Un muchacho de ventipico golpea la puerta de ingreso al Polideportivo Carlos Cerutti en la capital cordobesa. Trae un bolso y está subido a unas zapatillas ―más bien llantas― centelleantes.
Es la hora de la siesta de un día laborable y se ve poco movimiento. Un canoso abre la puerta y le pregunta: ¿Qué anda buscando?―Vengo a entrenar―dice el muchacho del bolso.
―Espéreme acá que consulto―le contesta el canoso que tras cerrarle la puerta en la cara no puede ocultar la carcajada. Pasan unos segundos y vuelve a abrir.
―Venga, pase pibe― sonríe el canoso dándole una palmada mientras lo hace ingresar al estadio.
El muchacho con el bolso no es otro que Facundo Campazzo, actual base titular de nuestro seleccionado Olímpico de Básquet, una de nuestras grandes esperanzas en los inminentes JJ.OO de Río de Janeiro. El canoso oficiando de portero no era otro que Miguel “Cata” Oviedo, ex futbolista campeón del Mundo de 1978, un ilustre que se atreve a gambetearlo al joven con una cachada. Campazzo aceptó la invitación del área de Deportes de la Municipalidad para realizar un entrenamiento compartido con jóvenes del Centro de Desarrollo de Jugadores de Básquet, un espacio gratuito de formación.
“Cuando era chico por ahí no tenía la oportunidad que un jugador de la Liga o ―en este caso de Europa― venga a jugar o hablar. Recuerdo que venía a ver a Atenas y los esperaba ahí afuera. Una vez Juan Pablo Figueroa me regaló una “Gatorade” y yo la sigo guardando, imagínate. Trato de devolver, no siento que hayan pasado tantos años desde que yo tenía la edad de estos pibes, me siento identificado y tratando de disfrutar de la misma manera que lo disfrutaba. Inconscientemente me hace una parte de nostalgia, de Déjà vu, lo disfruto mucho”, me cuenta Campazzo tras las horas compartidas con los pibes. En todo ese tiempo y posterior charla demostró su carisma que se destaca por su humor e influencia en los grupos (por algo fue el señalado para reportear el paso de la selección cuan si fuera periodista). Cuando entró a la cancha le observé sus gestos, sus movimientos, sus miradas. Apenas le tiraron la primer pelota sus ojos se iluminaron, no constituía la expresión de lo que se supone de un jugador seleccionado, que viene con la chapa puesta a dar cátedra; muy por el contrario, era de un chico que se divierte dentro de una cancha. “Profe, mire que soy uno más, vine a entrenar” ―le dijo al coordinador Luciano Juncos.
Finalizado la práctica, en una charla con los jóvenes, el basquetbolista habló sobre sus inicios, el sacrificio que implica apostar a una profesión, la voluntad de aprendizaje y la necesidad de ciertos renunciamientos. Desde dejar a su familia siendo un adolescente para recalar en otra ciudad para jugar al básquet, hasta las ocho horas diarias que pasaba entrando en su club. A pesar de su juventud, Campazzo es un veterano de varias batallas, compartiendo vestuarios con una parte de la generación dorada y asumiendo cada vez más un rol determinante en la selección.
“Mis amigos, mi familia, mi novia, todos son mi cable a tierra, me ayudan a desconectarme un poco del básquet, de toda esa presión que tenemos en esos diez meses a la hora de jugar una temporada, vengo a estos lugares y me siento uno más de los chicos”, expresa el oriundo de Córdoba.
-Hacer esta experiencias antes de los J.J.O.O, ¿Es una forma de cargar las baterías particular?
Es un entrenamiento psicológico, por así decirlo. En mi caso lo disfruto mucho. Además trato de no estar mucho en mi casa, de ir a visitar a mis sobrinos, a mi hermano, a mis amigos, de pasar el tiempo con mi mamá, de entrenar la cabeza porque ahora estos dos meses con la selección si bien no son de mucho stress, son de mucha concentración y te demanda la cabeza. Trato de recargar las pilas acá.
-Aconsejabas subir los escalones de a uno, ¿Es tu filosofía de vida? ¿Tuviste más aciertos que resbalones en esta carrera evolutiva que tenés?
Desde que tuve a Sergio Hernández (actual entrenador del seleccionado nacional de Básquet) me enseñó que no hay que plantearse objetivos a largo plazo. Si bien es lógico planteárselos, para cumplir esos objetivos hay que proponerse cumplirlos en el corto plazo. Por ejemplo, poder tener una buena actuación en el seleccionado ahora en los Juegos, una buena temporada en mi equipo…Si uno hace bien las cosas escalón por escalón, vas a llegar al final de todo cumpliendo tus objetivos o no, vas a llegar a tu techo. Dar y llegar a lo máximo de tu potencial es un logro más importante que cualquier cosa. Con esa filosofía que me enseñó Sergio, afronté toda mi carrera, “no volverme loco”, “querer jugar la NBA”, “tratar de hacer treinta puntos en un partido”. No plantearme objetivos que sean difíciles de cumplir. Simplemente tratar de disfrutar del día a día, basándome en esa filosofía el resto de mi carrera.
