Este pequeño paraíso brasilero es el escape ideal para estar en contacto con la naturaleza y lejos de la ciudad.
Tranquila, rústica y cálida, está rodeada más de cien playas de aguas turquesas, entre reservas marinas y parques estatales. Merece más que ser sólo un lugar de paso.
… me dijo un amigo. No podría estar más de acuerdo. En mi opinión, es mejor dedicarle varios días a un lugar, por más pequeño que sea, que ir rebotando de excursión en excursión y tildando los lugares como conocidos. Este es el caso de Isla Grande. Generalmente los turistas hacen una visita de un día, a una o dos de sus playas y una parada de dos horas en el pueblo a almorzar. ¡Hay tantas cosas que se pierden! La calidez de sus habitantes, la simpleza de las edificaciones, los botecitos pesqueros. Los que llegaron y no quisieron irse. Acá parece que el tiempo no avanza. Las calles siguen siendo de ripio, y no está permitido ningún vehículo a motor, todos se movilizan a pie o en bicicleta. Si, así como leíste, en tu estadía en Isla Grande no vas a ver un solo auto, ni semáforos, ni smog. Idílico.
Este lugar de ensueño está a poco más de dos horas de Rio de Janeiro, en el municipio de Angra Dos Reis y permanece en su mayoría virgen. Es selvática y montañosa, y sus pequeños poblados y playas no se encuentran comunicados entre sí por rutas, como estamos acostumbrados a ver. Según cuentan los lugareños se trata de preservarla lo más natural posible, y la construcción carretera no entra en esa concepción.
Al llegar a la isla, el ferry te deja en el puerto de Vila do Abraão, que con sólo unas cuadras de diámetro es el principal poblado de la isla. Y el único preparado para los turistas. Las opciones de hospedaje son variadas, desde hostels y posadas hasta campings a muy buen precio.
Por las noches el plan puede ser salir a comer a restaurantes, tomar algo en sus bares o escuchar música en vivo en la placita principal. Incluso algunos hostales organizan fiestas temáticas en la playa. En cuanto a las actividades de día, en el pueblo hay varias agencias que ofrecen excursiones en barco que van rodeando la isla. La mayoría ofrece media vuelta a la isla o vuelta entera. Otros realizan excursiones para ir a bucear o hacer snorkel en Aventureiro, una de las playas más hermosas, que es parte de la reserva marina.
“Brasil es tan inmenso que un año no alcanzaría para recorrerlo. ”
Si sos más activo, y te gusta la aventura, podés disfrutar aún más de esta isla. La actividad más practicada es el trekking. Como mencioné antes, al no haber rutas, lo único que comunica algunas de las playas y el pueblo, son las famosas “trilhas”, que son senderos que están señalizados en toda la isla, y tienen color designado según su dificultad. Si bien algunos son sólo para expertos, otros son aptos para principiantes con unas buenas zapatillas y mucha agua. Recuerden que todo el trayecto es a través de la mata selvática, por lo que aún los caminos que parezcan más fáciles pueden ser confusos. Siempre asegúrense de informarse bien antes de comenzar la caminata.
Los más experimentados emprenden la vuelta caminando a la isla que puede demorar cuatro o cinco días. Acá ya estamos hablando de preparación física, ya que las jornadas son extensas, el calor muy intenso y algunos tramos tienen pendientes pronunciadas. Tampoco deben pasarse por alto las provisiones, ya que en la travesía puede que no veas muchas personas ni asentamientos donde abastecerte.
Para el que prefiere confiar en un guía, los senderos mas recomendados son los que llegan hasta el Pico del Papagayo y a Pico de Agua, que son los más altos de la isla, ambos alrededor de los 1.000 metros. Son éstos los que ves cuando estás llegando a la isla, desde la barca. ¡Parecen tallados!
En muchos de estos senderos también se permite para practicar mountain bike. En el pueblo se consigue todo el equipamiento en alquiler.
Otra de las actividades que podés realizar es el surf. La isla cuenta con seis playas donde se lo practica, que son las que forman parte de la costa oceánica de la isla. Entre ellas, la famosa Lopes Mendes que es conocida por ser sede de competiciones internacionales de este deporte.
Pero además del paisaje, y las actividades al aire libre, siempre está latente el pasado de cada lugar. Y ésta no es la excepción. A minutos caminando del pueblo, ingresás al Parque Estatal de Isla Grande, donde te empapás un poco de la fuerte historia de esta isla, que fue cárcel de esclavos hace cientos de años, y ya en el siglo xx, de presos políticos durante la dictadura. Las ruinas de estos calabozos están en este parque, así como el antiguo acueducto que las proveía. También se aislaban acá a los enfermos de lepra.
La caminata por este parque es imperdible, entre ruinas y mientras te vas adentrando en tanta vegetación, cruzás puentecitos de madera que atraviesan ríos, que nace en lo alto de alguna cascada (o cachoeira) y desemboca en el mar. O descubrís ollas de agua dulce, escondidas, bajo arboledas, con pequeñas cascadas. También aquí conocerás la Praia Preta, playa de arena negra.
Como toda isla grande, parece irreal. Es común escuchar a muchos viajeros considerar quedarse. El viejo sueño de “dejo todo y me pongo una posada frente al mar”. Los más valientes lo hicieron. Y hoy podés hospedarte en esas posadas o ir a sus bares y escuchar las historias de cómo llegaron allá y cómo cambió sus vidas esta bella isla. ¡La experiencia depende del viajero!