Arte Arquitectónico | Eris Quod Sum

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Cuando en el año 313 el emperador Constantino consagró el imperio romano a la palabra y las enseñanzas de Jesús de Nazaret, se terminaron siglos enteros de persecución y asesinato a una minoría religiosa que había entrado lentamente en la vida romana y había logrado convertir a las multitudes miserables que pululaban por el imperio.

Con ese gesto, los cristianos pasaron en pocos años de estar proscriptos, perseguidos y masacrados a un rápido acceso de las riendas del poder. Los cristianos que surgieron de las catacumbas y se apoderaron de Roma descubrieron rápidamente que el mundo estaba lleno de fantasmas y demonios con los que no tenían intención de convivir: herejías, interpretaciones cristológicas erróneas, falsos creyentes y sobre todo, dioses paganos.

Para muchos, amantes de los momentos dramáticos de la historia, la antigüedad dio paso al medioevo cuando los visigodos saquearon Roma en 410, pero yo prefiero creer que la última llama del mundo antiguo fue apagada unos cinco o seis años después cuando un grupo de militantes cristianos sacó del Serapeum a Hipatia, hija de Theón, y la arrastró de los pelos por las calles de Alejandría en Egipto. Ella fue la última antigua: filósofa y matemática, guardiana de la escuela de Platón y de una larga trayectoria de conocimiento y fue abusada y despedazada por los guardianes de una fe ciega que no admitía nada que hubiera estado en contacto con lo pagano.

Sobre estas purgas se construyeron las grandes catedrales de Europa y el cercano oriente; el conocimiento pasó a estar guarecido tras los muros de los monasterios y la verdad incuestionable encontró en los viejos templos sus nuevos altares votivos. Y cuando Europa invadió América, encontró en los monumentos del Tahuantinsuyo y Tenochtitlan buen mortero para sostener sus cruces.

Pero 2000 años después la historia comienza a cambiar. Lentamente pero a paso firme, el laicismo ha comenzado a cicatrizar la fe cristiana en Occidente. Una institución que todavía no entiende de qué se trató la revolución cultural de los 60´s, como la Iglesia Católica, está perdiendo fieles como una sangría y le cuesta horrores ordenar nuevos sacerdotes. A cada generación nueva le resulta más difícil seguir los dogmas antiguos y se vuelca a una fe libre, tal vez cristiana, pero sin las ataduras ni los muros de la tradición más exacerbada.

Hoy son las iglesias las que se vacían y ¿Qué hacer con lo antes fue sagrado? Esos espacios pueden haber perdido su propósito pero ese propósito era muy específico, el culto. ¿Y qué hay de la belleza? Muchas de esas iglesias, especialmente en Europa, son increíbles obras de arte. Pero el tiempo no espera, y barre con todo.

¿Qué hacer entonces?

Se hace cargo lo profano. En Holanda, por falta de fieles, varias iglesias fueron ocupadas para dar lugar a bibliotecas, museos, restaurantes, teatros y varias fueron reacondicionadas para funcionar como casas privadas. En total, más de 1000 edificios que antes pertenecieron a las iglesias católicas y protestantes, serán decomisados hasta el año 2019 solamente en Holanda. Entre los fieles que miran de reojo como lo que antes era suyo hoy se lo llevan los paganos, fluye el rumor de que muchas se volverán mezquitas. ¿Por qué no? ¿No fue esto lo mismo que le hicieron a los romanos?

En Canadá (específicamente en Montreal y Quebec), más de 550 iglesias cerraron, se vendieron, demolieron o cambiaron su propósito en el último lustro. Allí pervive un movimiento que se llamó la “revolución silenciosa”, en la que toda una generación, especialmente las mujeres, se guardaron en secreto el rencor que sintieron por las intromisiones de la iglesia católica en sus vidas privadas. En estas regiones de ascendencia francesa, el clero dominó desde los libros que podían leer a la manera en que las mujeres debían encarar la maternidad y eso nadie se lo olvidó.

Por eso no es de extrañar que el Theatre Le Paradox funcione hoy donde antes estaba la iglesia de Notre-Dame-du-Perpétuel-Secours, en pleno centro de Montreal, la mayor y más importante en ser desacralizada. Allí conviven comediantes salaces y obras vanguardistas bajo el púlpito. Pero eso es lo inevitable del tiempo: lo que no hace tanto te valía un corte e cabeza (tal cual hacen algunas sectas musulmanas hoy), es ahora una excusa más para reír.
Que dirían si pudieran, las esculturas clásicas desfiguradas que hoy residen en los museos de Italia si vieran como las iglesias que las reemplazaron en los foros y acrópolis, hoy están siendo abandonadas, algunas convertidas en casas de lujo, con diseño innovador y tecnología inteligente injertadas en esas las espaciosas naves.
La frase en latín que titula la nota es un memento mori, un recuerdo de la mortalidad de las personas. A los medievales les gustaban mucho, los escribían en las piedras sobre sus tumbas, las ponían en las obras de arte e incluso en las esculturas de sus ataúdes, siempre para reflexionar sobre el destino común ineludible de todos. Esta es una de mis favoritas: ERAM QUOD ES, ERIS QUOD SUM, “Lo que tú eres, yo fui. Lo que yo soy, tú serás”. Esto es cierto para las personas pero también, para la piedra.

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