En la previa atacó como si estuviera en el ring, anunciando a los cuatro vientos y a los gritos que tenía un plan, que iba a bailar a Foreman.
No importaba que su rival fuera siete años más joven, más grande, más alto, más fuerte, que al igual que él fuera un afroamericano nacido y criado en la pobreza y la discriminación, como un ciudadano de segunda. Los habitantes de Kinshasa le gritaban por la calle “¡Alí, Bomaye!”, que “matara” a su rival.
Nacido Cassius Marcellus Clay, Jr, ya de niño tenía un físico imponente que le llevó casi como una obviedad a boxear. A los 18 años Clay ya había conseguido una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Roma en 1960 y ese fue su ticket de entrada al boxeo profesional, donde rápidamente demostró ser un peleador interesante dentro de los pesos pesados, haciendo uso de una astucia endemoniada, velocidad y golpes veloces sobre rivales más lentos. Así se llevó puesto al brutal Sony Liston, incluso sorteando un juego sucio que habría puesto orgulloso a Bilardo, y se coronó campeón mundial de los pesados en 1964.
Por sus convicciones se negó a la conscripción en el Ejército para ser enviado a Vietnam: “¿Por qué tengo que ir al otro lado del mundo a morir por los blancos que me oprimen y a matar a gente que no me ha hecho nada?”, declaró en ese momento. La rebeldía le valió tres años fuera del ring y la pérdida del título pero lo convirtió en mártir y una de las imágenes más poderosas contra la guerra.
Cuando pudo volver a pelear, Alí construyó su regreso al título enfrentándose, entre otros, a “Ringo” Bonavena y desafiando al campeón reinante, Joe Frazier, llamándolo feo, tonto, y Tío Tom del establishment blanco –el Tío Tom es un personaje literario costumbrista, un esclavo contento de serlo-. La pelea fue llamada “El combate del Siglo” y entregó un duelo a la altura donde ambos se atacaron furiosamente, pero en el que Alí perdería por unanimidad del jurado. Esta derrota lo condenaría durante años a peleas menores buscando un rematch que Frazier, profundamente resentido por los insultos, se negaba a entregar. Hasta que apreció George Foreman.
Foreman era joven y era enorme, puro músculo que devolvían golpes noqueadores. Un confiado Frazier recibió su castigo durante seis rounds antes de que su equipo suspendiera la masacre. Como si esto fuera poco, Foreman también destruyó a Ken Norton en solo dos rounds, el único otro boxeador que había vencido a Alí. Nadie esperaba que esta bestia fuera a tener problemas con Mohammed Alí, de 33 años y viniendo de abajo.
Don King organizaría la pelea en Zaire, un oscuro país de África cuyo dictador Mobutu Sese Seko estaba más que encantado con utilizar la publicidad del evento. Rumble in the Jungle, le puso King.
Durante el primer round, el retador fue sorprendentemente agresivo, lo que descolocó a Foreman en un principio. Sin embargo e campeón se repodría rápido se mantendría a la par, devolviendo golpe por golpe. Allí fue donde Alí sacó arma secreta: se quedó contra las cuerdas recibiendo los golpes alocados de Foreman y chicaneándolo para que pegara más fuerte, más rápido. Foreman fue el primero en darse cuenta que iba a perder cuando, en el séptimo round, conectó un upercut a la mandíbula de Alí que sin inmutarse le dijo: “¿es todo lo que tienes George?”.
Alí fue un hombre de una gran inteligencia y dignidad para moverse arriba y debajo de los escenarios deportivos. Nunca se amilanó a ninguna pelea, ni siquiera a la del Parkinson que se lo llevó viejo, luego de una vida plena.
¿Qué decir, ahora que ha muerto, sobre un hombre que dejó en el mundo una huella tan profunda? Alí fue un hombre de una gran inteligencia y dignidad para moverse arriba y debajo de los escenarios deportivos. Nunca se amilanó a ninguna pelea, ni siquiera a la del Parkinson que se lo llevó viejo, luego de una vida plena. El homenaje es al hombre, el luchador y su personalidad que le granjearon enemigos y admiradores –Foreman fue su gran amigo en el retiro, pero Frazier jamás lo perdonó-. Alguien que peleaba por sus derechos tanto como por la gloria; que vivía de un deporte violento, pero que se negó a la violencia sin sentido de la guerra. Así de especial era Alí.