Leone Tommasi y el misterio de las estatuas de Perón”

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Hubo al lado de Perón, una mujer que se dedicó a llevarle al Presidente las esperanzas del Pueblo, que luego Perón convertía en realidades. De aquella mujer sólo sabemos que el Pueblo la llamaba, cariñosamente, Evita”.
Capítulo XVII de la Razón de mi Vida.

Escribe: Luis Rodolfo Cuello

Leone Tommasi nació en Pietrasanta, Italia, lugar donde pasó la mayor parte de su vida. Estudió primero en la Academia de Bellas Artes de Roma y la de Brera en Milán, donde se diplomó con Achille Alberti en 1926.

Durante 20 años fue profesor en la Escuela de Arte Estático de Pietrasanta. A pesar de haberse dedicado extensamente a la escultura, fue un eximio pintor, considerado el más grande acuarelista de su época.

Entre 1950 y 1954 viajó a la Argentina para realizar las grandes estatuas de contenido social que se colocaron en el frontispicio superior de la Fundación Eva Perón y las proyectadas estatuas a Perón y Evita. Fue gracias a Tommasi que Pietrasanta inició su florecimiento como centro de los grandes artistas del mármol. Ha sido llamada por eso la pequeña Atenas.

Algunas de sus obras pueden encontrarse en:
• Tres estatuas que integraban la estatua de Perón, mármol, Quinta de San Vicente, San Vicente, provincia de Buenos Aires, Argentina.
• Sexta Sinfonía de Beethoven, mármol, Jardín Botánico de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina.
• San Juan, bronce, Catedral de Adelaida, Australia.
• Simón Bolivar, bronce ecuestre, en Santa Marta, Colombia.


Eva Perón deseaba erigir el monumento más grande del mundo al “Descamisado de la Patria”. Había visitado en París la tumba de Napoleón y había quedado impresionada por su diseño.

El párrafo con que damos comienzo al escrito, parte de capitulo XVII de “La Razón de mi vida” y la brevísima reseña biográfica del gran escultor italiano Leone Tommasi sirve de introducción a uno de los misterios del arte y la política Argentina, tal vez más curiosos.

El 17 de julio de 1952, el parlamento de la República Argentina aprobó la Ley Nº 14.124 que creaba la Comisión Pro Monumento a Eva Perón, impulsada por las diputadas Delia Parodi, Celina Rodríguez y Dora Matilde Gaeta y las senadoras Juanita Larrauri e Hilda de Castiñeiras. Este ambicioso proyecto se le encarga a Tommasi que desde 1950 estaba en Argentina para realizar los frontispicios en mármol de la Fundación Eva Perón.

La idea apareció a mediados de 1951 en el cenit del primer gobierno peronista. Eva Perón deseaba erigir el monumento más grande del mundo al “Descamisado de la Patria”. Había visitado en París la tumba de Napoleón y había quedado impresionada por su diseño.
“Que sea el mayor del mundo. Tiene que culminar con la figura del Descamisado, en el monumento mismo haremos el museo del peronismo, habrá una cripta para que allí descansen los restos de un descamisado auténtico, de aquellos que cayeron en las jornadas de la Revolución. Allí espero descansar también yo cuando muera”, fueron las instrucciones de Evita a su escultor favorito, el italiano León Tommasi, quien por entonces, instalado en un taller en San Isidro, ya trabajaba sobre otras figuras de líneas neoclásicas que fueron destinadas a decorar por poco tiempo la parte superior del inmenso edificio grecorromano de la Fundación Evita, hoy sede de la Facultad de Ingeniería de la UBA. En diciembre de 1951 Tommasi llevó a la residencia presidencial una maqueta que le alegró a Evita la poca vida que le quedaba. “Es genial porque es grande y sencillo”, dicen que dijo.
Su deseo se trasladó al texto de la ley 14.124, sancionada tras ocho días de discursos el 4 de julio de 1952, pocos días antes de su muerte.

Asegurar su inmortalidad pasó a ser una cuestión de Estado. El monumento eternizaría a Eva Perón. Se establecieron dos años como plazo de finalización y también se ordenó el emplazamiento de “réplicas del monumento en la capital de cada provincia y de cada territorio nacional”.

