El Papa Francisco realizó una impresionante gira por Cuba y Estados Unidos en un momento crítico en la relación de ambos países.
No solo acudió para potenciar la reanudación de la diplomacia entre ambas naciones -que muchos analistas sostienen, fueron iniciadas por él-, sino que además acudió al gran país del norte para darles una lección sobre medio ambiente y política humanitaria.
Si quedaba alguna duda sobre si el Papa Francisco era o no un político, esa duda terminó por desvanecerse en las semanas en que el Sumo Pontífice del Catolicismo visitó la isla de Cuba y las principales ciudades Estadounidenses. No solo acudió para poner énfasis en el descongelamiento de las relaciones diplomáticas de ambas naciones, que muchos sostienen él mismo inició y fomentó, sino que se paró frente al congreso de EE.UU. y los cancilleres de la ONU para hablar de nada más y nada menos que política.Si hasta el comentarista y comediante -y ateo furioso- Bill Maher tuvo que reconocer su asombro al escuchar como un hombre que debería ser solo un líder espiritual de millones se explayó largo y tendido sobre temas tan coyunturales y reales como el cambio climático, la política inmigratoria, los Derechos de los más pobres y excluidos.
Francisco dejó de ser el Papa de los gestos para pasar a la acción, al menos en los temas que más apasionan como son el cambio climático, los inmigrantes y la economía en favor de los pobres. Sobre el primer tema había emitido ya una encíclica titulada “Laudato si: Sobre el cuidado de la casa común”, donde sentaba posición sobre el calentamiento global y la necesidad de implementar políticas de conservación del medio ambiente. Un tema polémico en EE.UU. donde la derecha conservadora y fomentada por los grandes industriales insisten en negar este fenómeno.
Además mucho de su discurso en el Congreso norteamericano versó sobre el valor de los inmigrantes y el rol que tuvieron en fundar ese país; otro tema candente no solo por la crisis humanitaria -y de conciencia- que vive occidente, pero también porque el magnate y precandidato presidencial, Donald Trump, ha hecho una bandera mediática en EE.UU. con la expulsión de los inmigrantes ilegales.
Francisco dejó de ser el Papa de los gestos para pasar a la acción, al menos en los temas que más apasionan como son el cambio climático, los inmigrantes y la economía en favor de los pobres.
Tanto en Cuba como en EE.UU. fue sumamente diplomático, cuidándose de herir sensibilidades o dirigirse de manera agresiva hacia su masivo público, especialmente el político. Sin embargo todos sintieron que hubo un guiño especial con Obama, muchas de cuyas propuestas y medidas parecen ir de la mano con las del Papa. Pero también a favor de Raúl Castro, se debe notar que omitió en todo momento cualquier encuentro con opositores o disidentes durante su breve estadía caribeña.
Mucho más duro fue el tono en la ONU, donde llegó a reprender a los representantes de las naciones por actitudes burocráticas y por el poco compromiso con la igualdad y la equidad, así como insistir con el cuidado del planeta. Pero quizás, su momento más álgido fue cuando se refirió a las intervenciones militares de países occidentales -clara referencia a la participación de la OTAN en bombardeos e invasiones en Medio Oriente y África– y la subsiguiente crisis humanitaria.
Pero quizás el momento más emotivo, especialmente para el público masivo que lo consume todo a través de los medios, fue su discurso y homilía en el Ground Zero, donde cayeron las Torres Gemelas. En este poderoso momento se reunió con líderes locales de las principales religiones del mundo para dar un simbólico mensaje de unidad.
No todas fueron rosas, claro está. El énfasis de Francisco sobre ciertos temas muchas veces deja al descubierto otros que en principio, se creía, había llegado para solucionar.
No todas fueron rosas, claro está. El énfasis de Francisco sobre ciertos temas muchas veces deja al descubierto otros que en principio, se creía, había llegado para solucionar. Basta citar los casos de corrupción en la Curia Vaticana, que se ha mantenido prácticamente idéntica desde su asunción, o su posición ambigua y superflua frente los casos de abusos de menores o Derechos a las minorías LGBT. No son, desde luego, temas menores: basta recordar que su antecesor renunció por su incapacidad para sortear esos mismos problemas.
La posición de Francisco es entonces clara: decidió posponer medidas drásticas sobre cuestiones “doméstica” para entrar a jugar de lleno en el mapa de la política internacional.