Estados Unidos, el epicentro de la web mainstream acaba de aprobar la derogación de la normas de neutralidad en la web (Net Neutrality)
a través de la Comisión Federal de Comunicaciones controlada por los Republicanos y especialmente por su director, el lobista Ajit Pai. Esto puede significar poco y lejano a nosotros argentinos, para quienes la Neutralidad está garantizada en la Ley Argentina Digital de 2014, que en su artículo 56 garantiza a cada usuario “el derecho a acceder, utilizar, enviar, recibir u ofrecer cualquier contenido, aplicación, servicio o protocolo a través de Internet sin ningún tipo de restricción, discriminación, distinción, bloqueo, interferencia, entorpecimiento o degradación”.
Pero EE.UU. es el epicentro. De allí surgen la inmensa mayoría del contenido consumido en occidente (China es un universo aparte) y es el mercado más importante. El fin de la neutralidad en ese país afecta directamente la relación que los usuarios tienen con el contenido porque habilita a los proveedores de internet a cobrar valores diferenciados por el acceso a diferente contenido. Bajo la neutralidad, con un paquete de acceso a Internet que puede estar limitado por la cantidad de datos que se trafican, uno podía entrar a cualquier página y hacer uso de ella, llámese Netflix, Revistarandom.com o una pagina porno. Bajo el nuevo régimen, entrar a Netflix puede costar más, porque así se lo exigirán a esa compañía los proveedores y, si todo queda en manos del mercado, seguramente se traslade al usuario.
Más costos para el usuario, más dificultad para competir, más ahogamiento a proyectos creativos a cambio de empresas que ganarán mucho más y que, prometen, servirá para avanzar e innovar en el área correspondiente (brindar internet a los usuarios).
Internet ha sido la panacea de la creatividad y la innovación. De allí surgió el estilo de vida contemporáneo y bajo la libertad de acceso se inventaron y crecieron aplicaciones, servicios y webs de todo tipo, a bajo costo para el creador, alentando la participación. No son los gigantes los que van a sufrir el golpe propinado por el incombustible Donald Trump, pero sí las pequeñas empresas que comienzan. Y los usuarios.
Pero eso en Norteamérica. Lejos de nosotros, pero siempre el “ejemplo a seguir” en estos casos. Con el argumento de que aflojar el control del estado se pone en juego un sistema de fertilidad como nunca antes se había visto en la historia universal.