La presencia de la mujer en la industria vitivinícola se consolida, con pasión y perseverancia regentean bodegas, son grandes sommeliers o le cambian la cara en la percepción y producción de cada establecimiento.
Para repasar las historias de estas mujeres extraordinarias que revolucionaron la cultura del vino en nuestro país, conversamos con Tamara Herraiz, autora del libro que le da título a la nota y Directora Editorial (Project Manager) en Grupo VI-DA en el área de publicaciones digitales, Indielibros.com. Ex Editora de Infobae, entre otros medios, Herraiz desde hace un par de décadas se dedica al periodismo asociado a la tecnología y a trabajar en cautivar audiencias. Con la historia de un abuelo bodeguero a cuestas y amigas en la industria, se volcó –sin derramar una sola copa- a investigar la fuerte presencia femenina en la cultura del vino. Pasen y degusten.
¿Cuándo empezaste a pensar en el libro?
Lo cierto es que siempre escribí como periodista y como suele pasar, los que te quieren te dicen: “deberías escribir un libro contando tu vida”, claro que para mí eso no es digamos natural porque la verdad es que me gusta más saber y contar la vida de los otros. Creo que siempre se aprende escuchando, entonces junté el impulso de escribir con las ganas de narrar historias que inspiren, que a mí me habían inspirado. Hoy las mujeres somos protagonistas en las voces colectivas de la narrativa transmedia, pero lo cierto es que en silencio y en soledad, grandes mujeres han hecho historia y forjaron el camino para que hoy suceda esto. Y las mujeres de la industria del vino y en Argentina creo que son un claro ejemplo. Así que eso me inspiró, la admiración y la revolución de género que hoy respiramos.
Hasta hace algunos años la presencia femenina en la cultura del vino era menor o –mejor dicho- no difundida, ¿Cuáles fueron las pioneras que más te impactaron?
Margareth Henriquez, Ana Amitrano, Susana Balbo y Laura Catena, Ana Viola (De Bodegas del Fin del Mundo también me fascinó).
¿Qué le aporta la mirada y el empuje femenino a una industria que ha crecido de manera también cualitativamente?
Creo que muchísimo, dicen que la sensibilidad femenina, pero eso es como lo obvio, creo que lo que más se destaca es su perseverancia y dedicación. Y su intuición, que no es más que su experiencia bien leída, o sea, ven que algo es por ahí… y se la juegan. Cuando una mujer quiere algo con pasión, lo logra, no para hasta alcanzarlo y con hijos o sin ellos, busca la manera de hacerse el tiempo y el lugar para llegar a su meta. A veces los hijos y la familia son el motor, otras las detienen por un tiempo hasta que crecen pero con ayuda de otras mujeres, con hombres compañeros y con la convicción, no las para nadie. Así son al menos estas mujeres.
Presentaste tu libro en Europa, por ejemplo, en Roma. ¿Cómo fue esa experiencia? ¿Qué destacás de su cultura vitivinícola donde los tanos nos llevan algunos años?
Fue una experiencia muy enriquecedora porque en Europa el vino forma parte de sus vidas, de sus calles, de su cultura nacional, así en Italia, en España, en Francia. Mucha gente hace vinos en sus casas aun para consumo personal en las montañas de Galicia, por ejemplo. De Europa me llevé además, el cariño de Maggie Henriquez en París y los halagos a mi gusto exagerados de Edouard Cointreau, el fundador de los Gourmand World Cookbooks Awards quien se tomó el tiempo de leer mi libro y felicitarme, no quiero entrar en detalles por pudor. En conclusión, llevar a Europa el libro con las historias de estas grandes mujeres fue para mí hacer patria y devolverles algo de lo mucho que ellas hacen desde mi humilde lugar.
Entiendo que de algún modo han tenido que rendir más de la cuenta porque la mirada machista habrá estado sobre sus espaldas. ¿Cómo era la industria en la época de tu abuelo, por ejemplo, y en qué aspectos se ha mejorado?
Eso cambió muchísimo, las mujeres antes ni siquiera podían tomar vino en público. Menos una mujer podía hacer el servicio de vinos en un restaurante. Pero hablamos de antes de 1950, hace ya mucho tiempo. Sin embargo, había mujeres disruptivas como las hay hoy que desafiaban a la sociedad y bebían, usaban pantalones, etc. En los viñedos poco se cuenta pero durante años la recolección de las vides era tarea exclusiva de las mujeres por tener manos más delicadas para el corte y la selección de uvas. Mirá si las mujeres estuvieron cerca del vino siempre o no… En el libro también hablo en un capítulo sobre las pioneras de nuestro país en el 1500, a través de los relatos del historiador Pablo Lacoste.
Hoy un hombre creo que confía más si es una mujer la sommelier, quizás por su amplitud degustativa, ¿Cómo fue la historia del desarrollo de la mujer en ese rubro?
