Una ancestral celebración convertida en Fiesta Nacional reúne a miles de personas en torno a una leyenda diaguita. Entre vidalas, harina con agua y muchas sonrisas, viví tres días a pura diversión tal como sucedía antaño.
Cada mes de febrero miles de visitantes corren entre risas con ropas viejas y las caras manchadas de harina. Es que durante tres días se celebra la Fiesta Nacional de la Chaya, un gran evento de raíces ancestrales que invita a dejar de lado cualquier pena en la provincia de La Rioja para darle paso a la alegría. Este año del 9 al 13 de febrero se celebrara del 9 al 13 de febrero en la ciudad capital de La Rioja.
Se dice que una niña de los pueblos originarios llamada Chaya, enamorada platónicamente del príncipe de la tribu Pujllay, desapareció en lo alto de la montaña y se convirtió en nube. A partir de esa leyenda la tradición popular se apropió del nombre de la chica como “agua de rocío” y, en voz cacana, el nombre del príncipe significa “jugar y alegrarse”. La conjunción de sus nombres dio origen a esta tradición original y multitudinaria. Supuestamente el joven también estaba enamorado, y al no poder concretar sus intenciones por la oposición de su tribu se dedicó a emborracharse hasta el día en que murió, quemado en el fogón de la fiesta. Así nació esta costumbre entre los diaguitas, que aún hoy en día se celebra en la época de carnaval, aunque nació para la finalización de las cosechas.
Todos los pasos se cumplen para rememorar esta historia infeliz. Las costumbres chayeras incluyen la quema del Pujllay y su entierro, que marca el fin del rito popular.
La gente se divierte al máximo durante estas jornadas en que los barrios se llenan de agua, harina y vino, siempre con vidalas de fondo. En medio del clima alegre revive la identidad cultural y los lugareños reciben a los viajeros con ganas de demostrarles con fervor sus tradiciones paganas. No falta el tinkunaco, representación del encuentro el entre indios y españoles, y el recuerdo del momento en que los recién llegados de Europa se toparon con esta celebración que hoy el pueblo, cuna de caudillos, mantiene con esencia familiar y la pureza de antaño.
El aroma de la albahaca fresca, los sonidos de cajas chayeras, los topamientos en los barrios y la vestimenta de los Allys llenan de color la provincia durante días que resultan inolvidables, tanto como el Festival Nacional de Torrontés en noviembre y la Festividad del Tinkunaco cada diciembre. La región se prepara para darlo todo y así lo hace siempre, tal como canta la Chaya Riojana: “Las cajas ya están templadas, los bombos bien estirau, es que se viene la chaya riojana con el pujllay. Los changos y las chinitas las calles ya han adornau, con ramilletes de albaca, con el muñeco ladeao”.
A La Rioja se llega en avión, al aeropuerto Cap. Vicente A. Almonacid; en ómnibus o en auto, por la Ruta 40, 76, 75, 38, 5, 73, 77, 79 y 141.
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