Se financiaría con aportes populares y se autorizaba al Poder Ejecutivo a adelantar 4 millones de pesos. El Correo puso en circulación estampillas “Pro monumento”, y a partir de la ley se formó una Comisión Nacional del Monumento a Eva Perón, presidida por la senadora Juana Larrauri.

El monumento, con 137 metros de altura, sería casi tan alto como la catedral de Notre Dame. Con 100 metros, el diámetro de su base superaría al estadio Luna Park. Contaría con escaleras helicoidales y 14 ascensores, tantos como las extintas Torres Gemelas neoyorquinas, y un sarcófago de 400 kilos de plata.

Los planos lo muestran de pie en la cúspide, recubierto de cobre como la cúpula del palacio del Congreso. Es un descamisado de 67 metros de altura que, parado sobre un basamento de 70 metros, transforma todo alrededor en precipicio.

Es un titán sin semejantes que pesa 43 mil toneladas, rasca el cielo para representar con elocuencia el poder de Juan y Eva Perón. Aunque odiosas, las comparaciones son ilustrativas. Una maqueta comparativa lo muestra 45 metros por encima de la Estatua de la Libertad de Nueva York y triplica los 38 metros del Cristo Redentor de Río de Janeiro.
Un viril trabajador, esbelto, sobrio, aseado, delante de su herramienta –un yunque, con la camisa arremangada y puños firmemente apretados –crispados, que anticipan las tensiones de una lucha que deberá ganar. Es el descamisado universal. Centinela de aplastante presencia erigido para acompañar la nueva aurora soñadora de mañanas mejores, y representar una evolución: la superioridad del trabajador justicialista por sobre todos los pasados.

En el primer aniversario de su muerte, el 26 de julio de 1953, se expusieron al público en el Ministerio de Trabajo y Previsión la maqueta, los gráficos y planos finales de la obra. En un momento se discutió si reemplazar el gigante Descamisado por una estatua de Evita. Finalmente resultó que las proporciones de su fisonomía no se correspondían con las dimensiones colosales requeridas, y se decidió que una imagen de Eva Perón se corporizara en mármol de Carrara, con una estatua de dimensiones apenas mayores a las reales, y que a sus pies tuviera las figuras de dos trabajadores: uno de músculo y otro de intelecto. El conjunto se colocaría en la cripta al lado de su sarcófago de plata, cuya tapa se levantaría según la ocasión para mostrarla dentro de una caja de cristal.

En la base del monumento se abriría una basílica laica, un santuario pensado para que de todo el mundo llegaran a venerarla. Según el plano, los accesos al templo serían a través de tres puertas de bronce con bajorrelieves de la Argentina socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana.

Allí aparecían representados los momentos imborrables en la vida de Evita y el movimiento peronista: el 17 de octubre de 1945, el abrazo con Perón el 1 de mayo de 1951, la condecoración de Eva Perón el 17 de octubre de 1951, Eva Perón y el descamisado, Eva Perón y las mujeres, Eva Perón y los trabajadores, las lágrimas de su pueblo, Evita y los niños y el último saludo del 4 de junio de 1952. Había, también, un salón grecorromano con paredes de mármol, rodeado por frisos y columnas, con techo alto de cúpula revestida de mosaicos con pepitas de oro y tan amplio que permitía la frase extraída del capítulo XVII de La razón de mi vida: “Hubo al lado de Perón……………”


Una maqueta comparativa lo muestra (al monumento) 45 metros por encima de la Estatua de la Libertad de Nueva York y triplica los 38 metros del Cristo Redentor de Río de Janeiro.

El 11 de enero de 1955 se adjudicó la licitación de la obra a la empresa del Estado Wayss y Fritag. El inicio de la construcción se demoró. Para ubicar los cimientos tuvieron que realizar excavaciones, desplazar cables de alta tensión y un colector cloacal. Se volcaron 18 mil metros cúbicos de tierra para tapar dos antiguas piletas de filtros de Obras Sanitarias de la Nación y levantar ahí el obrador, depósitos de materiales y maquinarias. Con 400.000 kilos de hierro y 4000 metros cúbicos de hormigón se hicieron los cimientos que permanecen allí enterrados. Superados los inconvenientes, la obra llegó a inaugurarse. Corría el 30 de abril y el mismo Perón colocó la primera cucharada de mezcla en la estructura a levantarse.

