El Gordo Cocina: El furor de Instagram

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Suena el teléfono, llama la suegra avisando que irá a comer y lanza la pregunta que será esencial en el desenlace: ¿Quién va a cocinar?” El gordo cocina”-responde alguien. A partir de ese momento, la vida de Víctor Manuel García, venezolano y especialista en marketing y comunicación, comenzó a torcer el rumbo.

La anécdota obligatoriamente la cuenta en cada entrevista, el por qué del genial y simple título que lo define y su origen simple y casual. Pero detrás de ese boom que se inició en Instagram, apenas publicó su primera receta, hay un apasionado por el arte culinario, deseos frustrados, sabores tropicales y, sobre todo, saber claramente qué comunicar. Y cómo. Porque Víctor cuida hasta el mínimo detalles eso que entra por los ojos en la red de redes. Las papilas gustativas se activan ante cada posteo y no es casualidad. Cada color, cada textura, cada plato está cuidadosamente al servicio del paladar.

El Gordo Cocina además es campechano, paciente y comprador. De esas personas que hacen agradable las charlas y posee una mirada piadosa de las situaciones. No llegó a ser furor de likes de casualidad y su primer libro: “Sabor” editado por Planeta lo confirma como una de las últimas grandes apariciones gastronómicas. Su estilo desprejuiciado connota eso que cualquiera puede cocinar, que es cuestión de animarse incluso con los restos que hay en la heladera. Si bien la cocina es para valientes también hay que tener y saber echar mano, incluso para que cuando alguien venga de visita no ponga en tela de juicio quién se hará cargo de las hornallas.

Víctor Manuel García podría haber sido el nombre de un buen portero de fútbol o incluso de un afamado escritor (o también periodista o incluso filósofo) pero Victor Manuel García eligió ser el Gordo Cocina y desde hace casi un lustro una legión inmensa de fanáticos le rinde pleitesía.

Uno mira tus posteos y le dan ganas de cocinar, ¿Cómo hiciste para lograr eso?

Creo que la sencillez de las recetas y cómo con lo que tenés en casa: abrís la heladera y encontrás dos o tres cositas y ya te podés armar un plato rico. A todos nos gusta comer rico, ¿O no? (asiento). El poder incentivar eso, el poder entender cómo comer rico, no te digo todas las comidas pero diariamente qué puedas hacerte unos buenos huevos revueltos y desayunar rico de verdad en dos minutos. O llegás del laburo y te hacés algo para cenar y que sea rico y fácil. A mí me pasaba eso y traté siempre de transformar recetas un poco más complicadas –o con muchos ingredientes- en opciones con lo que tenía en mi casa, en algo mucho más sencillo y que pudiera resolver. Así fui compartiendo las recetas, yo cocinaba hace mucho tiempo, desde chico me gustaba cocinar porque siempre me gustó comer, básicamente por eso aprendí a cocinar. Por gordo (se ríe).

Un gordo con un gran metabolismo…hasta que develaste el misterio después de varios posteos…

Tal cual, durante casi un año nadie sabía quién era yo ni me veía la cara porque imagínate quién iba a estar interesado en conocerme si no era nadie en ese momento. El Gordo nace en junio del 2015 y en ese momento la gente que era famosa en redes sociales era la que venía de la televisión, la que tenía pantalla, entonces nunca me mostré al principio y eso me jugó a favor porque generó un misterio: quién es el gordo, por qué no se muestra. Y era muy chistoso porque nunca fue buscado, no fue a propósito, no fue pensado, empecé a hacer eso hasta que llegó un momento que todo este crecimiento, esta movida fue tan abrupta que me llevó a mostrarme, porque antes que me muestre otra persona y coincidió en llegar a los 100.000 seguidores. Con Ale, mi socio, porque nosotros somos dos, yo soy la cara visible porque soy el que cocina, pero el Flaco me sugirió “hagamos un video y mostrate”, como una joda de celebración. Eso hicimos, quedó muy bueno y fue muy divertido. Fue tremendo porque posta nadie conocía mi cara a excepción de mis amigos, y fue muy loco por la reacción de la gente, fueron muy cariñosos, muy buena onda y es una de las cosas que más me motiva a cocinar todos los días, todo ese cariño con la gente escribiendo todos los días: “che que buena receta”, “me salió así, me salió asá”, “me resolviste la cena de los fines de semana”, como que siempre se recibió muy bien las recetas y la forma de comunicar que tenemos nosotros.

También gustó tu estilo y manera de ser, que no actuás lo que decís ¿Por qué creés que ocurrió?

Eso funcionó, hizo que esta cuenta de un hobby, de abrirla por abrirla se transformara en todo esto, nosotros desde el principio hemos sido bien transparentes y bien honestos en lo que hacemos, no me paro frente a la gente y digo: “yo te doy cátedra y te enseño a”. Simplemente cocino, me gusta, le pongo onda y me gusta motivar a la gente a que pruebe esos sabores o esas combinaciones, que coma rico siempre que se pueda.

