El día parecía tranquilo sobre el galpón de lata, los soldados muertos de frío intentaban calentarse y descansar un poco. En las circunstancias en que se encontraban era mejor estar afuera, en trincheras, pero la ropa mojada abría la posibilidad de morir de hipotermia durante la noche. La otra opción era el punto más alto que encontraron.
Apenas tuvieron tiempo de sentir la alarma del vigía Espinosa dar la alarma, que un balazo lo silenció. Dejaron lo que estaban haciendo, bañados de adrenalina, y se prepararon para salir. La balacera comenzó sin ceremonias y le siguió una tormenta de artillería enemiga. Espinosa, que no había muerto, decidió dejar lo que le quedaba de vida para atraer el fuego enemigo al segundo piso.
El sargento Mateo Antonio Sbert también se quedó, para remplazar a Espinosa en la cobertura cuando a este lo destrozó un cohete. El solo mantuvo a raya la Task Force enemiga hasta que no pudo más y lo cocieron a balazos. Diez soldados se salvaron pero Sbert y Espinosa se quedaron para siempre en la bruma de la isla.
Fue un 31 de mayo de 1982 en plena guerra de Malvinas, en el combate conocido como batalla de Top Malo House, en la Isla Soledad. Los británicos, empecinados en tomar Fitzroy-Bluff Cove a tiempo, fracasaron y sufrieron el contrataque de la fuerza aérea argentina que causó dos bajas y el hundimiento de un par de naves enemigas.
Treinta y seis años después, Sbert, de quien nadie sabía su tumba, fue identificado por el CICR (Comité Internacional de la Cruz Roja) quienes constituyeron un equipo de especialistas forenses con el objetivo de recoger muestras de ADN de los soldados no identificados. La tarea fue realizada en las Islas Malvinas, con todos los cuidados y el respeto necesarios, entre junio y agosto de 2017.
El hito de la misión humanitaria en el cementerio de Darwin se logró debido a una evolución del diálogo y la relación bilateral argentino-británica, ya que a partir de allí se generaron las condiciones necesarias para que ambos países cedieran su confianza al Comité Internacional de la Cruz Roja.
Lo que antes era el hogar de soldados desconocidos lentamente va escribiendo los nombres de las víctimas argentinas de la guerra. Sus familiares por fin pueden llorar la ausencia sobre los huesos de sus hijos, padres y hermanos.