Miremos un tema potente pero delicado a la vez: la sexualidad. ¿Por qué es tan importante? ¿Por qué de ahí surge la vida? ¿Por el placer que provoca el encuentro entre las personas? Me gustaría compartir otra mirada sobre la sexualidad para que puedas ver que al integrar autoconocimiento y coherencia sexual, estás creando conciencia.
La realidad humana tiene una parte de existencia y otra de finalidad.
Muchos de nosotros vivimos por vivir, hasta que llega un suceso que nos lleva a preguntas profundas como cuál es nuestro propósito existencial. La buena noticia es que podemos anticiparnos intuitivamente.
¿Quién soy? ¿Cuál es la esencia de esto que hago? ¿A dónde voy si continúo repitiendo conductas? ¿Para esto nací? ¿Esto era la vida?
Gracias a estos cuestionamientos comenzamos a descubrir un mundo más verdadero, más original, más sincero con nosotros mismos. Desde esta nueva mirada, la sexualidad es un camino para poder respondernos estas preguntas. Sólo tenemos que aprender a percibirla de otra manera, entender su origen y el curso de su energía. Refinar la percepción del intercambio. ¿En qué me convierto cada vez que me entramo con otro? ¿Qué estoy generando?
En pocas palabras, la sexualidad verdadera es una sexualidad con propósito.
Ni la mente ni las emociones pueden explicar cómo se unen las personas. Pero sucede. Instinto e intuición se reúnen con un propósito que es atravesado por otra lógica. La vida, se encarga del resto.
Pero muchas veces el propósito de nuestra sexualidad se encuentra cargado de condicionamientos, valoraciones, programas creados por nuestra mente, expectativas, etc. Estas cargas no permiten manifestar el verdadero fin de la sexualidad, que es mucho más elevado.
Ya es tiempo de que esto ocurra.
Venimos de una experiencia sexual al servicio de la procreación, la protección, la vinculación comparativa y de valor, de sobrevivir, de completarnos, de quedar satisfechos, y sentir que somos capaces de generar eso mismo en el otro. De esta manera estamos creando un propósito existencial ilusorio, en referencia al otro y no nos diferenciamos mucho del reino animal. Pero los seres humanos tenemos una enorme posibilidad. A diferencia de los animales tenemos la capacidad de decidir al servicio de qué ponemos nuestra sexualidad.
¿No te pasa que a veces sentís que te vinculás sexualmente de manera exitosa con alguien, pero luego te sentís insatisfecho? La respuesta es simple: la plenitud no pasa por ahí.
La sexualidad muchas veces se ha vivido como algo que necesita ser compartido para ser pleno. Esto es una “identidad” o “carga”. Pareciera que si estamos solos dejamos de activar esa antena maravillosa de conexión, y es por eso que comenzamos una búsqueda: sentirnos acompañados, vinculados, protegidos, protectores, satisfechos, sentirnos vivos. Pero incluso si todo eso se da, puede ser que igual entremos en crisis. ¿Cómo bajar esa intuición a nuestro cuerpo durante el acto sexual? Si asumimos que durante el movimiento que genera la excitación y el orgasmo nos encontramos ampliamente receptivos, y que existen transmisores que lo manifiestan, podemos decidir al servicio de qué ponemos esa receptividad. Abrirnos a la capacidad de transformarnos.
Se trata de cambiar el curso de la energía, y en lugar de perderla por satisfacer al otro exclusivamente, ponerla al servicio de saber quiénes somos y cuál es el propósito de ese momento. Abrirnos a la posibilidad de que existen otras razones de atracción, no sólo sexuales.
Existen dos niveles de atracción entre las personas: instintiva, e intuitiva.
A nivel instintivo resonamos con el que está más apto para reproducir una especie que sobreviva de manera exitosa. A nivel intuitivo, atraemos a aquellas personas que nos harán madurar nuestros aspectos más débiles. De esta manera, la conciencia manifestada en un encuentro sexual, nos ayudará a evolucionar.
Entonces, la sexualidad ¿es conflicto u oportunidad?
Si estás conectado con tu sexualidad, estás más conectado con la velocidad de tu conciencia, más preceptivo. Te sentís más vivo y empezás a ver que un encuentro sexual no termina en la cama.
En la autoreferencia sexual puede haber madurez y en ella evolución, porque se despliega un mecanismo de sincronización más allá del intercambio energético. Se sincroniza información del principio masculino y femenino, y desde ahí incorporamos la manera de ver la vida. Es acompañarse para ver un proceso.
Hay una identidad dinámica que se va dando en cada instante de mi encuentro sexual. Individual, o con el otro.