Venir desde tu país para vivir en un departamento en Buenos Aires, ¿Esa economía de recursos e ingredientes hizo que te perfecciones en la cocina?

Sin dudarlo, todo el que emigra o el que se va a vivir solo, o el que tiene la oportunidad de libertad no le da mucha bola a la cocina nunca, si estás en la Facultad estás todo el día estudiando, si vivís con tus viejos te resolvés todo pero cuando te mudaste solo vas aprendiendo en el camino en que tenés que tener cosas en la heladera. Tanto Ale como yo laburamos mucho en oficinas (estuve bastante tiempo en marketing) y me pasaba de estar cocinando, sabiendo que me gusta, de llegar a la casa a la noche y no había nada en la heladera, imposible resolver cuando era tarde e ir a comprar a un súper y terminábamos comiendo cualquier cosa o salíamos a comer. En un momento corto esa relación de decir “no quiero centrarme en una oficina”, venía cansado del laburo corporativo que te consume mucho tiempo. Esto fue hace más de cinco años que no es el estado de hoy en día, hay gente que tiene “home office”, facilidades, internet es más rápido, los teléfonos son muy inteligentes. Antes de El Gordo y de renunciar a mi laburo, yo tenía que ir todos los días a la oficina, y por ahí eran días a responder mails, transportarme para quizás hacer cosas que las podía hacer en mi casa perfectamente, entonces sentía que podía estar haciendo otras cosas en vez de estar sentado en una oficina dejando que el tiempo pasara. Y renuncié para empezar a laburar free lance, a hacer lo mismo que hacía –marketing- pero por mi cuenta. Cuando uno hace eso a veces tenés más o menos trabajo, no es el mismo nivel de laburo y había momentos donde tenía mucho tiempo libre. Y retomé ese amor por la cocina que siempre había estado en mí y empecé a cocinar.

Sacaste los imanes de la heladera y arrancaste…

Tal cual, hasta fue terapéutico, poder hacer algo que realmente te gusta, suena súper cliché pero es real. Cuando empecé a meterme de lleno en la cocina, fue en un momento con 35 años que estaba buscando qué hacer y sabía más o menos qué no quería seguir haciendo, pero no tenía muy claro qué era eso que sí quería hacer. La cocina fue esa salida que tuve en ese momento que me permitió ser creativo, emocionarme, ponerme a investigar de vuelta, divertirme, revisar libros que tenía, comprarme más libros, meterme a internet a buscar cosas y empecé a cocinar, en eso unos amigos me dicen: “están buenas las recetas, no sé qué”. Pero yo decía quién me va a conocer a mí, no soy nadie. “Bueno pero abrilo, como una joda”…en fin.

Pero tenías ese bagaje de saber comunicar, incluso hiciste un máster…

Exacto, de Producción de Contenidos Audiovisuales. Había venido a Argentina hace más de diez años a hacer una especialización en contenido digital, viví en la ciudad, me encantó y fue parte de por qué volver e instalarme en Buenos Aires definitivamente. Y llegó ese momento y las redes sociales tenían todo el sentido, fue el momento que se alinearon los planetas, renunciar a mi último empleo formal y al trabajar por mi cuenta, empezar a cocinar. Ale aún seguía trabajando en oficina, pero yo hacía tanta comida que llegó al punto que no llegábamos a comerla nosotros. Mirá la vuelta que da la vida y lo chistoso que es todo. Él empezó a llevar esa comida a su oficina, porque yo hacía una torta entera por ejemplo. Cuando arranqué El gordo y me cebé con la red social hacía cuatro o cinco recetas por día, el empezó a llevarse esa comida. Y una Navidad –la del 2015- los chicos de su oficina como agradecimiento por la comida me regalaron un curso de food styling, cosa que nunca había pensado, ni sabía que existía. Los food stylers con esas personas que cuando vas a hacer un comercial de comida o video, cocinan y te arreglan la comida para fotografiarla. Fui a ese curso absolutamente entusiasmado pero con cero expectativa porque no entendía lo que iba a pasar, después que hice el curso y entendí como se hace la fotografía de alimentos, que no se trata de falsear la comida ni mucho menos, se trata de pensar esa foto, en qué plato va, si es con cubiertos, si es con bebida, si es un vaso más corto o más largo, y te empezás a dar cuenta de un montón de cosas que para mí eran ajenas y me tuve más consciencia de lo que eran mis fotos. Si llegas al fondo de mi cuenta vas a ver las fotos más horribles del universo y ahora digo: cómo pasó esto con esas fotos. Y es parte de lo que hablámos, quizás la transparencia. Después de ese curso hubo un cambio radical en mis fotos, siempre hicimos las fotos con el celular, tenemos una cámara para videos, porque era lo que teníamos en su momento. Jamás pensábamos que iba a ser nuestro modo de vida. Y a partir de ahí me empecé a meter más, y de 10000 seguidores que teníamos, gracias a este cambio en las fotos, pasamos a 30000. Porque la comida entra por los ojos, pasa mucho con el contenido en internet que tú cocinaste algo en tu casa y sabés que está rico porque lo probaste, por ejemplo un guiso o una sopa que es una de las cosas más difíciles de fotografiar, entonces le tenés que buscar una vuelta. Esas fotos empezaron a entrar por los ojos de la gente y empezó a pasar –que ocurre hoy- “uy mirá que buena esta torta, que rica se ve”. La torta es rica y se ve rica, eso llama mucho la atención. Uno me seguía otro recomendaba y así crecía la comunidad y por eso es importante cuidarlos.

