El Doodle de Setecientos años

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1950

Todos conocemos los doodles, la forma con que Google acostumbra celebrar los acontecimientos alrededor del mundo decorando su logo con animaciones y diseños alegóricos. Pero mucho antes de esta, una estatua en Bélgica con una particular historia ya se le había adelantado al gigante de Silicon Valley.

Hay obras de arte que marcan épocas enteras como los búfalos en las cuevas de Francia y España, el David de Michelangelo o el inodoro de Duchamp, hay otras que son significativas porque se han vuelto hitos de la reproducción masiva como los enanos de jardín, por dar un ejemplo.

Hay una obra en Europa que vive en el limbo: símbolo ineludible de una ciudad y al mismo tiempo madre de incontables reproducciones de gusto dudoso. Una muestra del humor de un pueblo pero al mismo tiempo envuelta en mitos sobre el patriotismo y orgullo de una nación.

Quien haya paseado por Bruselas seguramente invirtió varias selfies junto a esta pequeña maravilla de la historia. Estamos hablando de único e incomparable Manneken Pis (literalmente el “niño meón”), una estatua-fuente de bronce de un pequeño y regordete infante en pose de orinar sin ninguna preocupación en el mundo. Sí, estamos hablando de la madre de todas aquellas fuentes de niños meones que invaden plazas y patio por doquier.

En la capital belga, el Manneken Pis es una especie de mascota de la ciudad, siempre en su pedestal ofreciendo agua y amistad a todo el mundo, pero también un fiel compañero de los bruselenses en tiempos de arduas contingencias.

Se cree que hubo allí una estatua de un niño meón por lo menos desde el siglo XIV, como un pintoresco expendedor de agua para la plebe de la por entonces vibrante Bruselas medieval. Por entonces era una estatua de piedra sobre un delgado pedestal y habría sido destruida, robada y cambiada en numerosas oportunidades.

La famosa estatua de bronce cuya replica en la calle (la original está en un museo) pueden ver hoy los turistas, se encomendó recién en 1619 al escultor barroco, Jerónimo Duquesnoy, padre del famoso pintor Frans Duquesnoy. Desde el siglo XIX el pequeño meón fue robado unas sietes veces, siempre recuperada y con graves consecuencias para los ladrones porque no solo se estaban robando una obra de arte, estaban tocando el amor propio de todo un país.

Un Símbolo de Libertad

Desde los tiempos medievales, Bruselas y sus alrededores (el territorio conocido como Flandes) fue codiciado por las grandes potencias del mundo. En diferentes momentos estuvo bajo el control y la ambición de Francia, España y el Sacro Imperio Romano. Pero los habitantes de estas ciudades, que florecían con el comercio marítimo, mantuvieron siempre el impulso de libertad como bandera y eventualmente se sacudieron el yugo de todos.

Aunque no sean ciertas ninguna de las historias sobre el origen del Manneken, al menos son una muestra del lugar que la escultura-fuente se ganó entre la población, una especie de símbolo de libertad, ingenio y el buen humor de los bruselense.

La historia más famosa cuenta que la estatua representa a un niño que, durante un asedio de la ciudad, descubrió aun grupo de zapadores en un túnel a punto de encender explosivos bajo las paredes de Bruselas. Rápido y valiente, el niño apagó las bombas orinando sobre las mechas. Por supuesto, el niño fue ejecutado por los enemigos pero la ciudad se salvó y en recompensa lo inmortalizaron en la célebre esquina de Rue duChêne/Eikstraat y la peatonal de Rue de l’Étuve/Stoofstraat.

Sea esto cierto o no, siglos después, durante el bombardeo de Bruselas por los cañones franceses en 1695, que dejaron la ciudad en ruinas y cenizas, el pequeño de bronce se mantuvo intacto, como el orgullo de los ciudadanos.

Pero sin duda lo más pintoresco es la tradición de la ciudad de vestir a la estatua para momentos claves y alegóricos, miles de sugerencias se mandan todos los años a una ONG y unos 20 diseños son fabricados y hasta la fecha ya posee 950 modelitos de todo tipo que son exhibidos en un museo. Para quienes verlo disfrazado, los días en que lo estará se deciden con anticipación y son anunciados en carteles cerca de la fuente. Pero lo más sorprendente es que, si viene esta tradición está regulada desde 1950, hay evidencia de trajes y vestidos que datan desde la época misma en que se instaló la versión de bronce. 

El Manneken Pis se volvió rápidamente adorado por el pueblo que lo ve incluso hoy como un ejemplo de la irreverencia y el humor belga conocido allí como zwanze y por lo tanto como un ejemplo del libre pensamiento que tanto querían defender.

Por ello al primer ladrón de la estatua en 1817 le dieron la condena de trabajos forzados de por vida. Se había robado el corazón de ese país.-

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