Sra. Marta Minujín de Arte. Un breve repaso por algunas obras

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Como artista es imposible clasificar. Lo único que define a Marta Minujin, obra y artista, es su excentricidad, su libertad absoluta y su inteligente forma de amar y expandir el arte.

Cuando en 2009 el MALBA (Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires) organizó su retrospectiva con obras del 59 al 89 todos quienes la visitaron descubrieron al menos dos etapas de su carrera desconocidas e impactantes, porque su inabarcable trayectoria recorre desde la acción hasta la materialidad, desde la construcción a la destrucción y desde el formalismo a lo conceptual, miles de recobecos con una producción infinita.

Su carrera como artista ya había comenzado pero el momento que la pone en boca de todos es sin dudas su primer happening que realiza en París en el año 1963. La convocatoria a la muestra anunciaba que a las 19 horas la artista destruiría su obra. Y así fue, a esa hora exacta comenzó la acción llamada “La destrucción”. Primero trasladó la muestra desde su taller a un baldío, luego le pidió a artistas amigos que la intervinieran y destruyeran, después soltó quinientos pájaros y cien conejos, roció todo con combustible y lo encendió. Plumas de colchones quemadas, pintura en combustión y conejos corriendo, fueron algunas de las cosas que encontraron los bomberos al llegar.

“Kidnappening” MoMA, NY, 1973. Archivo Marta Minujín.
“Kidnappening” MoMA, NY, 1973. Archivo Marta Minujín.

Simultáneamente comienza con su eterna serie de colchones multicolores entre los que se encuentran “Revuélquese y viva” y “Eróticos en Technicolor”. Con los años este trabajo mutaría en su conocida “Galería blanda”, un espacio construido con colchones atados con sogas en el que los espectadores pueden entrar, relajarse, saltar o descanzar. En una entrevista, Marta propone instalar una “Galería blanda” en cada shopping center “para que la gente pare un minuto, reflexione y se compre a sí misma”.

En los 60 realiza una serie de happenings y ambientaciones que no sólo incluyen su célebre grito “Arte Arte Arte” sino también obras como “Suceso Plástico” en el que proponía una situación colectiva en el Club Atlético Cerro de Montevideo donde mezcló coristas, mujeres gordas y tiró desde un helicóptero harina, lechuga y pollos vivos. Si bien la acción se proponía con guión abierto e improvisado, mientras se escuchaba “Misa en Re” de Bach, Marta confesaría: “Me asusté cuando se desencadenó la acción, podría haber pasado cualquier cosa. Me asusté porque la situación se violentó”.

Justamente por eso, nunca más diseñó una acción similar. Más tarde trabajó en instalaciones, en las que el público participaba pero desde lo experiencial. La primera de este tipo fue “La Menesunda”, una estructura laberíntica cuyo recorrido incluía dieciséis situaciones organizadas a partir de secuencias no lineales, entre las que se incluía las luces de la calle Florida recreada con neones, circuito cerrado de imágenes captadas en el momento, la cabeza gigante de una mujer donde una maquilladora ofrecía masajes o maquillarse en el momento, una ciénaga recreada con espuma en el piso y más.

“El obelisco de pan dulce” Buenos Aires, 1979. Archivo Marta Minujín. Foto Pedro Roth.
“El obelisco de pan dulce” Buenos Aires, 1979. Archivo Marta Minujín. Foto Pedro Roth.

En el mismo año crea “El batacazo” un hexaedro de dos niveles de altura donde se representaban cuatro situaciones: el espacio del deporte, el ámbito “playboy”, “el astronauta” y finalmente el ámbito ecológico que contenía moscas y conejos. La obra viajó a Estados Unidos, donde duró sólo una semana porque la sociedad protectora de animales la denunció por encontrar conejos muertos. Más tarde, sumó a su obras ribetes tecnológicos. Este es el caso de “Simultaneidad en simultaneidad”, “Municorde” y el célebre “Minuphone”, un “modelo desalineado” que consistía en una casilla telefónica que, de acuerdo a los números marcados, reaccionaba activando una pantalla ubicada en la base de la cabina, generaba el cambios de colores de las paredes o inyectaba una humareda verde que envolvía al usuario.

 “Marta Minujín con Rubén Santantonín enLa Menesunda” 1965 ITDT.
“Marta Minujín con Rubén Santantonín enLa Menesunda” 1965 ITDT.

A fines de los 60 viaja una vez más a New York donde, permeable a los acontecimientos del momento, se mezcla con el hippismo y comenzó una serie de experiencias y obras con esa impronta. Realiza muchas instalaciones, obras y happenings en museos y espacios de todo el mundo cuando a fines de los 70 es invitada a participar de la primer Bienal Latinoamericana de Arte, realizada en Sao Paulo, donde presenta “Obelisco Acostado”. El trabajo conceptual de esta obra luego se convertirá en la serie “La caída de los mitos universales” donde la artista propone “alternar la ley de la gravedad mediante un hecho artístico” recreando el obelisco en una sala pero acostado, de modo que la gente puede circular en su interior. Años después realiza “El obelisco de pan dulce”, “La torre de pan de James Joyce” y “El partenón de libros”, todos símbolos construidos a escala real y luego acostados para que la gente pueda o bien caminar en su interior o sacar los libros, panes u objetos con los que fueron creados. Para esta misma serie, en la IV Bienal de Medellín, crea un Gardel de metal de unos 12 metros de altura enteramente cubierto con algodón. La noche de la inauguración, al grito de FUEGO FUEGO! Minujín lo roció con combustible y con una antorcha lo encendió.

 “Carlos Gardel de fuego [ardiendo]”Medellín, 1981. Archivo Marta Minujín.
“Carlos Gardel de fuego [ardiendo]”Medellín, 1981. Archivo Marta Minujín.
Con esta idea de desacralizar símbolos y lugares cotidianos, el 31 de enero de 2013, en su cumpleaños número 70, Marta realiza una ceremonia especial y se casa con el ARTE. Cuando le preguntan porqué lo hace, dice: “Porque no quiero librarme nunca del arte (…) en lugar de luna de miel me voy a la luna”.

 “El Partenón de libros” Buenos Aires, 1983 Archivo Marta Minujín.
“El Partenón de libros” Buenos Aires, 1983 Archivo Marta Minujín.

Ya en 1985 con su obra “Pago de la deuda externa en choclo”, en la que, para saldar las deudas de la región, le entregaba a Andy Warhol maíz, es decir, el oro latinoamericano, Marta demostró que lo suyo más que un trabajo, es una profunda creencia y convicción, en lo que ella resume diciendo: “El arte es lo único que nos salva la vida”.

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