-Nombraste a un maestro, ¿Cuáles han sido tus grandes influencias?
Todos, si nombro a uno menospreciaría al resto. Todos me enseñaron algo, tanto mis amigos como mi familia, como el mencionado Sergio que contribuyó para que sea una persona tanto dentro como fuera de la cancha, hasta Leo Gutiérrez o la señora que limpiaba en el club de mis inicios. De todos me llevo algo, por ejemplo, una señora en Mar del Plata ―Estela―me dejaba estar en su casa para dormir y me daba de comer y fue como mi segunda mamá cuando la mía estaba en Córdoba. Todos aportan algo y uno sabe que tomar de lo bueno ayuda también a prescindir de lo malo, de lo que no te sirve. La experiencia de vida que tuve fue más virtud del resto que mía.
-¿Cómo es tu día después de vivir tan intensamente el básquet?
Soy de mirar muchas películas (piensa y aporta una contradicción), pasa que uno dice “me voy a desenchufar un poco y ver una película” y terminás viendo un partido de básquet. Inconscientemente la cabeza te pide esa adicción, cuando visito mi ciudad trato de estar mucho con mi entorno, me gusta jugar mucho “a la play” ―Fifa o los juegos de aventura―, me meto mucho por internet, soy un viciado con eso. Claro que cuando estoy con mi novia trato de pasar todo el tiempo con ella, ir al cine…A medida que pasan los años más cosas para desenchufarte hacés. Personalmente antes mucho no salía, me quedaba viendo videos de básquet, ahora como que me doy tiempos para descansar. Uno va madurando y priorizando también otras cosas.
-Antes de verte trabajar hoy pensaba cuál será tu secreto, observándote entrenar con una humildad palpable es fácil advertirlo…
Hay que trabajar y sacrificarse, A los 15 me fui de Córdoba y la inconsciente de mi mamá me dejó ir, sacrifiqué de estar con mis amigos, estar con mi familia, irme a otra provincia a miles de kilómetros, empezar a trabajar. También me ayudó mucho estar con (Luis) Scola, (Manu) Ginóbilli, (Pablo) Prigioni, (Chapu) Nocioni. A base de talento solamente nadie consigue nada. Acá es base de talento más el trabajo, si uno sacrifica cosas y trabaja para lo que uno quiere, con convicción puede hacer cualquier cosa.
En este tablero de ajedrez donde hay tantos jugadores importantes, ¿Es clave entender que a veces hay que hacer simplemente de peón?
Exacto, hay que aceptar el rol que uno va a tener, esta es la selección Argentina, no es simplemente Luis Scola o Manu Ginóbilli, por ejemplo, Leo Gutiérrez nos enseñó que en Peñarol era el máximo anotador y en la selección el mejor defensor, en la selección te enseñan que el equipo está por encima de cualquier individualidad. Y ese pensamiento se mantiene toda tu vida.
-¿Qué es la selección para vos? ¿Tu casa?
Sí, estos últimos años me hice más amigo de cada jugador, de los compañeros que eran del primer momento (Nicolás) Laprovittola, Nicolás Richotti, (Selem) Safar o Scola, como que el vínculo se hizo más fuerte y cada vez que llega la convocatoria a la Selección jugás con tus amigos, con tus hermanos, con tu familia, eso hace que te des cuenta a la hora de jugar como el equipo está unido.
-Dada tu experiencia y tu juventud, ¿Te ves como líder prolongado en el tiempo?
Trato de no meterme en ese rótulo de “líder”, por ahí tuve más torneos que los más jóvenes, tuve la suerte de estar con Leo o con Luis ―en la selección me toca estar con él en la habitación― en ese sentido inconscientemente uno aprende cosas del líder. Al ser el base junto con Nicolás (Lapravittola) tenemos que ser la voz en alto, ser esa voz líder en el equipo, pero en esta concentración esta Luis, Manu, a nosotros sólo nos queda escuchar.
-Dijiste que vas escalón por escalón pero, ¿Hay una medalla olímpica en ellos?, ¿Formar una familia?
Próximo es trabajar duro para estar bien con la selección, después tratar de hacer una buena olimpíada, eso de la familia te digo que en dos o tres años, todavía no…
-Metiste un “dribbling”…
(Risas) No digo que no, es más, lo veo mi hermano con sus hijos y me da muchas ganas tenerlos, tal vez no estoy en edad todavía y vamos a esperar un poco más. Sino tratar de mantener deportivamente lo que estoy haciendo, buscando tener temporadas buenas y llegar al objetivo final, a mi techo. No es que no quiera jugar la NBA, es un sueño, pero si mi techo me da jugarla, voy a buscar ese techo tratando día a día de ser un mejor jugador.
Dos profesores de educación física ―que también son sus amigos de toda la vida― lo esperan para una rutina de entrenamiento personal. Y eso que había jugado casi tres horas con los pibes. Nada parece agitarlo. Campazzo ríe y vuelve a correr, a tomar contacto con la pelota, a tirar uno más de esos tantos triples que luego se viralizan. A encestar en esa cancha y en la vida.