El negro Fontanarrosa tiene un relato magnífico sobre la importancia de los nombres, ¿Vos pensás que hubieras pegado de la misma forma si en lugar de El Gordo cocina fueras otra cosa?

Que buena pregunta, nunca me la había puesto a pensar. Jamás me lo habían preguntado, así que muy bien. No te sabría decir pero creo que el nombre nos ayudó un montón, porque eso de gordo te da cercanía con la gente, y fue absolutamente fortuito con esa llamada de mi suegra que fue real y la gente queda fascinada con esa historia. Además, al principio nadie sabía que era venezolano y fue muy chistoso. A mí me gusta comer sabroso, en Venezuela se come así, no solamente al picante sino los condimentos, las especies, las hierbas, la mezcla de sabores, y esa es una clave que tengo en todo lo que preparo y trato de adaptar.

¿Cómo fue tu vínculo con la cocina?

Siempre estuve metido en la cocina, desde que me acuerdo, estuve bien presente en la cocina de las dos casas, mi vieja siempre laburó un montón y en ese momento en mi casa cocinaba mi abuela, mi familia son todos españoles y en mi casa siempre se cocinó muchísimo. Mi abuela cocinaba todos los días para todos, hacía el desayuno, el almuerzo, etc, estaba todo el día en la cocina, era su función. Soy el único nieto varón y el mayor, entonces comía lo que quería, estaba todo el día ahí, probaba todo, metía mano y sobre todo estaba ahí para comer. Mi abuela me hacía lo que me gustaba, mis favoritos, y de estar ahí todos los días fui aprendiendo porque veía como hacía las cosas, como lavaba los ingredientes, cómo cocinaba, cómo los guardaba, fue algo muy natural para mí. Fui metiéndome cada vez más, hasta que un día me vi adolescente, mis viejos se fueron de viaje y me quedé solo, y no iba a comer sánguches todos los días que mis viejos estuvieran de viaje, empecé como diciendo “yo puedo”. Y de a poco te vas animando un poquito, hasta que después, ya más grande, tenés que investigar un poco más. Hay cosas que te salen bien y otras te salen mal.

Y animarse a cocinar en una época que no era tan usual para los hombres…

Fue tanto así el tema con la cocina que cuando terminé el colegio y sale el tema: “¿Qué querés estudiar?” y le dije a mis viejos: “quiero estudiar cocina”. En ese momento me sacaron cagando, tipo “te vas a morir de hambre”, “quién estudia cocina”. Te estoy hablando del 96, hace mucho tiempo, y en ese momento fue “tenés que estudiar algo serio”. Y terminé estudiando Comunicación Social que para mí era lo que más se parecía a lo que yo quería ser, aunque no sabía bien que quería ser. Durante años trabajé en prensa, en radio, diarios, revistas, marketing, todo lo que podía hacer en comunicación lo hice en esos ventipico de años que tengo de experiencia en el laburo. Y ahora mis viejos se cagan de risa, hace poco estuvimos juntos en casa cocinando y se los recordé (risas). Las cosas pasan por algo, si en ese momento hubiera estudiado cocina y hoy estuviera frustrado, o no hubiera encontrado mi camino…

Estás en televisión, publicás recetas a diario, te deben llegar propuestas, ¿Cómo eligen seguir siendo sus propios jefes?

No es fácil, ahora estamos en esa etapa de elegir en qué invertir nuestra energía, dónde poner el foco, qué es lo que tenemos qué hacer. La verdad es que fue un año increíble para nosotros, yo siendo la cara invisible pero con Ale como miembro del equipo, porque sin él no podríamos hacer nada de lo que está sucediendo. El hecho de estar en Cocineros Argentinos, que me dieran la posibilidad de cocinar con los chicos, de ser parte del staff. Soy extranjero, cumplo 40 años, que me den esa chance, más allá de los números y de tantos seguidores que por ahí eso te abre la puerta, pero sólo eso, después tenés que quedarte vos ahí haciendo y construyendo. Que es lo que venimos haciendo desde el principio con El Gordo. No es de un día para otro, no hay fórmulas mágicas, hay que laburar mucho y tener constancia. Estar todos los días ahí atentos a todo lo que pasa.

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