En las tierras rurales del norte, la ciudad de Aimogasta (La Rioja) es el principal centro de cultivo de una aceituna única en el mundo conocida como variedad Arauco.
Aunque el turismo productivo parece siempre ir de la mano con la vinicultura, las plantaciones de aceituna buscan entrar en el juego, sumando actividades diferentes para conocer de cerca el cultivo de este sabroso y versátil fruto. Hermosos paisajes y la siempre cálida bienvenida de su gente hacen de este lugar un destino privilegiado. Esta comunidad reconocida como la cuna de la olivicultura en nuestro país, es donde se producen las mejores aceitunas. Con algo más de 15.300 habitantes, además de tener a las plantaciones de olivos como su industria fundamental, Aimogasta poco a poco va atrayendo al turismo que llega para saciar la curiosidad despertada por conocer como es el cultivo de la aceituna.
Pero no son “cualquier aceituna”, sino una variedad única y conocida en el mundo. Esta aceituna se desarrolló naturalmente en los alrededores de Aimogasta gracias a las condiciones climáticas ideales de la zona. Fácilmente reconocible por su gran tamaño y un sabor peculiar, se las cosecha verdes o maduras –negras-, para llevarlas a la mesa, o bien transformarlas en conserva, pasas, salmuera o aceite de oliva.
La producción se vende en todo el país, y el principal comprador extranjero es Brasil, mientras continúa expandiéndose un mercado internacional exigente desde el mismo momento que recibió su identificación de calidad.
Para observar los paisajes conformados por las simétricas plantaciones de aceituna, basta con salir a recorrer las zonas aledañas a la ciudad. Y de paso visitar otros atractivos como El Bañado de los Pantanos, antiguo asentamiento indígena convertido hoy en un oasis productivo con plantaciones de jojoba, y algunas aromáticas, aunque en menor escala.
También se puede visitar la formación rocosa conocida como El Señor de la Peña, que en medio de la nada oficia de sede para una de las fiestas religiosas más importantes de la Provincia. Una manera auténticamente propia de recordar la Pasión, donde año a año miles de peregrinos se congregan a agradecer y renovar su fe, al pié de una enorme roca tallada por la naturaleza con aparente perfil humano.
“Fácilmente reconocible por su gran tamaño y un sabor peculiar, se las cosecha verdes o maduras -negras-, para llevarlas a la mesa, o bien transformarlas en conserva, pasas, salmuera o aceite de oliva. ”
Udpinango, por su parte, es una pequeña localidad ubicada a 18 kilómetros de la cabecera departamental, donde se encuentra una iglesia centenaria en ruinas que justifica una visita y que venera a la Sagrada Familia. Originaria de 1788, fue construida en barro amasado. En esta comunidad se goza de un clima excepcional que lo hace propicio para su disfrute durante todo el año, mientras la serenidad característica del lugar permite el descanso perfecto. En su límite se levanta como centinela de sus encantos el Cerro Tembleque y también el Puntayaco.
El Departamento se brinda al turismo a través de dos atractivos parajes: Los Nacimientos, situado a poco más de 2 kms del centro del poblado homónimo, y consistente en las vertientes originarias del caudal del Río Aimogasta; y el Parque Municipal, apenas distanciado del núcleo urbano, y constituido por una frondosa vegetación, un camping y sombras frescas. Ambos espacios extendidos a la orilla del río, conjugan fascinantes panoramas, aire puro y naturaleza, ideal para el deporte y el turismo aventura.
Vientos del Señor, es un hermoso paraje de suelo arcilloso de 7 km de largo por 4 de ancho, ideal para la práctica deportiva del carrovelismo y kitebuggy. Sus vientos constantes que superan los 50 km/h se suman a la magnitud de la superficie, permitiendo alcanzar grandes velocidades. Inigualable parque de aventuras que representa verdaderos desafíos deportivos para máquinas y pilotos, transitando por dunas gigantes, ríos caudalosos y desiertos indómitos. Aquí, con la adrenalina a flor de piel, pilotos de Enduro despliegan sus mejores saltos.
Otro de los atractivos son las Termas de Santa Teresita, a tan sólo 37 km desde Aimogasta, Seductoras y placenteras en cualquier estación del año, estas aguas surgentes alcanzan una temperatura cercana a los 42º, produciendo en los bañistas efectos hidroterapéuticos múltiples, estimulando y exaltando las defensas del organismo que reactiva el metabolismo retardado y que incide directamente en dolencias de personas con reumatismo, ciática, gota y enfermedades cardiovasculares.