Eso no sabría decirte, creo que es personal en quién se confía, pero lo cierto es que cada vez hay más mujeres sommeliers y enólogas. Ser sommelier no es solo saber de vinos sino tiene que ver con una vocación de servicio, de aprender para trasmitir y compartir conocimiento sobre una bebida que despierta los sentidos y, ya sea una u otra selección, genera un clima en ese momento. Se estudia mucho, se los evalúa muy precisamente, y en eso como te decía antes, como las mujeres cuando nos proponemos algo vamos hasta el final, las sommeliers se destacan por su dedicación y perfección, van a detalle.
Hace algunos años hablar de vino era sinónimo de complejidad, sofisticación, en palabras argentas: había mucho chamuyo. ¿Notás que ahora es más descontracturado y simple el ambiente?
Y cambió… no digo que haya sido queriendo pero se llevó a tal punto la sofisticación que parecía que si no hacías un curso no podías tomar un vino, eso claramente no ayuda a la cultura que tiene más que ver con disfrutar y sentir, probás un vino, te gusta o no te gusta, no hay mucho más. Puede ser un vino de altísima calidad y no adaptarse a tu paladar, a tus sentidos, y viceversa. Lo que se ha logrado hoy es un estándar de calidad, entonces podemos ir tranquilos a la góndola y comprar un vino sabiendo que es algo bien hecho, el resto es el gusto. Claro que siempre están los alta gama, los de guarda, pero eso no significa que para el consumo de todos los días o social debamos ser expertos.
“No importa si nacieron con dinero o sin él, porque sus logros son gracias a su actitud frente a la vida”, dijiste en una nota. ¿Cuál fue una de las historias que más destacás de alguien que empezó abajo?
“Lo que se ha logrado hoy es un estándar de calidad, entonces podemos ir tranquilos a la góndola y comprar un vino sabiendo que es algo bien hecho, el resto es el gusto.”
No sé si de muy de abajo, pero que le pasó de todo es a Susana Balbo. Susana no viene de una familia humilde pero ella pasó momentos de mucha necesidad y perdió muchas veces. Es una gran emprendedora. Y no conté todo de su vida por resguardar su imagen, pero realmente sufrió mucho. Y la que fue tocada por la barita fue Marina Beltrame, que venga un señor que ni conocés y te pague tus estudios en París sin pedir nada a cambio, es te diría de una generosidad casi surrealista.
Volviendo a tu historia familiar, había contado que tu abuelo perdió todo con su bodega, ¿Cómo fue su historia? ¿Qué aprendiste de esta cultura en tu familia?
La historia fue que mi abuelo murió joven de cáncer en el hígado estando en Mendoza, en la bodega, donde vivía con mi abuela y mi papá. Mi abuela había perdido dos embarazos de hijas mujeres, en el último perdió una de sus piernas, eso la llevó a estar en cama y deprimida. Con ella así y mi papá siendo un chico de 16 años, no pudieron llevar adelante la bodega. La realidad dolorosa los superó, tuvieron que vender y mudarse a Buenos Aires, vivieron de rentas hasta que mi padre creció. Él nunca más se dedicó al negocio familiar, solo hablaba de eso una y otra vez. Mi abuela murió muchos años después, a los 86 años, vivió más en la cama que de pie. Nunca se recuperaron de esos golpes, se quedaron con el recuerdo, el dolor, inmóviles. Lo que aprendí es que en esa bodega y en eso años de Mendoza habían pasado quizás los mejores años de su vida y que sin dudas algo bueno había ahí, aprendí eso y desde muy chica entendí que la vida se vive para adelante. No mirando atrás, que era muy triste quedarse quieto. Así que avancé pero desde las raíces de donde alguna vez hubo felicidad.
En nuestro país hay que cada vez más bodegas boutique o de pequeñas partidas que hacen delicias, pero si en tu valija solo entran tres botellas ¿Cuáles llevás?
Perlita: Elefante, un vino sanjuanino de garaje que me dieron a probar que me encantó. Uno de guarda, un espumante Krug porque si lo guardo es para festejar, así que tenga burbujas. Y otro que llevaría es tinto con mucho cuerpo, de esos que solo con el vino está todo bien. Por respeto a mis entrevistadas bodegueras no doy nombres, creo que me costaría elegir.
“Creo que la única comparación que puedo hacer con la cerveza y el vino es que ambas tienen alcohol.”
Cada vez son más los /las millennials que se vuelcan a la cultura del vino, pero crece la moda de la cerveza artesanal, ¿Cómo observás la situación de ese segmento?
Creo que la única comparación que puedo hacer con la cerveza y el vino es que ambas tienen alcohol, el resto son dos bebidas totalmente diferentes desde su origen. Creo que el boom cervecero bajará como la espuma y quedarán las mejores. Tengo una opinión muy personal al respecto, para nada objetiva, para mí los clásicos no mueren. Y los vinos son un clásico, son parte de la cultura nacional.
Si uno observa tu carrera siempre has estado innovando, creando y atenta a las nuevas tecnologías, ¿Cuáles son tus objetivos para el próximo año? Eso sí, descuento que será Entre Copas, verdad?
Es verdad, muy observador, gracias. Puedo decirte que mi camino ahora me lleva cruzar mi profesión con la tecnología, con los vinos y con las mujeres claro. Mi objetivo para 2019 es escuchar mi intuición y avanzar. No sé qué pasará y eso me parece genial.