En Latinoamérica el deporte puede hermanarnos a todos, y esto fue lo que ocurrió durante el certamen Flight in Iquique, en el vecino país de Chile.
Allí como ocurre en a provincia de La Rioja, la condiciones están más que buenas para realizar vuelos en parapente y ala delta y es, una tierra amateur que ve en esta disciplina una posibilidad turística y económica enorme.
Flight in Iquique no es un torneo oficial, más bien se trata de un encuentro amistoso con algún sesgo competitivo, pero más que nada una oportunidad para conocer el ligar, disfrutar de su clima y encontrar colegas, amigos, y apasionados por el vuelo ligero. Eso no quita que se trate de un evento con convocatoria internacional -con representantes de Argentina, Chila, Suiza, Alemania y Uruguay-, o que represente un desafío. Lo que hace tan especial a Iquique para quienes gustan del vuelo ligero es su clima especial, característico del norte chileno, donde la montaña es el panel receptor de aires cálidos del pacífico. Este viento marino es laminar, constante, y representa una oportunidad bárbara para el aladeltismo.
Desde Argentina partieron al certamen un expedición nucleada desde el club Águila Blanca de La Rioja, el mayor emprendimiento regional de este estilo deportivo.
Hugo Ávila, su creador, reunió a un equipo de 15 pilotos argentinos, amigos del club pero proveniente de todo el país, y se embarcaron a la travesía trasandina… o casi. En realidad los pilotos viajaron en avión, pero eso no evitó que Ávila y un puñado de confianza se encargaran de transportar las velas de los ala deltas en una sola camioneta, hazaña no menor si se considera el tamaño que estas estructura mantienen aún desensambladas. La logística corrió pura y exclusivamente por parte del equipo de Águila Blanca, de hecho participaron por fuera del evento al que acudieron más bien para conocer -se necesitaba una inscripción paga que los muchachos evitaron- de todas maneras, como la camaradería es lo importante, y lo es mucho más entre practicantes de estos deportes, igual pudieron competir.
Del 31 de octubre al 4 de noviembre, decenas de hombres pájaro saltaron desde las plataformas andinas para medirse en pruebas de aterrizaje de precisión o de formas y giros aéreos. Hugo, gran maestro de la disciplina, se llevo nada menos que un segundo puesto desde el vamos en precisión, nada menos que aterrizar el enorme planeador en un pequeño círculo en la playa.
La organización corrió por cuenta de la municipalidad de Iquique. No es sorprendente ya que la ciudad parece vivir y respirar de los beneficios que le deja este deporte. Allí todos parecen tener algo que ver con estos vuelos y hay mucha gene que lo practica o enseña. El deporte está a la baja en todo el mundo, compitiendo con el parapente o el planeador ligero, pero ninguno de los dos es capaz de equipararse a la adrenalina de un aladelta; a pesar de todo, existen estos santuarios americanos que se presentan como mecas para los nómadas que quieren siempre más: conocer más saltar desde más alto y donde más complicado sea. La Rioja no se queda atrás, tuvo su momento de auge en otras décadas y ahora experimenta un revival con mucha fuerza. Con solo decir que se ha convertido tranquilamente en la capital argentina de la disciplina y ya no es raro ver las pequeñas manchas en formas de cuña surcando los cielos azules. Falta un poco, tal vez alguna decisión política clave o un empujoncito privado, pero todo indica que La Rioja puede y debe aprovechar el deporte extremo para su beneficio.