ENTREVISTA | JORGE PEREIRO

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Ni de casualidades ni capas se hacen los héroes.

El cordobés, junto a su perro de rescate, fue quien encontró con vida a Joaquín Santos, el joven oriundo de Buenos Aires que permaneció perdido once días en la zona de la Laguna Ilón, en Bariloche. El relato de un apasionado por la vida, que supo interpretar las señales que el camino le ponía delante.


Paramédico de profesión. Guardavidas, bombero y rescatista por elección desinteresada. Apasionado de nacimiento, a sus 37 años, Jorge Félix Pereiro tiene por demás sabido que las casualidades no han tenido lugar en su vida, sino más bien todo se ha debido a un conjunto de señales interpretadas a tiempo, que tras mucho esfuerzo se convirtieron en elecciones de vida. Y son esas elecciones las que hoy lo determinan. Como hombre, como profesional, pero como ser humano, por sobre todas las cosas.

Jorge es el tercer hermano de cinco, aunque la vida lo hizo llegar al mundo tras la partida de su hermano anterior (Jorge Félix Pereiro, al igual que él). Probablemente ese hermano no sólo le heredó su nombre, sino también la misión de mantener con vida su memoria. Y quizá esa haya sido la primera señal que lo llevaría a dedicar sus días a mantener vivas a las personas que se le cruzaran en el camino. Como rescatista, como paramédico, como guardavidas, como bombero.


A sus 16 años llegaría la primera situación de riesgo que necesitaba de alguien que aventurara su integridad por mantener a salvo a quien estaba en peligro. Fue en unas vacaciones en Valeria del Mar donde Jorge se lanzó al agua ante los pedidos desesperados de un joven que no podía permanecer a flote. Tras el rescate, mientras su mamá –por los nervios de verlo arriesgándose– lo cacheteaba en la playa al mismo tiempo en que recibía felicitaciones y agradecimientos de todos los presentes, Jorge sentía que la señal había sido clara: su vida empezaba a tomar un rumbo definido.


“Esa primera vez, lo que más me llamó la atención de la persona que estaba en peligro, fue su mirada. Noté que se le iba la mirada del cuerpo, entre la desesperación y la angustia. Tuve la necesidad de ponerme en el medio de lo que se estaba llevando la mirada, y la mirada en sí. Ahí todo cambió para mí. Sentí que estaba en el lugar donde tenía que estar. Me sentí completo”, cuenta Jorge mientras recuerda aquel primer contacto con lo que sería posteriormente su elección de vida.

Unos diez años más tarde, luego de haber adquirido profesión y oficio en sus experiencias como paramédico, bombero voluntario y rescatista, la vida lo cruzó con un nuevo desafío: entrenar perros para rescates. Y eso también fue producto de una casualidad, de esas que Jorge no cree que existan en realidad. Es que él se encontraba viajando al sur, y en el operativo de gendarmería –por medio del cual se analiza la presencia de alimentos que no pueden ingresar a la Patagonia– vio en acción a perros entrenados. La cualidad olfativa de los canes fue motivación más que suficiente para lanzarse al desafío del adiestramiento, y lograr así incorporar este trabajo a su formación.

“Después de ese control en Río Negro, vi a los perros como una herramienta para nutrir esta pasión de interponerme ante aquello que se lleva a la gente. Pensé mucho todo el camino hasta que llegué a destino”, señala Pereiro. En estos diez años, Jorge capacitó y certificó a cuatro perros de rescate, y fue con dos de ellos con los que arribó hace menos de un mes a la misma provincia (esta vez a la localidad de Bariloche) para participar de la búsqueda del joven bonaerense Joaquín Santos –quien se extravió once días en la zona de la Laguna Ilón–. Jorge y su perro Kona encontraron a Santos con vida, más allá de los desfavorables pronósticos. “Yo fui a buscarlo con vida. No iba a empezar una pelea creyendo que estaba perdida”, resume el rescatista quien tiene la satisfacción de saber que aquella convicción de enero, es hoy una feliz certeza.


Jorge casi no tiene memorias fuera de su vida en alerta: esa alerta que lo llena de adrenalina y de momentos que le dan sensaciones únicas e irrepetibles. Efímeras. “Esa primera sensación se repitió en el tiempo de distintas maneras. Y como también se agota, sigo buscándola en cada llamado”, cuenta, y agrega: “Todos merecemos segundas o terceras oportunidades. Hay situaciones en las que uno siente que se perdió todo, que no encuentra la solución. Y es bueno que haya alguien tendiendo una mano para que todo vuelva a su curso”.

En la mirada de Jorge están concentradas muchas otras miradas: la de su hermano, la del joven de Valeria del Mar, la de la niña que reanimó tras un ahogo accidental, la de la pareja intoxicada en su propio departamento, la de sus perros, la de sus compañeros de cuartel… Miradas aliadas que son un grito de ganas, de esfuerzo pleno. Los héroes de verdad no visten capas, ni precisan de casualidades. A los héroes de verdad se los reconoce en su mirada, porque en ellas encontramos el inefable valor de estar vivo.

 

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