que un campeonato mundial de polo es imposible llevarlo a cabo jugando la Argentina con sus mejores jugadores. Tal es así que yo me opuse cuando querían volver a integrar al polo a las exigiendo limitaciones a los argentinos (nivelar para abajo), porque a mí me pareció que hay títulos que no se pueden regalar. El famoso test match que tenía la Argentina, la Copa de las Américas que se jugaba con EE.UU., se dejó de jugar hace 10 años porque no había competencia. No sé cómo expresarlo: son los mejores del mundo, inigualables.
¿A qué se debe semejante diferencia de nivel?
Argentina es un país que se ha hecho de a caballo. Las facilidades permiten que acá limpies cualquier potrero, pongas dos arcos y juegues al polo. Pensá lo que pasa en Europa donde el metro cuadrado es tan alto que lo vuelve muy difícil. La gente no tiene como cuidar baratamente los caballos, mientras que acá tenemos petizeros, domadores, las pampas donde los animales están sueltos.
Acá muchos chicos, de pequeños, lo primero que quieren es montar un “petizo”, y tienen las facilidades y los lugares donde poder hacerlo.
En Argentina ciertamente abundan los clubes, pero también hay canchas privadas que intentan suplir la falta de ellos en algunos lugares del país, ¿Qué ventajas ve en la presencia de un club bien establecido?
Yo soy presidente del Country más antiguo de Sudamérica que es Tortugas, así que de clubes yo se bastante. Las canchas privadas son un aporte, pero para un chico no hay como un club. Vos en una cancha privada dependés de que te inviten o no te inviten; en un club, una vez que te admiten tenés todo los derechos para poder practicar el deporte de polo que se supone que para eso te hiciste socio. Es un tema que se descuidó un poco, sobre todo en los jóvenes que te dicen: “Los clubes no existen más, lo que vale son las camisetas”, pero yo he hecho mías unas palabras muy sabias que alguien dijo alguna vez: “Cuando el dinero entra por la puerta, el deporte sale por la ventana”. Eso es un tema que hay que tener mucho cuidado, mucho equilibrio, sobre todo en un deporte que pude ser muy peligroso como es el polo.
¿Y de qué manera se puede promover la existencia de más clubes?
Yo creo que ahí es donde entran los que tienen espíritu emprendedor, como lo que pasa aquí en Catamarca, que es todo hecho a pulmón y son cosas muy importantes. Con plata sola no se hace, se hace llevándolo bien adentro al tema. Si te salen mal las cosas igual seguir para adelante, no desilusionarse. Yo le veo un futuro muy bueno al polo, creo que hay cuidarlo como deporte, no hacerlo una cosa circense. Respetarlo, porque el polo argentino tiene una enorme reputación en el mundo: yo fui testigo cuando fui al exterior de que cuando decís que sos argentino y jugador de polo, se te abren puertas que con plata no se podrían.
¿Que posibilidades hay de que el norte (Catamarca, La Rioja) sean incluidas en torneos de la AAP?
Bueno, no puedo hablar por mi gestión que ya termina, pero estoy convencido que lo que vienen van a apoyar a muerte porque el país necesita este tipo de espectáculo. Para la gente que nunca ha visto un partido de polo en vivo, estas cosas son muy importantes.
Por algo los caballos se usan en equino-terapia, para tratar problemas neurológicos. Por algo yo sigo jugando al polo. Sigo jugando porque para mí es un motivo: llegas del trabajo a tu casa, vas a las caballerizas, tomás mate, te ponés a ver los caballos. Tengo cría y me gusta ver lo que hemos producido: bueno, malo, injugables; pero es una terapia el caballo y el deporte en sí.
Seguramente tendrá muchísimas para contar pero ¿Qué anécdotas rescata de su vida como jugador de polo?
Bueno el deporte me ha dado muchas oportunidades de entrar en lugares que nunca hubiera podido sin él. Yo me hice amigo del príncipe Felipe, el marido de la Reina de Inglaterra y una vez se enteró de que estaba en su país y me invitó a Windsor a presentarme a la reina como agradecimiento por haber sido huésped en mi casa en Tortugas.
¿Y cómo es el príncipe? ¿Es tan excéntrico como se dice?
Ah, es una gran persona, un tipo muy piola, de mucho mundo. Pensá que estar encerrado en un palacio no es para cualquiera… sobre todo si antes has estado suelto (risas).
La última vez que vino a la Argentina lo hizo como embajador de la Fundación Vida Silvestre y me dijo en ese momento que si yo le organizaba una comida en Tortugas con los argentinos que eran “sus mejores amigos”, él se quedaba un día más. Y así fue. Porque jugaba al polo, no tan bien como lo mejor de argentina, pero bastante bien. A él fue a quien le mandé la carta durante la Guerra de Malvinas diciéndole que ojalá el polo fuese como el pingpong entre los chinos y los americanos, que sirviese para poder unirnos. Me contestó inmediatamente, para mi sorpresa, y nos invitó a jugar ese partido que rompió el bloqueo. Ahora los argentinos están yendo todos los años a jugar a Inglaterra.