El lugar de emplazamiento era al norte de la ciudad. La maqueta muestra al monumento, de cara al río, en el parque ubicado en el hueco dejado por la primitiva cancha de River Plate, entre las avenidas Libertador y Figueroa Alcorta, y las calles Tagle y Libres del Sur, frente a la residencia presidencial, por entonces ubicada en la barranca en la que se alza hoy la Biblioteca Nacional. Como referencias cercanas se destacan también el Automóvil Club Argentino y la Facultad de Derecho. Aseguraban que allí sería visto, sin obstáculos, desde muy lejos.

Para tan importante construcción Tommasi esculpió la cara de Perón vestido de obrero, con la camisa abierta y un gesto de lucha, pero esa idea no fue aceptada y hubo de modificarla.
El costo de la obra quedo estimado en 150.000.000 de pesos aunque el Ministro de Obras Públicas, Dupeyrón, calculó que no podía costar menos de 400.000.000 de pesos, dado lo que debía invertirse en mármol de Carrara.

Con los cimientos colocados y la gigantesca escultura a punto de ser plantada, llega el fatídico Setiembre de 1955 y se produce el derrocamiento de Perón. Al producirse el golpe de ” La Libertadora “, en 1955, un furioso comando militar antiperonista irrumpió en el atelier del escultor Tommasi y procedió a decapitar con picos y mazas las estatuas de Evita y Perón. No logró ubicar los frisos que se hallaban en las paredes del comedor de la cantera de Henraux, Italia, donde trabajaba el maestro Tommasi. En Italia, los operarios toscanos de la cantera de la Henraux almuerzan diariamente bajo la protectora mirada de Evita.

Para entonces, el italiano León Tommasi pudo terminar un conjunto secundario de cinco esculturas de 2,2 x 2 metros de base, 4 metros y medio de alto y 35 toneladas cada una. Estas piezas, materializaban las emociones e imágenes de redención e igualdad nacidas a partir de octubre de 1945. Decapitadas y con los brazos rotos, fueron arrojadas al fondo del Riachuelo con la caída de Perón. Décadas después, obreros de Obras Públicas a algunas las rescataron. Adornan hoy los jardines del Museo Histórico 17 de Octubre, Quinta San Vicente en San Vicente Pcia. de Bs. As.

Una vez más, la intolerancia y el odio irracional atentó contra el arte, una vez más se destruyó un ícono del arte escultórico en pos de un pensamiento extremista que llevo a la pérdida de un valiosísimo aporte a la posteridad más allá de toda connotación política, pero también, una vez más el arte toma revancha y se venga. A un poco más de 50 años de acaecido la nefasta destrucción de los mármoles, aparecen dos bustos en bronce, uno de Eva Perón y el otro de Juan Domingo Perón, ocultos en un sótano, por el miedo de sus dueños a las persecuciones y sabiendo el destino de las piezas anteriores, dos bustos que son nada más y nada menos los estudios de Leone Tommasi que tomó del yeso y fundió a la cera pérdida, originales del primer estudio para los bustos del matrimonio Perón, y servirían luego para llevar a escala monumental la figura del Descamisado. Aún en las oscuras y contaminadas aguas del Riachuelo las obras de Tommasi no descansan, las esculturas de Perón y Evita gritan y piden ver la luz nuevamente.

Investigación y textos
Luis Rodolfo Cuello
Bibliografía y notas consultadas: /Mariano Bayona Estradera / Ignacio Jawtuschenko. Pag.12. Revista Radar / Wikipedia.Org / Graziano Marini. Istituto e Museo di Storia delle Scienza / Archivo Gral.de la Nación / Foto Quinta San Vicente Sr. Miguel Zuanich / Otras imágenes y textos: Castillo, “Castillito” empleado de la Fund. Eva Perón / Carlos Vitola Palermo, Rosario Pcia de Sta. Fe.

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