¿Cuántas veces nos pasa que sentimos como si tuviéramos un tironeo interno? Algo así como una pelea con nosotros mismos. Como si fuésemos dos personas distintas dentro de un mismo envase. Queremos una cosa, y hacemos todo lo contrario. Sentimos que algo anda mal, pero no podemos salir de ese estado de confusión, y contradicción continua. Nos prometemos una cosa, y a los 10 minutos ya nos “traicionamos”. Nos mentimos a nosotros mismos, nos da mucha culpa por habernos defraudado y volvemos a prometer cambiar la situación. Y así de manera indefinida.
O simplemente, no sabemos lo que queremos, no podemos decidir ni elegir libremente en nuestra vida. Este estado de confusión y pelea con uno mismo, se denomina en la PNL (Programación Neurolingüísitica) incongruencia. Se trata de un conflicto interio, donde pareciera que dentro nuestro conviven (bastante a los ponchazos) dos aspectos bien distintos de uno mismo.
La incongruencia es un estado bastante fácil de identificar. La persona da mensajes o señales totalmente mezcladas, contradictorias, opuestas. Existe una palabra clave que representa una incongruencia por sí misma. Es la palabra `pero´. Cuando estamos incongruentes respecto de algo, es muy común utilizar el `pero´, por ejemplo: “quiero hacer tal cosa, pero…” “siento que x cosa, pero…”, “me gustaría pero…” Se manifiestan dos caminos que se abren ante alguna situación.
Todos tenemos y vivimos la incongruencia, así como también en muchas situaciones y aspectos de nuestra vida, somos totalmente congruentes. ¿Qué sería ser congruente? La congruencia tiene que ver con estar en equilibrio y con poner todos los recursos a disposición de un objetivo (desde una meta a alcanzar, hasta cambiar un estado de ánimo interno). Se trata de alinear todos nuestros canales de representación y de comunicación. Es hacer lo que se dice, y pensar lo que se hace. Es pensar, decir, hacer y sentir en una misma dirección.
Ahora bien. Nada de malo tiene ser incongruente. Como siempre, en PNL se busca la intención positiva de las experiencias. Darnos cuenta y tomar consciencia de que estamos siendo incongruentes, es el primer paso para comenzar a buscar el cambio y el crecimiento personal. Es la primera puerta que se abre, para saltar y salir de la zona de confort (esa zona cómoda, donde no todo está bien, pero al menos lo conozco). El mar de contradicción que nos genera la incongruencia, trae aparejado un mundo de opciones y de posibilidades, que nos hace replantear objetivos, repensar nuestro presente y autoconocernos aún más. Es un rompecabezas bien desparramado: ¡un hermoso desafío!
¿Cómo actuar entonces ante esta situación? Entendiendo primero que detrás de este torbellino, vendrá la claridad mental. Después flexibilizando el pensamiento y analizando las posibilidades. Y luego comprometiéndonos a encauzar todo nuestro ser (mente, cuerpo y espíritu) hacia la congruencia emocional. Pensar, sentir, hacer y decir en una única dirección.
Se trata de ir desde el desenfoque, hacia el enfoque pleno y unidireccional de nuestro comportamiento.
Entonces, amemos nuestras incongruencias como maestras impulsoras. Y adoptemos la congruencia para vivir en armonía y equilibrio con nosotros mismos.